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El Villarreal arreó más fuerte y no cayó cuando parecía muerto

Ayer les contaba que lo de jugar en el campo del Barcelona era como ese campeonato de guantazos que está ahora de moda, enfrentándose los amarillos a uno de los que más fuerte pega y más miedo da. Lo que no se esperaba es que le partido fuera literalmente un intercambio de guantazos entre unos y otros descomunal, en el que cada uno pegaba y, el otro, intentaba aguantar de pie de la mejor manera posible.

Empezó el Villarreal golpeando y dejando al Barça con muchas dudas, ya que el equipo blaugrana empezaba a mirarse la mejilla, sin entender que pasaba. Le tocó responder al equipo local que arreó fuerte como se esperaba, lo que hizo tambalear los cimientos de un Villarreal, que volvió a evidenciar que por momentos tiene pies de goma.

Pero esta vez el Villarreal sabía que aquí poco más podía perder ya, así que se agarró al partido, metió piernas y fuerza con todo lo que tenía, y se guardó un último golpe por si acaso. Parecía que el Barça había hecho lo más difícil, ya que no esperaba que el Villarreal tuviera ya fuerzas para dar ese último golpe letal. Incluso, con una decisión final del del juez, que podía sentenciar la contienda, pero que no fue así.

Llegó el momento final en el que quedaba claro que con los dos exhaustos, el que enganchara un buen golpe podía ganar. Y ese golpe lo endosó el Villarreal con un gigantón noruego que ayer soltaba a diestro y siniestro, y al que todavía le quedaba fuerza para un golpe más.

La pelea fue histórica, una montaña rusa de golpes, de emociones, de dudas y de miedos. Pero los del Villarreal se enorgullecen de que su equipo que a la mínima doblaba la rodilla, en Barcelona dijo que esta vez no lo iba a hacer. Por cierto, esta victoria se la merecen toda esa gente que lo estaba pasando tan mal, esos que se llevaban un golpe tras otro y de un forma muy dura.