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REAL VALLADOLID

Miguel Yuste, el ejemplo de las otras oportunidades que brinda el fútbol

El canterano del Real Valladolid se formó académica y deportivamente en Estados Unidos, sin dejar la pelota a un lado. Actualmente milita en el Canillas.

Miguel Yuste, con la camiseta del Canillas.
CD Canillas

En el fútbol, como en la vida, hay decisiones que lo marcan todo. Con ellas, a veces uno parece desmarcarse del camino que otros pensaban idóneo, y sin embargo, se convierten en un sendero paralelo igualmente válido. Miguel Yuste, canterano del Real Valladolid, es un ejemplo de ello. Cuando parecía llamado a crecer enfundado en la blanquivioleta, la camiseta que se sigue poniendo siempre que tiene ocasión, él optó por otra vía, por crecer fuera, como jugador y como persona. Hoy sigue jugando al fútbol, en el Canillas madrileño de la Tercera RFEF. Aquella alternativa por la que optó, ligada a la pelota. le valió para formarse académicamente en Estados Unidos.

Centrocampista, de la generación del 97, la posterior a los Toni, Anuar o Amath, pudo firmar un contrato profesional al alcanzar los 16 años, además, en una época en la que no era tan habitual como en la actualidad que se ofrecieran. Él tenía otros planes. “Me encanta el fútbol, iba progresando y el club me ofreció esa oportunidad, pero en mi familia siempre hemos dado mucha importancia a los estudios y yo valoraba la posibilidad de irme un año a jugar a Inglaterra o a Estados Unidos”, narra. Por cuestiones normativas, esto no se pudo dar a modo de cesión. Pero, un verano, se le abrió otra opción, que le acabó llevando a América.

En la pretemporada en la que Yuste pasaba de cadete a juvenil la casualidad quiso que viniera a la Residencia de Jóvenes Jugadores el equipo de un instituto de allí. “Jugamos un amistoso y Pereira (su entrenador), que sabía de mi interés por irme, me propuso hablar con ellos. Durante el partido se fijaron en mí y quisieron hablar conmigo. Los institutos de allí ‘reclutan’ a jugadores de distintos países que les puedan interesar a nivel deportivo y académico y me hablaron de ello, de su sistema de becas y de cómo jugar en sus ligas podía abrirme las puertas para jugar en sus universidades”, narra Yuste, que pasó las pruebas pertinentes de nivel.

Después de alternar las dinámicas del Liga Nacional y del División de Honor, en su segundo año juvenil, dio el salto; se fue a Massachussets. “Los cursos en Estados Unidos pueden rondar los 60.000 dólares; para una familia ‘normal’ como la mía, es inviable sin becas”, confiesa, aunque él contó las tuvo desde el principio. Fue la primera de la varias que recibió, ya que tuvo “una temporada muy buena a nivel futbolístico”, lo que hizo que la Universidad de Yale se pusiera en contacto con él y le ofrecieran jugar allí una vez acabara el Bachillerato, durante los cuatro años siguientes y mientras seguía estudiando.

Miguel Yuste recibe un homenaje acabada su etapa en Yale.
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Miguel Yuste recibe un homenaje acabada su etapa en Yale.

Fue una oferta de esas que no se pueden rechazar. “Me comprometí a acabar el Bachillerato en el mismo instituto, a pasar unas nuevas pruebas y a solicitar la plaza en la universidad. Los entrenadores, allí, si alguien les interesa mucho, avalan su solicitud. Al final, he acabado haciendo en Estados Unidos los dos años de Bachillerato, la carrera y un máster”, indica el canterano blanquivioleta, que, a la vez, fue evolucionando en lo deportivo. No en vano, en Yale acabó siendo campeón de conferencia y capitán, y estuvo a punto de ser escogido en el Draft de la MLS. La pandemia, como con otros tantos casos, truncó su salto al profesionalismo después de estar a prueba con el filial de los New York Red Bulls.

Fue entonces cuando decidió volver a casa, eso sí, de manera temporal. Como quiera que en su primer partido se lesionó del cruzado, y eso le abrió las puertas a jugar un cuarto año, pensaba estudiar un máster en Portland mientras apuraba su etapa como futbolista universitario allí, pero la pandemia retrasó la temporada y convirtió ese curso en online, así que volvió a España y empezó a entrenar con el Atlético Tordesillas, club convenido entonces con el Real Valladolid. Chuchi Macón, su técnico, lo conocía de Los Anexos, y su nivel derivó en que le hicieron ficha y jugó como rojiblanco hasta que pudo retornar a Estados Unidos y cerrar una etapa. Cuando lo hizo, de nuevo emprendió rumbo a España. “Empecé a buscar trabajo en mi ámbito (estudió ingeniería biomédica) y lo encontré en Madrid, aunque volví a jugar al Torde. De lunes a miércoles o jueves trabajaba y entrenaba en Madrid y el resto de días teletrabajaba y competía allí”, cuenta.

Miguel Yuste, enfrentándose al Real Valladolid Promesas.
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Miguel Yuste, enfrentándose al Real Valladolid Promesas.

De esta manera comenzó a compaginar su carrera profesional con un fútbol quizás alejado de los focos mediáticos, pero igualmente de nivel. Lesionado la temporada pasada del ligamento cruzado de la otra rodilla, empezó la temporada en el dique seco, si bien, desde febrero, ya recuperado, milita en el Canillas madrileño. “El sueño de muchos niños, es el de ser futbolista profesional, pero es algo que puede suceder o no. Yo estoy contento de haber podido formarme y crecer como persona y como jugador a través de estas oportunidades. Llegar al profesionalismo depende de tantas cosas...”, reflexiona el centrocampista, que colabora en la actualidad con AWEX Education, una institución que ayuda a brindar oportunidades a otros estudiantes y deportistas con perfiles similares al que él cumplía.

Después de todo, el fútbol es, en muchas ocasiones, una herramienta para el crecimiento personal incluso cuando quien lo practica no alcanza la élite en el césped. Yuste es el ejemplo de ese poder, que, hasta que emprendió este camino, tuvo en sus botas como blanquivioleta, una mezcla de colores que sigue impregnando su corazón. “En mi casa hemos sido siempre futboleros y del Real Valladolid, y yo lo sigo siendo; eso no se pierde”, confiesa. Tanto es así que, siempre que su trabajo y su actividad deportiva se lo permiten, acompaña in situ al equipo en Zorrilla, aquel lugar que, de algún modo, le ayudó también a cumplir sus sueños.