De un piso de 40 metros cuadrados a héroe del Etihad: Lunin no se rinde
Esta temporada apareció el mejor Lunin, tras la lesión de Courtois. Ahora no capitula y lo escenifica con vídeos en Instagram. En Oviedo, plaza clave en su despegue, conocen todos su profesionalidad.
Sin Courtois, Lunin aprovechó una lesión de Kepa para convertirse en los guantes del Madrid. Una temporada de Zamora donde sólo la falta de partidos le impidió embolsar el trofeo. Ahora gana peso Tibu para Wembley, pero sin su tanda heroica en el Etihad o sus nueve paradas en Leipzig, quizá no habría final. Aun así, no baja los brazos, como ha demostrado esta misma semana publicando en su cuenta de Instagram un vídeo entrenándose en su casa. Cuando todo parece que Courtois será titular en Wembley, él no capitula. Ese orgullo le viene de tiempo atrás, como bien conocen en Oviedo.
Ha sido el año de reivindicación del gigante de Krasnograd, que pone rumbo a la Euro como una de las estrellas de Ucrania, pero fue en la pandemia, durante la maldita COVID, cuando en Oviedo descubrieron al verdadero Andriy Lunin. Fue una etapa de miedos y dudas, con la competición pausada, los futbolistas -como todos- encerrados en sus casas y la incertidumbre sobre qué pasaría en la competición. Al ucraniano, cedido por el Madrid desde enero de 2020, la COVID-19 se le cruzó en el peor momento profesional: justo cuando empezaba a gozar de minutos, que fue la razón por la que llegó a Oviedo. Pero quien pensara que eso significaría un parón en su rutina no tardaría en darse cuenta de su error.
Al revés que la mayoría de fichajes del Real Oviedo, que optan por residir en la capital asturiana, Lunin se instaló con su novia en Lugo de Llanera, un pueblo de apenas 3.000 habitantes en el que nació Santi Cazorla, cerca de El Requexón, la ciudad deportiva del Oviedo. Vivía en un piso discreto, “sería de unos 40 metros cuadrados, con un salón muy pequeñito”, recuerda Sergio Segura, entonces entrenador de porteros del Oviedo. Pero las incomodidades no impidieron que Lunin hiciera lo que más le gusta: trabajar.
Césped sintético para el salón, un reboteador...
Segura lo recuerda perfectamente: “Lo primero que hizo fue comprarse césped sintético para ponerlo en el salón”. Todos los días, el ucraniano retiraba los muebles, el sofá, la televisión… Y extendía esa alfombra que improvisaba un campo de fútbol. “Luego compró más material: botas de presoterapia, un reboteador (para lanzar la pelota y que la devolviera), chalecos lastrados, un cubo gigante para llenar de hielo y meter las piernas…”, relata Segura. Lunin no podía acudir a El Requexón, pero El Requexón -al menos una pequeña versión- había acudido a él. “Incluso su novia participaba en los entrenamientos tirándole las pelotas”, culmina el que fue su preparador.
“Un trabajador incansable, de esos que siempre quieren hacer más”, recuerda Nereo Champagne, el portero al que le arrebató el puesto. Él fue el primer suplente de Lunin. “No se perdía ni un ejercicio. Y no tenía días libres”, resalta el argentino, que comprobó cómo con el reinicio de la competición, el trabajo había hecho efecto: “Al volver, volaba”. Fue una temporada mala para el Oviedo, horrible, en la que coqueteó con el descenso. Pero una gran experiencia para Lunin. Jugó 20 partidos, solo recibió 20 tantos: el Oviedo salvó la categoría.
“Un fichaje de lujo”
La operación fue redonda para el club asturiano. Lunin jugó gratis gracias a las buenas relaciones entre entidades. Había una condición, claro: que lo jugara todo. El ‘ok’ lo dio el meta en una comida en un restaurante ovetense al que acudió con su padre; enfrente, Rozada, entrenador por entonces, y Arnau, director deportivo que falleció en 2021. “Quería saber si iba a jugar y así se lo explicamos. Tal y como estábamos, era un fichaje de lujo para nosotros”, cuenta Rozada, que le hizo debutar el 16 de enero en Almería, sin apenas haber entrenado. Perdió el Oviedo y Lunin la pifió en uno de los goles por un malentendido con el central Arribas. No importó. Su rendimiento fue a más hasta convertirse en un bastión. Y un ejemplo de profesionalidad en el día a día. “Merece todo lo bueno que le pase”, coinciden todas las voces consultadas en Oviedo.
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