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INGLATERRA

João Félix, ¿y ahora qué?

El futuro se abre tenebroso ante el portugués, suplente en el partido más importante del Chelsea en el año, sin influencia en el juego y el posible final de su cesión que no desea: regresar al Atleti y al Cholo en julio.

João Félix, en el Real Madrid-Chelsea. ¿Y ahora qué?
João Félix, en el Real Madrid-Chelsea.JESUS ALVAREZ ORIHUELADiarioAS
Movistar+

João Félix fue suplente en el partido más importante de la temporada para el Chelsea, el que los ingleses jugaron ante el Madrid en la vuelta de los cuartos de final de la Champions. La foto es reveladora. Si antes de esta eliminatoria, la photo finish en su particular duelo con un Atleti que abandonó en enero, ya favorecía a los del Cholo, sin derrota en partidos oficiales desde que el portugués se fue (la última, ante el Barcelona en LaLiga el 8 de enero, João aún estaba en el equipo rojiblanco), ahora muestra un futuro tenebroso ante él.

No le han salido las cosas en Inglaterra, durante una cesión en el Chelsea que ya persigue un runrún como el que le rodeaba en Madrid, tras tres temporadas y media en un Atlético que pagó por su fichaje al Benfica 127 millones en 2019, el precio más alto del club por un fichaje en su historia: que el Menino no cambia partidos, que es técnicamente un prodigio, muy bonito pero no muy bueno, o no tan bueno como ese precio parecía indicar. Sigue sin terminar de explotar también lejos del Cholo, señalado a menudo, en los tres años y medio pasados, como ‘culpable’ de ello, pero es que en Inglaterra, como en Madrid, el entorno de cada partido le sigue condicionando, sin ser capaz de cambiar el rumbo por sí solo: es sólo un jugador de jugadas.

Futbolista de juego entre líneas, le benefician los equipos que tienen mucho el balón, pero, salvo los seis primeros meses de su carrera en la Primera portuguesa con el Benfica, ni con Potter, ni con Lampard, ni con Santos, ni con Simeone ha terminado de ser ese futbolista que se esperaba. En la vuelta ante el Madrid en los cuartos de la Champions jugó 23 minutos para cero goles, cero asistencias y cero remates a portería. Intervino en 18 ocasiones, dio 11 pases, cinco de ellos en el último tercio del campo, con un 81,8% de precisión en el pase. Intentó dos regates y completó uno. Números muy pobres para un futbolista que en el próximo mercado tiene un precio de cien millones.

Ni con Lampard, ni con Potter, ni con Santos ni con Cholo

En Portugal hace meses que el runrún alrededor de él se mastica como algo sólido y tangible: que las decisiones que está tomando en su carrera están llenando de piedras sus botas. Que se equivocó yéndose al Chelsea como se equivocó eligiendo primero al Atleti. Y los años pasan y los partidos y el portugués sigue en el mismo lugar: apuntando a todo pero sin concretar nada. Su debut en la Premier, como la temporada pasada le ocurrió a Saúl, ya vino de nalgas, con una roja en el primer partido que supuso cuatro de sanción, y de nalgas sigue.

Y en julio, si el Chelsea no quiere ampliar su cesión, pertenece al Atleti y deberá formar parte del equipo que comience la temporada a las órdenes de Simeone en Los Ángeles de San Rafael. Un Atleti que deslumbra y tritura partidos (ante el Almería el pasado domingo sumó su sexta victoria seguida y su 13º partido sin derrota en LaLiga) y que además juega bien. Y cuando se fue a Inglaterra lo hizo bajo es condición: no volver a jugar con el Cholo. Era uno u otro.

Pero tres meses después si algo parece seguro es que el Cholo continúa, le queda un año más de contrato y João Félix parece en el limbo, pendiente de que un Chelsea que se ha gasto 600 millones en fichajes en las dos últimas ventanas de mercado para mostrarse un equipo ruinoso y sin rumbo decida ampliar ese acuerdo de cesión, de que sus meses en Inglaterra le hayan abierto mercado para abonar los cien millones que el club rojiblanco pide, como mínimo, por su traspaso, o regresar a Madrid con la cabeza baja, humildad y a a Simeone. De momento, en las cartas que envía desde Inglaterra, a João Félix no le ha cambiado el gesto. Sigue bajo esa patina triste, serio, con la boca contraída en un rictus y la mirada perdida. Como su propio rumbo.