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REAL MADRID-RAYO | BEBÉ

Bebé: “La fuerza que tengo es de jugar en la calle”

El extremo y también capitán está en racha. Lleva cuatro goles, entre Liga y Copa, en apenas 120 minutos. Además, es uno de los rayistas más queridos. Todo un espectáculo.

Actualizado a
Bebé posa para As.
JESUS ALVAREZ ORIHUELADIARIO AS

Tiago Manuel Dias (Loures, Portugal, 1990), más conocido como Bebé, es el as en la manga de Francisco. Su arma (no tan) secreta contra el Real Madrid. Sus goles han dado tres puntos al Rayo en las dos últimas jornadas y quiere más. Más minutos, más protagonismo, más alegrías... Incluso algo más que la salvación, porque anhela hacer historia con la Franja. A punto estuvo de lograrlo con aquel inolvidable gol al Betis en las semis de Copa, que le reafirmó como uno de los ídolos de Vallecas. Su vida ha sido una constante adaptación, a lo bueno y lo malo, aunque esto último es lo que más le ha enseñado. No olvida sus años en el orfanato. Tampoco aquella lesión que casi le deja en el camino. Por eso, cuando el estadio le grita, ‘Tira, tira’, todo puede pasar. A optimismo no le gana nadie. Y es que cuando Pai aparece lo imposible ya no lo es tanto. Ni siquiera ganar en el Bernabéu...

—¡Está lanzado!

—Estoy muy bien. Soy sincero y tampoco me quiero crecer. Me encuentro en un buen momento, aunque no he hecho nada. Sólo mi trabajo, que es ayudar al equipo.

—Del 1 al 10, ¿qué grado de confianza tiene ahora mismo?

—¡Un 10! Ahora tengo que aprovecharlo. En los minutos que estoy jugando, o lo haces bien en las dos oportunidades que tienes o no da tiempo a nada. Sé que lo bueno está por llegar y será un gran año para mí. Estaba pasando un momento jodido, psicológicamente agotador, porque iba a todos los partidos pero no jugaba. O sólo entraba uno o dos minutos.

—¡Más cosas en menos tiempo no se pueden hacer!

—Contra Las Palmas le pedí a Choco (Trejo) que me dejase el penalti. Minuto 92. Íbamos 0-0. No suelo tirarlos, pero soy atrevido, me gusta esa presión y ese protagonismo. Él sabía que necesitaba confianza. Balliu, Choco, Isi… me dicen: ‘Pai, tranquilo, que va a llegar tu momento’. Metí el penalti y el otro día, cuando perdíamos contra la Real, le dije al preparador mientras calentaba: ‘No te preocupes, ahora entro y marco gol’. No sé si es suerte, pero cumplí. Quiero seguir así, que la gente me respete, hable de mí, se quiera hacer fotos conmigo…

—¿Qué siente cuando Vallecas le grita: ‘Tira, tira’?

Uff, que estoy en el cielo. Yo de por sí soy una persona que tira desde todos los lados. No tengo problema por las distancias, pero que el estadio me lo diga… ¿Qué más voy a pedir? Si fallo la gente gritará uyy, pero si meto será una locura. Con toda la afición rayista gritando, siento que tengo una lucecita y que todo me va a salir perfecto.

—¿Qué técnico le ha dado más confianza para tirar?

—Cada uno ve dónde me puede encajar para aprovechar mi tiro al máximo. Yo mido 1,90, pero no entro en el área porque ir de cabeza no es mi fuerte. Por ejemplo, Mendilibar me mandaba todo el rato fuera del área en el Eibar, por si caía un balón ahí. También lo hago en el Rayo. Ahí, sabemos que algo puede pasar.

—Hábleme de Paco Jémez. Siempre estaba pendiente de usted.

—Fue con el míster que más jugué. No me daba descanso. Es duro, pero tiene muy buen corazón. Y donde Jémez ha ido, me ha intentado llevar: Las Palmas, Irán… Es el técnico que mejor me ha sabido llevar. Sabía cómo meterme dentro del partido. Si marcaba pronto, me apretaba para que no me dejase ir. Y si hacía algo mal, empezaba: ‘Si no quieres jugar, dímelo’... Y mandaba a uno a calentar para que me espabilara (risas). ¡Me cambió dos veces en el minuto 15! Pero no era rencoroso porque al partido siguiente me metía de titular.

“Cuando la afición me grita siento que todo saldrá perfecto”

CONFIANZA

—Su golpeo también ha evolucionado.

—Voy aprendiendo. Ahora lo hago mucho mejor que tiempo atrás. Antes tiraba por tirar y ahora tiro con certezas.

—El Zaragoza quiso que volviese en verano...

—Tengo contrato con el Rayo. El presidente y Francisco querían que me quedase. Ahora Álvaro está muy bien. Tengo que esperar mi momento y respetar al compañero y al entrenador. Mis oportunidades llegarán y me siento con ganas de ser titular.

—¿Cómo ve el partido del Bernabéu?

