Cuando jugar con tres centrales no lo es todo
El Real Valladolid dio demasiada vida al Valencia en una segunda mitad en la que, de nuevo, pasó demasiado tiempo en bloque bajo.
Cuando Javi Guerra recogió en tres cuartos de campo un balón a la postre salvador, algo mal hizo el Real Valladolid para que llegara el gol del postrero y definitivo dos a uno que le dejaba sin botín. Lo primero, lo genérico y lo general de la segunda mitad, fue el hábito convertido en vicio de apelar al bloque bajo por puro instinto de supervivencia, como si su pasado reciente, con Paulo Pezzolano, pero sobre todo antes, con Pacheta, no hubiera demostrado que male sal.
Sale peor si, al contrario que en los tres partidos anteriores, al irse atrás se excede, en volumen, en calidad o ambas. Como todo tiene un principio, cabe recordar el tramo último del partido ante el Mallorca, en el que el Real Valladolid encajó el gol del empate en un desafortunado penalti por mano de Cyle Larin, no obstante, después de no recibir más que un par de centros laterales y dos disparos en los últimos diez minutos más el tiempo complementario.
A pesar de no contabilizar demasiadas acciones de peligro, lo cierto es que el Mallorca acabó haciendo tres goles y dejando sin efecto los primeros matices implementados por Paulo Pezzolano, esperanzadores para lo que iba a venir. Frente al Villarreal, cuyo caudal ofensivo es mucho mayor que el bermellón, los blanquivioletas volvieron a ponerse por delante en el marcador (lo han hecho en los cuatro envites dirigidos por el uruguayo), aunque el bloque bajo se intensificó al final, mitad por intención y mitad por obligación.
De los 22 disparos que totalizó el conjunto de Quique Setién, seis, casi un tercio, fueron bloqueados por la zaga, que mostró una buena conducta defensiva. El equipo supo sufrir y, además, amenazar, ya que equilibró la balanza en disparos con dirección a portería, siete por escuadra, y generó ocasiones suficientes como para llevarse un resultado mayor de La Cerámica, donde la actuación de Pepe Reina terminó evitando incluso una goleada.
El buen hacer defensivo prosiguió contra el Girona, donde la solidaridad achicó espacios a pesar de no salir en exceso de las inmediaciones del área en el último tramo de encuentro. Ocho centros servidos y dos disparos fueron el bagaje de los gerundenses en las postrimerías de un choque en el que, en palabras de su propio entrenador, el Real Valladolid “fue mucho más duro”. “Trabajamos bien la línea de cinco y quedamos bien parados siempre con tres jugadores e impidiendo que vinieran con ventaja en la línea de atrás”, dijo ‘El Papa’.
Contra el Valencia no sucedió lo mismo, al margen de que fueran los errores individuales los que llevaron a la derrota. El conjunto de Rubén Baraja venía de ser el equipo que más centra desde que el vallisoletano está en el banquillo, con una media de 25,6 centros por partido, una que superó, por bastante, con los 35 envíos al área ante el Pucela. Siete de ellos, un 20%, fueron en los diez últimos minutos, en los que hubo tres despejes y un disparo bloqueado. Al final, ninguno de esos centros acabó en remate. Y sin embargo, el punto que los vallisoletanos tenían en su mano se fue por el sumidero.
Demasiado aculados
El hecho en sí de recibir tantos centros, incluso cuando existe una buena protección del área, no es positivo, en tanto en cuanto siempre se escapa alguno que es rematado, como sucedió ocasionalmente y en acciones de pelota parada. Con todo, el gol de Javi Guerra es lo que más ilustra unos últimos compases en los que el Valencia encimó mucho y aprovechó las deficiencias defensivas de los blanquivioletas, que concedieron varias situaciones de peligro en el tiempo extra.
Con los tres centrales hundidos por la doble amenaza de Cavani y Hugo Duro, casi triple por cómo flotaba Lino, un pase filtrado (cierto es, posterior a una falta no cobrada sobre Plano) rompió la primera línea sin oposición, con Monchu lejos. Javi Sánchez salió a Ilaix y Monchu, ya sí, se acercó en la ayuda. Pero Kenedy no asomó en la tercera, en el movimiento de Foulquier hacia adentro, mientras Óscar Plano continuaba en el suelo.
Fresneda vivió varias situaciones de uno para uno con Gayá, o incluso en inferioridad con el propio Lino, al tiempo que se hartó a pedir calma, sin que le hicieran caso, en esos compases. Entonces, el equipo se precipitaba rápido intentando salir sin que nadie la sujetara arriba. No consiguió hacerlo en los últimos 15 minutos, en los que no salió de su campo, y le costó tener esa templanza también antes, incluso en el ‘micropartido’ en el que el Valencia le permitió tener el balón, sin presionarle alto, en campo propio.
En una de estas, llegó la pérdida fatal. Masip envió un balón abierto hacia la izquierda, por donde Olaza y Kenedy buscaron la transición. El brasileño erró en el pase y en el intento de recuperación sobre Javi Guerra. El conjunto che sacó el balón hacia la izquierda, donde Javi Sánchez fue a tapar ayudado por Aguado, pero el balón volvió adentro, donde Ilaix se la entregó al canterano, a la postre ejecutor de unos y salvador de los otros.
Radiografía del desastre
El ‘36′ recibió tres cuartos de campo. Con Monchu recogiendo la posición de Javi Sánchez en el área y Óscar Plano hundido. Kenedy no saltó ni a la presión sobre el africano ni a cerrar línea de pase; pasivo, permitió la recepción. Plano saltó al poseedor, pero lejos, y Monchu avanzó, dejando a Samu Lino solo a su espalda y al equipo en una eventual situación de tres para dos en el área.
No hizo falta acudir a esta: la gestualidad de Óscar Plano le dejó casi vencido ante el recorte de Javi Guerra, que, para más inri, disparó sin oposición por la estatua de Joaquín, que donde otras veces sale a bloquear, endureció el cuerpo esperando que el balón le golpeara. No fue así. A Javi Guerra le salió un magnífico disparo con la izquierda, su pierna inhábil, que se coló prácticamente por la escuadra y castigando al Real Valladolid por su excesiva defensa del área y por la inoperancia mostrada para atacar en la segunda mitad, en la que lo porfió todo a los tres centrales y, esta vez, le salió cruz.