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MALLORCA - RAYO I LA ENTREVISTA

Calderón: “Mi ídolo era Cruyff, que quiso ficharme para el Barça”

Vistió las camisetas del Mallorca y Rayo, además de las del Cádiz y Raith Rovers, donde ejerció a la vez de jugador y entrenador. Ahora dirige al Juventud Torremolinos.

Antonio Calderón posa para AS.
FRANCISCO RODRIGUEZ

Antonio Calderón (Cádiz, 1967) no ha perdido su acento gaditano. Ni su guasa. Esa con la que adereza todas las batallitas que ha ido coleccionando durante su carrera y no son pocas. Tampoco sus ascensos. Tiene dos como jugador del Rayo y tres como entrenador del Raith Rovers, Linense y Juventud Torremolinos. Ahí, en Málaga, vive en la actualidad y repasa con AS los mejores momentos de su vida deportiva. ¿Su sueño? Encontrarse con alguno de los equipos de su vida en el camino de la Copa. De su magia todavía se acuerdan por Cádiz, Mallorca y Vallecas porque hay huellas que el tiempo es incapaz de borrar...

—Su historia como jugador arranca en su Cádiz natal.

—Mis hermanos y yo estábamos todo el día jugando en los pasillos de casa y en la Plaza de San Antonio. Salíamos del cole y nos íbamos para allá. También en los recreos. Estábamos jugando a todas horas.

—Eso de la calle se perdió.

—Es un problema. En la calle tenías que esquivar a la gente y estar mucho más vivo, porque es un entorno que no puedes controlar. Buscarte la vida te da muchos recursos. Mágico González aprendió a que nunca le cogieran jugando uno contra uno encima de los containers. Ahí valía todo y si tú ibas por el filo y otro te empujaba te caías.

—¿Era Mágico el más ‘mágico’ de los compañeros que tuvo?

—Está él y luego ya todos los demás. Y eso que yo jugué con Nadal, Onésimo, Polster, Hugo Sánchez… Lo curioso es que Mágico aparece en un país como El Salvador. Lo tenía todo: cambio de ritmo, visión de juego, golpeo, regate… y físico. Era de otra galaxia, pero no le gustaba ser el centro de nada.

—¿Quién era su ídolo de niño?

—¡Johan Cruyff! Me veía hasta sus películas... Uno de los momentos más importantes de mi carrera fue saludarle en un partido contra la droga. Sabía que estaba pensando en ficharme. Fue una pena que no se diera, pero no acabé muy bien la Liga.

—Usted empezó en el Cádiz de forma clandestina.

—Totalmente. Le decía a mi padre que me quería apuntar a un equipo y no me dejaba: ‘Tú a estudiar’. Y si me portaba mal, me castigaba sin fútbol, así que me escapaba a jugar con los del cole. Hice una prueba y me fichó el Cádiz. Mi padre, que era socio, se enteró tiempo después porque se lo contó un amigo.

“Mágico lo tenía todo; está él y ya luego todos los demás...”

TALENTO

—¿Qué papel tuvo David Vidal?

—Le tuve en juveniles y en el filial. Me hizo tomármelo un poco más en serio. Cuando cesan a Milosevic, me pone de titular del primer equipo como defensa... A veces me usaba ahí, aunque no era mi posición real. Le debo mucho. Me abrió las puertas.

—¿Cómo saltó al Mallorca?

—No tenía representante y me llamaron a casa para citarme en el aeropuerto. Vinieron dos emisarios del Mallorca. Me dijeron que me querían fichar y que estaban hablando con el Cádiz y que, por si acaso, firmara el acuerdo. No lo hubo y el Mallorca ejecutó la cláusula. Tenía contrato con el Cádiz, pero la ley les amparaba a ellos y me tuve que ir. Me echó una bronca el presidente Irigoyen... Me costó la adaptación. Cada vez que tenía un día libre, me cogía el avión y me iba a Cádiz.

—¿Y Serra Ferrer?

—Me di cuenta desde el principio que era bastante estricto. El primer año, el equipo iba bien y yo jugaba todo. El segundo, no iba tan bien y me sacó del equipo injustamente. Yo entendía que me perseguía y le respondía. Me enfrenté con él un par de veces. Me equivoqué, era joven… Él me la guardó y no jugaba casi nunca. La pretemporada siguiente, en la que me voy al Rayo en Segunda, pensaba que me había perdonado y me dijo que, aunque me lo mereciera, no iba a jugar.

—¿Cómo era aquel Rayo?

—Al técnico, Eusebio Ríos, le dio un amago de infarto jugando contra el Castilla en el Bernabéu y Ruiz-Mateos hacía alusión a eso porque el equipo no iba bien. Luego fichó a Camacho. Me marcó. Aportó unos métodos más modernos, basados en el trabajo con balón. Otro entrenador que me influyó fue Víctor Espárrago, que era muy elegante y educado.

—¿Qué percepción tenía de Ruiz-Mateos?

