Los Futbolísimos - El misterio del córner más largo del mundo - Capítulo 6
El misterio del córner más largo del mundo

—¡Han robado la Copa! ¡Han robado la Copa!
Alicia y Felipe cruzaron el patio a todo correr, gritando despavoridos.
Iban en chándal, y llevaban una red con un montón de balones y algunos conos.
—¡Es horrible! ¡Han robado la Copa! —bramó Felipe.
—Ya lo sabemos —dijo Bermejo, que acababa de colgar el teléfono.
—Pero es que… ¡Han robado la Copa de la Liga Intercentros! —repitió Felipe.
—Que sí, que ya lo sabemos —respondí yo, desde lo alto de la valla.
—¡Pakete! ¿Qué haces ahí arriba? —preguntó Alicia.
—¡Es el principal sospechoso del robo! —me señaló Esteban.
—Niño Pakete huir en mitad de noche —relató Radu.
—Baja de una vez —ordenó Bermejo.
—Es que me da un poco de vértigo —admití.
—No pongas excusas —dijo Esteban—. Si has subido, puedes bajar. Ah, y si tienes ahí escondida la Copa más vale que confieses, y que tengas cuidado no vayas a romperla.
—¿Cómo voy a tener aquí la Copa? —protesté—. Si no llevo mochila ni bolsa de deportes ni nada. Además, ¡que yo no la he robado!
—Eso ya lo veremos —musitó el director del colegio.
—Venga, te ayudamos —intercedió Alicia—. Pon un pie despacio… y luego el otro… sin mirar abajo.
Los dos entrenadores y Radu se colocaron debajo de mí.
—Nosotros te sujetamos si te caes, no te preocupes —me avisó Felipe.
—Yo también tener mucho vértigo —comentó Radu—. Una vez en pueblo mío de Rumanía yo quedar atrapado en poste de luz y no poder bajar en un día entero.
—Eso que cuentas es muy raro, Radu —dijo Esteban—. ¿Cómo se puede quedar uno atrapado en lo alto de un poste de la luz?
—Yo subir para arreglar avería. Pero luego darme cuenta de que estar muy alto y entrar miedo. ¡Cerrar ojos y abrazar poste! ¡Gritar varias horas hasta que bomberos venir a rescatar! ¡Ayyyyyyyy, experiencia mucho horrible!
—Venga, ya pasó, Radu, ya pasó —le dijo el director, pasando la mano por su hombro.
Fui bajando lentamente. Tampoco es que fuera una valla altísima, pero suficiente como para pegarte un buen trompazo si te caías.
—Con esa historia del poste de la luz me estoy agobiando más —reconocí.
—¡Estamos aquí, no pasa nada, Pakete! —me animó Alicia.
—Pasar sí que pasa, mejor que baje por sus propios medios, no vaya a ser que se caiga encima de nosotros y terminemos todos lesionados —propuso Felipe.
Todos me decían cosas contradictorias al mismo tiempo:
—¡Baja ya de una vez!
—¡No, baja despacio, con cuidado!
—¡Confiesa que eres el ladrón!
—¡Yo tener muchos recuerdos de poste luz!
Con los nervios, perdí pie y…
¡Caí al vacío!
—¡Nooooooooooooooooooooooooooooo! —grité.
—¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah! —gritaron los demás.
Tuve la sensación de que caía a cámara lenta.
Alicia, Felipe y Radu se pusieron nerviosos y se tropezaron entre ellos.
Esteban se apartó asustado.
No había nadie para sujetarme.
Me iba a pegar un castañazo horrible.
Pero entonces… en el último segundo…
¡Unos brazos firmes me cogieron antes de que me estrellara contra el suelo!
—Ayyyyyyyyyyyy —suspiré.
Me giré para ver quién era la persona que me había salvado.
Era…
—¡Frida Schöreder, la apisonadora de Leipzig! —exclamó Bermejo, admirada.
—Gute natch —saludó Frida.
—Eso significar buenas noches —tradujo Radu.
—Sí, sí, gute nach —contestó Bermejo—. Pero aquí muchas personas van a tener que responder unas cuantas preguntas.
—Muchas gracias por salvarme —dije.
La entrenadora alemana hizo un gesto imperceptible con la cabeza y me dejó en el suelo.
A un lado de la verja, nos encontrábamos Alicia, Felipe, Esteban, Radu, Frida y yo.
Al otro lado, Antonia Bermejo. Con las luces del coche patrulla encendidas a sus espaldas.
—Por lo que veo, hay más gente esta noche en el colegio que a la salida del pueblo en hora punta —murmuró la policía, mirándonos detenidamente—. A ver, ¿qué hacéis todos aquí a estas horas?
