Espanyol, rey de la resiliencia
El equipo perico peleó de nuevo contra la adversidad. En este caso, la expulsión de Cabrera a la media hora. Darder y Joselu fabricaron el 0-1 y el equipo resistió al filo de la navaja el empate.
Una piel inmune. El Espanyol no faltó en el Metropolitano a la cita con la adversidad de cada fin de semana. Siempre nadando a contracorriente con una mochila cargada de piedras. Esta vez no fue un error individual que costara un gol, sino la expulsión de Leandro Cabrera (ya van cuatro a lo largo del curso) a la media hora de juego cuando los blanquiazules apenas habían sufrido y tenían el partido todo lo controlado que se podía tener un enfrentamiento ante el Atlético. Pero parece que sea el sino de la temporada, el sol que aparece cada día de forma inexorable, o más bien la oscuridad que siempre llega. De nuevo, la piel del Espanyol fue inmune a estos infortunios y el equipo de Diego Martínez se rebeló estoicamente. La resiliencia del Espanyol lo mantiene a flote.
El burlador de Galicia. No se protegió en exceso el técnico, que regateó la sentencia de Simeone en sala de prensa cuando aseguró que jugaría con defensa de cinco. Fue de cuatro, con Calero por Sergi Gómez (a quien le sigue acompañado la funesta estadística de cero victorias en 2022). El retoque estuvo en mediocampo. Keidi Bare fortaleció la medular con Vinicius, como en El Sadar, pero el experimento duró media hora. Por obligación. Un balón largo a la espalda de Cabrera acabó con una expulsión cuanto menos extraña del uruguayo. Quedó en evidencia la falta de velocidad del central, como también su decisión equívoca de intentar obstruir a Morata. No fue solo un error individual, sino colectivo. Brian Oliván, lateral alejado de la jugada, debía estar junto a Cabrera para evitar ese peligroso uno contra uno. Sea como fuere, Morata se lanzó al suelo rápido. La expulsión hubiera sido inevitable después. Se entiende la polémica. Ambos aún forcejeaban en el momento que el colegiado señaló falta.
Portería segura. Lejos de venirse abajo, el equipo perico se ordenó en un 5-3-1. Hubo solidaridad y especialmente atención, ese valor que trabajó Diego Martínez durante la semana y que sabía que era medio partido en el Metropolitano. Ante un lobo, nunca hay que bajar la guardia. Salvo algunos desequilibrios de Carrasco con Óscar Gil, el Espanyol defendió con solvencia. Hasta Lecomte jugó uno de sus mejores partidos. Algo descoordinado en algunas salidas, voló para sacar un remate de Joao Felix y para desbaratar los saques de esquina rojiblancos. El meta, que debutaba en el estadio en el que calentó banquillo el curso pasado, salió al fin reforzado. No cometió errores, mejoró el índice de paradas y no salió en la fotografía de los goles.
El “jugador total”. Jugó el Espanyol con poso, de Sergi Gómez a Simo, que participó más de media hora y demostró su jerarquía. No se arrugó el chico de 18 años, internacional Sub-19, quien reapareció semanas antes y quien debe aprovechar el parón para foguearse con el filial. Resistió con entereza en una plaza que sufrió con una sociedad de oro en el Espanyol. Brillante centro de Óscar Gil para Joselu, que asistió a Darder. Roles intercambiados. “Darder es un jugador total”, dijo Diego Martínez. El de Artà es un sistema en sí mismo. Capaz de sacar el balón metiéndose entre centrales, perforar líneas con sus conducciones, asistir o rematar a gol como el nueve más puro. Su pierna derecha es un diamante. En un Espanyol que vive de las jugadas y no del juego, Darder se mueve como león en la sabana.
A prueba de bombas. El empate es más que un mero empate. Es una inyección de motivación como la que recibieron los jugadores el martes con la sesión de entrenamiento a puerta abierta. Solo una derrota ante el Villarreal haría evaporar lo logrado en el Metropolitano, mientras que la victoria haría pasar página del mal comienzo y de los fantasmas. El equipo perico sigue con sus deficiencias, pero mantiene un espíritu y una creencia a prueba de bombas. Da igual si estas provienen del fuego amigo o son daños colaterales de los partidos. El Espanyol sigue siendo el rey de la resiliencia.