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SEVILLA

El Sevilla se indigna más con el árbitro que con Miranda

En Nervión no entienden que el VAR tuviera que avisar a Gil Manzano de que la alevosa entrada sobre Navas merecía más castigo que una cartulina amarilla

Protesta del banquillo sevillista.
CRISTINA QUICLERAFP

El derbi sevillano tuvo muy poquita historia. Por no tener, no tuvo casi ni polémica y tensión hasta que un inexplicable cruce de cables en la cabeza de Miranda hizo que el lateral bético agrediera a Jesús Navas con una entrada alevosa con los tacos por delante a la altura de la rodilla. En ese momento se desataron las hostilidades, hubo empujones, Joaquín tuvo que tranquilizar a un Navas que era una furia y a Miranda se le cambiaba la cara sabedor del error que acababa de cometer.

Mientras tanto, Gil Manzano acudía a la pantalla del VAR. Y eso es lo que indigna al Sevilla más que la patada de un Miranda al que parecen haber disculpado con celeridad. Al menos, eso es lo que se desprende de las palabras de Mendilibar, que aún en caliente ya dijo que Miranda tenía “cara de asustado” después de la acción. También Rakitic afirmó en zona mixta que Miranda había acudido al vestuario a disculparse.

Por ello, en el Sevilla lo que no se entiende que es que una entrada de roja directa de manual fuera sancionada con amarilla por Gil Manzano. El árbitro estaba situado de forma inmejorable para ver la acción pero actuó de forma conservadora, sabedor de que si se equivocaba, el VAR lo corregiría. Incluso se desprende algo de miedo del proceder de Gil Manzano, ya que si hubiera expulsado a Miranda y el VAR lo hubiera corregido dejando la roja sólo en amarilla, habría vivido un final de partido con la grada encendida en su contra. Sin embargo, al enseñar la amarilla y después la roja, su final de partido fue más que plácido.

“El VAR os hace peores”, espetó Mendilibar al juez de línea al final del partido. El pensamiento del vasco recuerda a la opinión de Roger Federer cuando en el tenis se instauró el ojo de halcón. El genio suizo, entonces, criticó que los jueces se habían relajado y dejado de cantar las pelotas que se iban fuera, encomendándose a la tecnología. Gil Manzano hizo lo mismo en el derbi, encomendarse a quien tenía un monitor delante a pesar de que él sabía de sobra lo que había pasado. Y en el fútbol, a diferencia del tenis, no decide si es dentro o fuera una máquina infalible. Todo lo contrario.