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ATLÉTICO DE MADRID

Gerardo Coque, el futbolista que se fugó del Atlético a América por amor a Lola Flores

El interior llegó en 1953 como el fichaje más caro del momento. Pronto conoció la noche madrileña y a La Faraona, con quien tuvo un romance que arruinó su carrera.

Gerardo Coque, el futbolista que se fugó del Atlético a América por amor a Lola Flores

Gerardo Coque (1926-2006) fue futbolista del Atlético durante dos temporadas, la 53-54 y la 54-55. Esta etapa empezó con su fichaje desde el Valladolid, donde destacó hasta el punto de llegar a la Selección, por un millón de pesetas —récord para la época— para ocupar la vacante que dejó Pérez Payá. El cierre de su aventura rojiblanca fue más sorprendente e inverosímil. No hubo un traspaso, tampoco una lesión. El final de su paso por el Atlético, y casi ya de su prometedora carrera, tuvo que ver con el amor. Un romance con Lola Flores que llevó a hacer las Américas y a enmarañar su vida personal y profesional.

El pucelano era un ídolo en Valladolid. Llegó con 18 años al primer equipo y logró dos ascensos consecutivos, de Tercera a Primera, y una final de Copa (1950), perdida en la prórroga con el Athletic de Zarra y en la que Coque marcó. En el Atlético la sensación era de fichajazo. Llegó con 25 años y desde el principio fue un fijo en el once. Pero mientras el interior acumulaba buenas actuaciones y goles, también conoció las noches madrileñas. Y a La Faraona.

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Pronto se dispararon los rumores en la ciudad. Lola Flores había estado antes con Gonzalo Biosca, del Barça, pero el central entendió que esa relación le estaba perjudicando en lo profesional y decidió romperla. La cantaora, como confesaría años después, se acercó a Coque para “dar celos a Biosca”. Y el vallisoletano, pese a que tenía novia y se iba a casar —la boda se aplazó—, entró de lleno en este romance que le llevó a un ritmo desenfrenado de fiestas y noches en vela que le afectó en lo deportivo.

Idas y venidas... hasta que Coque no volvió

Hubo un cambio en el inicio de 1954. Lola Flores había ido de gira y se había echado un novio panameño con el que regresó a Madrid. Coque, finalmente, se casó y mejoró su rendimiento con el Atleti. Pero fue un paréntesis. Tras el verano, la artista dejó a su novio y reinició su aventura con Coque. Y el futbolista empezó un pronunciado declive. Ya no eran rumores, todos en la noche madrileña y en el antiguo Metropolitano conocían el amorío y que el futbolista iba de fiesta en fiesta sin control. Y cuando jugaba, a cada error le acompañaba una pitada de la afición.

La cosa fue a más. Coque empezó incluso a faltar a entrenamientos. Como se cuenta en Cien años del Atlético de Madrid, obra editada por AS por el centenario, el 16 de octubre el club le abrió expediente, por mucho que el jugador alegara indisposiciones y enfermedades, pero todo el mundo sabía que eran meras excusas. En diciembre, el estadio les abronca a Silva —que tenía una cláusula en el contrato según la que él calificaba su partido y en función de ello cobraba prima— y a él por su evidente mala forma física… y la historia dio otro giro: Coque desapareció. No volvió a asomar por los entrenamientos y no avisó a nadie. Pero a veces la explicación más simple es la acertada. Lola Flores se había ido de gira por Sudamérica y, cómo no, desde allí llegaron noticias de un tal Gerardo Coque como productor y apoderado.

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El Atlético denunció ante la FEF y ante la FIFA por incumplimiento de contrato y Lola Flores respondió enviando 50.000 pesetas como compensación, además de pagarle un sueldo a su novio. “Donde tiene que meter goles es aquí”, relatan algunas crónicas que decía La Faraona. El romance fue intenso, pero llegó a su fin. La cantante se enamoró de El Pescaílla y Coque regresó con su mujer, que le había denunciado por adulterio y abandono del hogar, pero perdonó.

Su carrera futbolística se había ido a pique y, en 1957, trató de enderezarla, sin demasiado éxito. Él aseguraba que se había estado entrenando y se veía capaz de jugar con el Atleti. Pero no. En la segunda vuelta se va cedido al Granada, donde no cuenta hasta la última jornada, ya sin nada en juego. Luego a su Valladolid, en Segunda, pero también le quedó grande. De ahí al Racing, donde sí brilló para lograr el ascenso a Primera, ya con 32 años. Y cerró en la Cultural, también en Segunda. Una carrera con una pinta buenísima que se quedó en muy poca cosa. Y el Atlético, que había fichado a la joya de la Liga, se tuvo que conformar con 32 partidos, ocho goles y un culebrón del que todo el mundo cuchicheaba

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