Espanyol: dos años del último ascenso y viendo las orejas al lobo
En La Romareda, el 8 de mayo de 2021, regresaban los pericos a Primera tras sólo 304 días en un infierno que vuelven a merodear demasiado pronto, pero ahora con público.
Tres aficionados pericos, sólo tres, aguardaban la llegada del autocar del Espanyol a La Romareda el día en que el equipo iba a alcanzar su ascenso a Primera División. De eso hace dos años, el 8 de mayo de 2021, y para algunas cosas parece que ha transcurrido un mundo, como para el motivo de aquella soledad: era el último día del cierre perimetral y del toque de queda por la COVID-19, de modo que nadie pudo viajar de Barcelona hasta Zaragoza. Pero, para otras, parece el club blanquiazul instalado en el día de la marmota: otro descenso acecha. Tan pronto.
De aquel último retorno a Primera División hubo dos datos destacados. Que lo logró el Espanyol con un margen de cuatro jornadas antes de concluir el campeonato en Segunda, gracias a un insulso empate sin goles ante el Real Zaragoza (apenas Adriàn para los locales, y Embarba y Puado para los pericos, tuvieron ocasiones reales), y que entre el descenso y la vuelta a la elite apenas transcurrieron 304 días, diez meses exactos. Curiosamente, la bajada a los infiernos se había confirmado el 8 de julio de 2020 ante el Barcelona, el eterno rival, que esta semana llegará al RCDE Stadium con la doble intención de amarrar el título de Liga y de hundir un poco más si cabe a un Espanyol que se encuentra a tres puntos de la permanencia. Demasiadas similitudes. La diferencia: que ahora sí hay público…
“Cuando pitó el árbitro, lo primero en lo que pensé fue en el año pasado, en lo mucho que sufrimos y en las discusiones que me costó en casa. Hoy todo es alegría”, narraba aquel 8 de mayo de 2021 un Sergi Darder que se quitaba un peso de encima, igual que ahora lo vuelve a cargar sobre sus espaldas, ya como capitán blanquiazul.
En las fotos de aquella celebración, con manteo a Vicente Moreno, abrazos a Francisco Joaquín Pérez Rufete, la ausencia de un Raúl de Tomás que sufría coronavirus y lágrimas de los más sufridos, como David López, se colaba un semidesconocido Domingo Catoira, secretario técnico de Segunda y ahora director deportivo del proyecto con el que flirtea el Espanyol con caer de nuevo en el infierno. En uno más profundo que aquel que duró 304 días.