Thiago ‘llama’ a Xabi
Thiago Pitarch se exhibe en el Castilla en la posición más necesitada en el primer equipo. Dinámico, intenso en la presión y decisivo en campo rival. Un paso al frente que no es baladí.


Para derribar la puerta, hay que tocarla. Y si se hace con insistencia, más posibilidades de que se abra. Después ya entran distintas variables. Porque no hay llave maestra para la puerta Real Madrid. De las que tienen una apertura más enrevesada. Pero la clave es llamar. Y eso es exactamente lo que hizo Thiago Pitarch ante el Barakaldo. Puso cordura y auspició los momentos de locura. Dirigió en campo propio y aceleró en el contrario. Cocinó los dos goles, de Palacios y el de David Jiménez. Fue un cerebro, con colmillos. Ese perfil que tanto anhelan más arriba. Se llevó los elogios de Arbeloa (“ha hecho un gran partido”). Y, de paso, ‘llama’ a Xabi.

10 talentos bajo la lupa del Madrid

Para Thiago, el partido fue un menú completo. En los momentos de mayor asfixia del rival, pidió el balón y lo movió. En ocasiones, con control y giro. En otras, pase en corto o desplazamiento en largo. Con asiduidad, en conducción. Y en los tramos donde se necesitaba presencia en tierra hostil, sacó la varita. Así puso, por ejemplo, los cimientos del primero. Tras un eslalon y una croqueta para colarse entre dos, se encontró con Álvaro Ginés en la frontal, combinó y el ariete sirvió un caramelo al que Palacios quitó el envoltorio. Y en el segundo fue él quien se apuntó la asistencia. Arrancó con la cabeza alta y, con un pase a la espalda de la zaga, dejó a David Jiménez ante Ispizua. Fue decisivo.

Arbeloa dejó, amén de su rendimiento global, un apunte más: “Ha demostrado la gran táctica que tiene”. Y, como casi siempre que el técnico hablan, la puntada llevaba hilo. Porque, posicionalmente, Thiago lleva unos encuentros interpretando una posición distinta. Sobre el papel, interior escorado a la izquierda. Pero con muchas variantes, mucho movimiento. Mucha presencia en campo propio, casi a la altura de los centrales, para comenzar a hilvanar. Como, por momentos (muchos ante el Barakaldo), el canalizador principal del juego. Y, al pisar el rival, con habilidad para romper y desequilibrar. Cogió la batuta y también el martillo.
Un cóctel que Xabi conoce bien. Su dinamismo, buena lectura de los momentos e intensidad en la presión fueron la llave para su explosión estival (renovación, contrato con Adidas...). Así conquistó esas primeras llamadas. Esas primeras convocatorias (lleva cinco: cuatro en Liga, una en Champions). Pero fueron caramelos envenenados. Mucha ilusión, pero sin minutos. Porque ello le impidió arrancar el curso con el Castilla. Hasta que, como detalló AS, llegó su momento. Y lo está exprimiendo. Para tocar esa puerta lo más fuerte posible. Para dejar sus credenciales.
Un paso más
Contra el Barakaldo, lo hizo. Y reflejó un trabajo mental en el que el futbolista ha puesto mucho foco. Para dar ese paso más, ha pensando en darlo. En que tiene que hacer. Ha interiorizado que el salto llegará con aptitudes, pero también con actitud. Y no referido a la brega que su fútbol lleva intrínseco, sino a la personalidad. A tratar de hacerse fuerte en el Castilla y pisar más campo contrario. Un proceso de aprehensión al abrigo de Arbeloa, su gran trampolín en La Fábrica. “Solo necesitaba un empujón”, decían desde el club, en lo referente a Thiago, cuando su nombre empezó a convertirse en tendencia en verano. Y ese empujón se lo dio el técnico. Y Thiago quiere devolverle la confianza convirtiéndose en uno de sus líderes. Esa es la intención. Esa es la exigencia.
El 27 y el 45
En un trayecto donde los reveses han sido gasolina para el joven futbolista. Como la reciente derrota ante el Mérida en el Romano, que Thiago utilizó como motivación, porque la sintió como una derrota personal. A sus 18 años, su llegada al presente ha sido pedregoso. Con momentos donde su rol secundario o terciario le hicieron replantarse la hoja de ruta. Decisiones que le han llevado hasta ser indiscutible en un Mundial Sub-20 con España, el dorsal 27 del Castilla... y el 45 del Real Madrid. Y a soñar con derribar la última puerta. Pero, para hacerlo, entiende que el ingrediente es la continuidad y el día a día. Algo que desde su entorno le transmiten como capital. Volar en el campo, pero que no vuele la imaginación. Ese es el aliciente. Ese es el siguiente reto.
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