—Muy complicado. El Madrid es el Madrid. ¡Son todos buenos! Vinicius, Rodrygo, Modric, Kroos, Camavinga... A Bellingham le sale todo. Se trata de que no cometamos muchos errores, ser intensos y meter las oportunidades que tengamos.

—¿Se puede ganar al Madrid?

—Es difícil, pero el Rayo de los últimos años lo está haciendo bien ante los grandes. La gente ha empezado a respetarnos un poco. No es llegar y meternos cuatro. Hemos ganado al Barça, al Sevilla… ¿Por qué no vamos a hacerlo ahora que tenemos un equipazo?

—Bebé tiene una corazonada…

—Creo que voy a marcar. Puedo no hacerlo e incluso no jugar, pero tengo esa sensación.

—Usted celebra los goles como Bellingham.

—Sí, eso de ir a la afición y gesticular con los brazos lo he hecho más veces. Él tiene esa marca, por eso me están haciendo las bromas.

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JESUS ALVAREZ ORIHUELADIARIO AS

—Atrás quedó aquella grave lesión de cruzado. ¿Fueron los peores meses de su vida?

—Sí, claramente. Pensé que no volvería a jugar al fútbol. Aprendí a tener más calma conmigo mismo, desarrollé más paciencia… La lesión me enseñó muchas cosas.

—Fue duro en lo físico y también en lo mental.

—Lo mental es lo más importante. Yo lloraba todos los días porque la lesión se complicaba. Se preguntaban: ‘¿Qué vamos a hacer con Bebé?’. Pensaban formas diferentes de tratarme la rodilla... Tenía tres sesiones de fisioterapia al día, dormía en el hospital y cuando parecía que iba a salir... Otras tres semanas más. No estaba alegre, era otra persona. Fue complicado. Muy complicado.

—Tiene una gran capacidad de adaptación...

—Me adapto muy rápido a las situaciones. Puedo ir a un restaurante top o al bar de la esquina. Puedo ir a un evento o a visitar a los niños de un internado. Sé ponerme en su lugar y eso es bueno. Yo pasé por todo, subí y bajé...

—¿Qué queda de aquel niño del orfanato?

—¡Todo! El niño del internado sólo ha cambiado su aspecto físico. Soy la misma persona. Conservo la alegría, el respeto, la humildad… Mucha gente dice que es humilde y son sólo palabras. Eso se demuestra con hechos. Y no una semana.

—Lo lleva tatuado.

—Su nombre, Gaiato. También tengo el de mi hijo, mi abuela, mi madre, un Cristo... y quiero hacerme algo del Rayo. La Casa do Gaiato es el sitio que me lo ha dado todo, donde aprendí a ser la persona que soy. Hay un logo y me lo quiero hacer también. Sigo en contacto con muchos de entonces. Ahora es distinto, acogen a refugiados.

—¿Ya llamaba entonces la atención su forma de jugar?

—Cuando llegué no me interesaba el fútbol, pero me decían: ‘Tienes talento, lo que haces no es normal...’. Fui un afortunado porque hubo gente que creyó en mí. Hay que trabajar mucho y ser buena persona. Si no, no llegas lejos. El resto te aparta.

“No sé si jugaré, pero tengo la corazonada de que voy a marcar”

BERNABÉU

—Usted hace grupo.

—Me dicen que transmito mucha energía. Quien no me conoce piensa que soy arrogante, pero luego se dan cuenta de que soy un payaso (risas). La sonrisa es también una forma de protegerme.

—¿Qué le ha enseñado más del fútbol, la profesión o la calle?

—¡La calle! La fuerza que tengo es de jugar allí. Esos puntapiés para todos lados, esas tonterías del drible y las fintas… vienen de jugar con los amigos. La calle me ha ayudado a ser diferente en muchas cosas.

—¿Con qué sueña Bebé?

—Con seguir disfrutando del fútbol. Además, llevo muchos años en el Rayo y me falta hacer algo histórico, como ir a Europa o ganar la Copa del Rey. Sería la hostia. Mi sueño es que me recuerden. Y con Cabo Verde quiero llegar lo más lejos posible en la Copa de África.

—La afición le adora...

—Me siento muy afortunado. Cuando salgo de casa para ir al partido, voy con muchas ganas. Sé que no seré titular, pero llego allí y veo a los niños como locos pidiéndome fotos, caliento y escucho a la afición gritando… Siento que todos me quieren.

—También sus compañeros y amigos Manucho y Alberto.

—Manucho era como un hermano y estábamos 24 horas juntos. Con Alberto no tenía mucha confianza al principio, pero nuestras lesiones nos unieron, se convirtió en una especie de padre. Tras la pandemia, iba a quedarse en casa de Choco y le ofrecí la mía. Me miró y me preguntó extrañado: ‘¿En tu casa?’ Luego pensé, ¿qué acabo de hacer? (risas). Somos muy diferentes, pero nos adaptamos. Hacíamos planes, me preparaba el desayuno… Es lo mejor que nos pasó y me dio pena que se acabara aquello. ¡Ah! También me vacilaba con que me parecía a LeBron James. Un día se acercó un camarero y me lo preguntó. Alberto me miró y me soltó: ‘¿Ves?’.

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