—Era un personaje y de fútbol no entendía nada... El club había tenido muchos problemas económicos en los años previos, pero en mi etapa estuvimos siempre al día.

Antonio Calderón.
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Antonio Calderón. FRANCISCO RODRIGUEZ

—¿Y de los compañeros?

—Los vestuarios en los que mejor me lo he pasado han sido los de Cádiz y Rayo. En Vallecas era de gente joven. Nada más llegar, en pretemporada, ya teníamos una cena. Eso no lo había visto en mi vida (risas). En el Cádiz tenía unos veteranos ilustres y era una maravilla lo que aprendías con ellos.

—Allí, en el equipo franjirrojo, se reencontró con Onésimo.

—Sus años en el Rayo fueron espectaculares. En el Cádiz no estuvo ni al 10% de lo que fue en Vallecas. Era muy pesado porque siempre quería el balón. Siempre cuento que, en un partido, tenía la pelota yo y no se la di. Me gritó: ‘Antonio, dámela que estoy solo’. Le respondí que no le había visto. Y me suelta: ‘¡Cómo que no, pero si me has mirado!’. Eso ahí en mitad del campo (risas).

—Juntos cocinaron el primer ‘Tamudazo’ del Rayo: el del playoff de la 95-96.

—Recuerdo ese partido divinamente. Pudimos descender en la ida, pero el Mallorca nos dejó vivos. Teresa Rivero estaba preocupadísima y la dijimos: ‘Presidenta, si no hemos bajado hoy ya no bajamos’. En la vuelta, marcamos pronto, pero echaron a Wilfred, que paraba muy bien, pero siempre tenía un día en que hacía de las suyas. Yo estaba en el banquillo y entré de mediocentro. Me la dieron en la medular, bajo presión, que en otro momento la juego para atrás o despejo, hice una finta, me giré y vi a Onésimo rompiendo y le envié la pelota a la espalda de la defensa. No me esperaba lo que pasó. El tío, sin dejarla caer, le mete una vaselina a Kike Burgos. A su hijo Iker lo tuve yo en el Torremolinos y le decía: ‘Pregúntale a tu padre por el partido del Mallorca’. El gol de Onésimo es de antología.

—Medio gol fue suyo...

—Siempre bromeo con Onésimo y le digo: ‘Hombre, te la puse perfecta, delante y botando, porque si te la doy por el suelo con lo mal que le pegas tú a la pelota… la para el portero’ (risas).

—¿Cómo ve a los actuales Mallorca y Rayo?

—Arrasate ha traído aires nuevos y el Rayo de Iñigo me está gustando. Los jugadores que más me llaman de ambos son Dani Rodríguez y Trejo. Firmaría la permanencia de Mallorca y Rayo y el ascenso del Cádiz. Sería un año redondo.

“Trejo y Dani Rodríguez son los que más me gustan de este Mallorca-Rayo”

SUS ASES

—¡Y la Copa con el Juventud Torremolinos!

—Es prioritaria para nosotros, que somos un equipo humilde, porque te puede dar alas tanto a nivel económico como mediático. Ojalá eliminemos al Zamora y se vea que estamos haciendo las cosas bien.

—Usted, con el Fuenlabrada, puso en aprietos al Real Madrid. ¿Cómo lo recuerda?

La gente pensó que la eliminatoria estaba resuelta por la ida (0-2), aunque nosotros sabíamos que si no nos arrugábamos en el Bernabéu cualquier cosa podía pasar. Milla marcó el primero y Cata Díaz casi hace el segundo, pero el balón se estrelló en el larguero. Zidane metió a Bale, que fue decisivo en los dos goles que nos marcaron. Conseguimos empatar e hicimos un partidazo. Parecíamos un Primera.

—¿Cómo llega a los banquillos?

—Estaba jugando en el Kilmarnock y me propusieron dirigir al Raith Rovers. Les dije: ‘Si yo no he entrenado nunca’. Ni me lo planteaba. Paquito y yo éramos futbolistas. Él hacía a la vez de preparador físico y yo, de técnico. Me acostumbré a ver las cosas y corregirlas mientras jugaba.

—Esa primera temporada le eligieron el entrenador del año.

—No sé si sería por la suerte del novato, pero salió todo muy bien. Hacíamos muy buen fútbol y la afición estaba encantada con el equipo.

—¿Cómo fue la experiencia de dirigir en Egipto y Bélgica?

—Había entrenado al juvenil del Nogoom un mes en Marbella. Les gustó cómo lo hice y me dijeron: ‘Cuando estemos en Primera te llamamos’. Así fue. Fui a Egipto y vi que aquello no era lo que me habían prometido. Decidí marcharme. Era un equipo muy amateur y demasiado presidencialista. En Bélgica estuve de ayudante en el cuerpo técnico del KMSK Deinze. Estábamos en Segunda. Es una buena Liga, bien organizada, con un fútbol vistoso, no tan táctico como el de aquí.

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