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ESPANYOL

El Espanyol, un camaleón monocolor

El Celta baila en su estadio al Espanyol, que encadena su tercera derrota consecutiva con los gritos desde la grada de “directiva dimisión” y de “estamos hasta los huevos”.

Joselu, tras el partido en Vigo.
Joan M. BascuDiarioAS

Armario sin pieles. El secreto del camaleón es ser capaz de mudar la piel en función de las circunstancias para pasar inadvertido y de esta forma protegerse. Una virtud que pretende poseer el Espanyol, como define Diego Martínez, con tal de ser rico tácticamente, poder adaptarse a cualquier situación de partido y ser indetectable para los rivales. Pero el equipo blanquiazul, que acumula tres derrotas seguidas por primera vez en el curso, se ha quedado sin colores, como ante el Celta, donde perdió ante un igual y donde fue incapaz de imponerse en la primera mitad y de sobreponerse en el segundo tramo, a diferencia de lo sí ocurrió otras tardes en el RCDE Stadium. Un camaleón monocolor es un animal desprotegido y víctima de cualquier inclemencia en esta Liga que es tan peligrosa como una selva para los equipos de la zona baja. El Espanyol sigue ahora mismo sin inmunidad.

De la lupa al telescopio. El partido del Espanyol se puede analizar desde la lupa o desde el telescopio, haciendo hincapié en los 90 minutos o trasladando lo que se vio al común de la temporada. El equipo perico se quedó a mitad de camino, no fue agresivo con todas las consecuencias en la presión ni tampoco se escondió en el área de Pacheco, y en esa zona de tránsito se cocieron los dos primeros tantos que aniquilaron el encuentro. Veiga y Aspas, que acumulan 21 dianas, se impusieron a Braithwaite y Joselu en el particular duelo goleador, mientras que después del descanso y tras el habitual carrusel de cambios que convierte la alineación en un cubo de Rubick, el equipo perico languideció con los minutos con nada que echarse a la boca más allá de un error clamoroso de Joselu, que esta vez no atinó en la escuadra como en el Bernabéu. La moneda le salió cruz y el Espanyol se quedó también sin épica cuando desde la grada se escuchó el, ya clásico a lo largo de las últimas campañas, “estamos hasta los huevos” y un tímido “Diego vete ya” que no fue a mayores, silenciado por otros sectores, o el manido “directiva dimisión” que remonta a años ha y que este sí fue más mayoritario.

Viejo conocido. Antes de ese volcán, el del césped y el de la grada, en la espera en uno de los bares habilitados en el RCDE Stadium, dos aficionados charlaban sobre el partido y se fijaban en Denis Suárez: “Yo saldría a comerme el campo, si me tuvieron casi un año sin jugar (sic.) hoy debe ser mi día”. Diego Martínez apostó por el gallego en un Espanyol más propositivo en el juego en el comienzo, pero igual de inocente en sus ataques, con el gallego sin intervenir demasiado en el juego más allá de tres acciones aisladas en las que remató a las manos de Villar, puso un centro sin peligro después de zafarse de dos rivales y le sacó una amarilla a Javi Galán. Suárez no se relaciona con Darder porque a este Espanyol le cuesta, como así ha sido durante todo el curso, construir los ataques con fluidez como sí hizo el Celta, más punzante cuando encontró los espacios como la jugada del 0-1, un compendió de nivel técnico, buen posicionamiento y creación de espacios para que Gabri Veiga fusilara a Pacheco con la misma precisión que un francotirador.

Denis Suárez.
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Denis Suárez. Gorka Leiza

Un pollo sin cabeza. El propio ex jugador del Celta fue la única novedad en la alineación de Diego Martínez, quien de nuevo apostó por Cabrera de lateral ante la inesperada baja de Brian Oliván, que el jueves en sala de prensa había asegurado que “forzaría”. No le llegó al catalán y el Espanyol adoleció por los costados, especialmente por el izquierdo, donde Cabrera, que empezó el encuentro haciendo una ruleta aplaudida por la grada, fue perdiendo la posición y la posesión, y acabó desangrado en la acción del penalti sobre Carles Pérez, extremo en Sant Adrià y después en La Masía, producto del fructuoso fútbol catalán. Cabrera fue sustituido al descanso, reflejo de la decisión errónea de situarlo en ese costado. El Espanyol se volcó en una segunda mitad en la que corrió como pollo sin cabeza.

Un caos ilógico. Óscar Gil, Gragera, Montes y Puado fue la defensa que acabó el encuentro, con jugadores de ataque como Melamed, Braithwaite, Joselu, Aleix Vidal, Darder, Expósito... Un caos que no le salió demasiado bien a los blanquiazules, que vieron como cayó el 0-3 con una jugada bien hilvanada de los de Carvalho que rubricó el propio Carles Pérez, que se coronó en la que fue su casa de niño. El fútbol es tan azaroso que hasta en el desorden se encuentra alguna lógica aunque todo sea ilógico, como la que el Espanyol anotara de córner por medio de Gragera, quien se estrenó en Primera, y de que los 26.231 espectadores que completaron la mejor entrada del curso fueran desfilando uno a uno cuando se acercaban los minutos finales y el partido estaba decidido. No encontraron más argumentos sobre el césped. Un camaleón que se quedó, una semana más, sin sus colores.