El mercado de enero, una necesidad que no siempre es virtud en Zorrilla

Comienza el año nuevo y, con ello, una nueva ventana de pases. El Real Valladolid la afronta con necesidad; o mejor dicho, en plural: con necesidades. Por un lado, está la deportiva, innegable, evidente y objetiva, provocada por la mala situación clasificatoria con la que cerró 2024, colista, hundido y con el deber de acometer operaciones en varios puestos con el fin de buscar una mayor competitividad. Por otro, la económica, tan cacareada y que dificultará la tarea de elevar las prestaciones, ya que nadie puede asegurar que no se vayan a ir activos importantes.

No en vano, Domingo Catoira ha reconocido por activa y por pasiva, también en la entrevista concedida a este periódico, que la obligación de vender sigue ahí a pesar de haber traspasado a Monchu en verano y a Boyomo prácticamente en otoño, con la temporada empezada. “Cuando vengan las ofertas, el club está obligado a escuchar” las que haya “por todos los jugadores”, indicó el director deportivo, que descartó, no obstante, que hayan recibido hasta ahora alguna propuesta formal. “El objetivo se conseguirá elevando el rendimiento de los jugadores que están aquí y no tanto por los jugadores que puedan llegar”, añadió. Y sin embargo, está llamado a agitar el árbol, como comúnmente se dice, y a firmar en varias posiciones.

Y los precedentes, pudiendo parecer buenos, no lo son tanto, si se tiene en cuenta a lo que han abocado a la entidad; precisamente, a vivir la situación de práctica indefensión en la que se encuentra. No ha sido el único factor, pero sí clave, el hecho de hipotecarse los dos pasados inviernos con jugadores que, siendo interesantes y habiendo ofrecido varios de ellos un rendimiento alto, no ayudaron a compensar la balanza al 100% ni en lo deportivo, con el descenso de 2023, ni en lo económico, a pesar de las ventas que le siguieron meses después y por las obligaciones adquiridas en 2024, cuando sí se cumplió el objetivo.

Así, cabe recordar llegadas que dejaron buenas sensaciones, como las de dos años atrás, cuando llegaron Hongla, Amallah, Machis y Larin, si bien su efecto, que existió, se difuminó con el paso de las jornadas y un pobre final de curso, con Paulo Pezzolano a la cabeza, dio con los huesos del Pucela en Segunda. No dejó un mal sabor de boca Hongla, que no se quedó, resultó algo más insípido Machis, que no lo hizo, y fue algo más sabroso Amallah, que emigró al Valencia. A Larin se le compró para un visto y no visto, traspaso millonario al Mallorca mediante.

Dichos refuerzos, ha defendido posteriormente el club, provocaron un desajuste en el límite financiero de LaLiga al que no ayudó el mercado de 2024, cuando, ya bajo la dirección de Domingo Catoira, y con la supervisión de la misma cúpula directiva, con Matt Fenaert como CEO y Ronaldo como presidente, el Real Valladolid se comprometió a gastarse un puñado de millones en André Ferreira, Amath y Biuk en caso de ascender, condición que ya había firmado con otros como Juric o Moro y que se terminó cumpliendo. De ellos, solo los dos últimos están siendo protagonistas y el croata, incluso, ni siquiera está en el club.

Con todo, y aunque en anteriores eneros llegaron futbolistas que terminaron siendo importantes, como Monchu, Iván Sánchez, Olaza, Hervías o Hernán Pérez, la pléyade de jugadores adquiridos por el Real Valladolid en la última década deja también una larga lista de desastres, que coronan Ben Arfa, la mayor estrella que ha vestido de blanquivioleta en los últimos años (y que se estrelló), Matheus Fernandes, Borja Herrera, Túlio de Melo o Kenan Kodro. Fueron 38, en total, los jugadores que llegaron en este periodo en las últimas diez temporadas, con una media de 3,8 que confirma que el club vallisoletano es bastante amigo de este mercado. Incluso cuando esa amistad no es provechosa.

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