Diego Martínez y las cosas pequeñitas
El nuevo entrenador de Las Palmas procura aunar voluntades en todos los estamentos del club para reflotar al equipo. Apuesta por “gestionar la frustración”.
“Si estoy aquí es porque las cosas no van bien”. Lo tuvo claro Diego Martínez, nuevo entrenador de Las Palmas, cuando se presentó oficialmente como tal el pasado miércoles en la Ciudad Deportiva del club. Apenas había recorrido los pasillos y estancias del coqueto centro de entrenamiento del equipo grancanario, ni siquiera conocía a sus nuevos futbolistas y tampoco es que hubiera tenido tiempo para lo contrario. Sin embargo, en apenas dos días de trabajo, sus señas de identidad parecen estar claras.
Al menos, el punto de partida. Así, expande la onda del equipo más allá de los futbolistas y el propio cuerpo técnico. “Las pequeñas cosas, y más ahora mismo, influyen muy positivamente. Desde el cocinero hasta el readaptador, cualquier pequeño gesto ayuda”, aclaraba en su primera comparecencia como jefe del banquillo de Las Palmas. En su afán por aunar voluntades, el gesto a la hora de posar con su cuerpo técnico reveló parte de sus intenciones: por iniciativa del propio Martínez, sus colaboradores más próximos y él mismo acabaron sosteniendo la camiseta para que se viera la parte frontal y no la espalda, donde apenas se leía “Diego Martínez”.
También invisibles, no solo pequeñas, son las cosas por las que pretende empezar Diego Martínez. Habla, incluso, de “cambiar el lenguaje” a la hora de dirigirse a sus futbolistas. “Tenemos que saber gestionar la frustración”, dijo este entrenador con alma de coach que llegó al Sevilla. “Y también la euforia cuando empecemos a ganar partidos”, sostenía este entrenador gallego que aterrizó en la capital andaluza en 2009 dentro del área de Metodología del club hispalense, haciéndose cargo de la parcela de tecnificación.
Durante su fecunda etapa por la cantera sevillista le dio tiempo a coger al filial, ascenderlo a Segunda y además, mantenerse en la segunda categoría del fútbol patrio. Antes, en la temporada 2013/14, formó parte del cuerpo técnico de Emery en el primer equipo y ganó la Europa League. Después vino una trilogía de temporadas en el filial, donde coincidió con Álex Muñoz, a quien hoy entrena en Las Palmas, que tanto sentido le dieron a unas de sus célebres intervenciones del miércoles.
“Mi cuerpo técnico y yo somos facilitadores”, asegura a la hora de su trato hacia la cantera. También, a los profesionales. Otra vez las cosas invisibles, esas que, más tarde o más temprano, ayuda a los jóvenes a convertirse en jugadores profesionales. Ese trabajo nunca valorado por la voracidad de la inmediatez pero que tantos agradecimientos recibe pasado el tiempo: “Como cuerpo técnico somos apasionados de acompañar los procesos de los jugadores y estos a veces te tocan en una fase de formación del jugador que a lo mejor está con el primer equipo y no debuta“.
Martínez tira de fe. “De los peores momentos se sacan los más bonitos”, dijo con respecto al momento tan delicado que atraviesa Las Palmas. A la UD le toca mejorar su fútbol y también el factor humano. Toca comprender el contexto y sacar partido. Una vez se lo confesaron: “El deporte es muy caprichoso y se necesita un pico emocional para cambiarlo todo. Como me dijo una vez un director deportivo que tuve, los jugadores no son lavadoras, que las enchufas en Rusia y funcionan igual. Son momentos”. Por algo se empieza. “Buena vibra”, como dice Benito, y las cosas normales y pequeñitas. La valentía de mirarse a los ojos. Un palmada, una sonrisa, un lenguaje moderado. Un gesto de ánimo o, por qué no, un beso o un abrazo a tiempo. Mucho respeto. Una caricia a tiempo siempre es un triunfo. De ahí a la victoria tan solo hay un paso. Y Las Palmas necesita de todo eso.
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