—Yo he venido a revisar las cuentas —respondió Esteban—. Lo hago muchas noches, a estas horas estoy más tranquilo y me puedo concentrar.
—Yo aprovechar para limpiar campo fútbol —dijo Radu—. Quedar horrible tras invasión campo. Arreglar todo antes de domingo.
—Nosotros hemos venido a preparar tácticas para el córner, nos jugamos mucho —explicó Alicia.
—Puede parecer raro que lo hagamos de noche, pero es la verdad —apuntó Felipe—. Por el día, entre las clases de gimnasia y solucionar otras cosas, no nos da tiempo.
—No te justifiques, que es peor —le recriminó Alicia—. Estábamos preparando estrategias y punto.
—Y tú, pequeño, ¿qué haces aquí? —me preguntó Bermejo.
—Yo volvía en bicicleta hacia mi casa y pasé por casualidad delante del colegio y… —empecé.
—Un momento —intervino Esteban—. ¿Y qué hacías a medianoche cruzando el pueblo en bicicleta? ¡Ja!
—Aquí el interrogatorio lo llevo yo —rebatió Bermejo—. Yo pregunto y los demás responden, ¿está claro?
—Sí, sí —admitió Esteban.
—Muy bien —siguió Bermejo y volvió a mirarme—. ¿Qué hacías a medianoche cruzando el pueblo en bicicleta?
—Pero si es lo mismo que he preguntado yo —murmuró Esteban.
Bermejo le fulminó con la mirada y se calló.
—A veces me gusta salir a hacer ejercicio por las noches en mi bici —intenté justificarme; si mencionaba la reunión en el cementerio todo se liaría—. Lo importante es que vi a una persona colarse en el colegio: ¡La entrenadora Frida!
Todos observamos a Frida Schröeder, muy seria, allí plantada.
—Entró por aquí, tecleó el código de acceso y se abrió la verja —continué—. Me pareció muy raro y la seguí a escondidas. La vi entrar en el pabellón central. Y cuando estaba en mitad del patio… comenzó a sonar la alarma.
—Yo apagar alarma, mucho dolor de cabeza —dijo Radu.
—¡En el pabellón central es donde está la sala de trofeos! ¡Ja! ¡Ja! ¡Y ja! —saltó Esteban—. ¿Qué hacía la entrenadora del Catán colándose en nuestro colegio en medio de la noche?
—¡Aquí la única que hace las preguntas soy yo! —exclamó Bermejo.
—Uy, sí, perdón, perdón, es que me pueden las ganas —se disculpó Esteban.
—Veamos, señora Schröeder —dijo Bermejo—. ¿Por qué ha venido a nuestro pueblo esta noche? ¿Por qué razón ha entrado en el colegio Soto Alto? Y lo más importante: ¿Ha robado usted la Copa de la Liga?
Frida no se inmutó, no movió ni un músculo de la cara.
—¡No responde porque es culpable! —afirmó Esteban.
—Yo creo que no responde porque no ha entendido las preguntas —dije.
—Ah, eso también podría ser —reconoció Bermejo—. Los idiomas nunca han sido mi fuerte, ¿alguien puede traducir al alemán?
—Yo saber alemán básico —Radu levantó la mano.
—Traduce, por favor, Radu —pidió Bermejo—. Pregúntale qué hacía en nuestro pueblo y si ha robado la Copa.
Radu asintió y se dirigió a Frida en alemán.
Ella le escuchó con aparente interés.
—Ya lo veo venir —suspiró Alicia—. Seguro que responde eso que dice siempre: «preferiría no hacerlo».
Sin embargo, para sorpresa de todos, Frida soltó una larga parrafada en alemán.
Radu seguía con atención la respuesta y a cada poco movía la cabeza como diciendo: sí… sí… sí…
Todos esperamos a que la entrenadora terminara, expectantes.
—¿Qué ha dicho? ¿Qué ha dicho? —dijo Esteban, impaciente.
—Uf, decir muchas cosas, a ver si yo acordar bien —resopló Radu—. Primero decir que en Alemania ella ganar muchos trofeos en fútbol profesional. Pero que sentir un vacío interior en su persona, porque ella amar fútbol de verdad, y con futbolistas famosos y millonarios perder valores de deporte.
—Qué bonito eso del vacío interior —comentó Felipe.
—Luego decir que ella mucho agradecida a España, a pueblos de sierra y a niños, aquí encontrar sentido del fútbol y de vida —tradujo Radu.
—Es muy profunda para ser alemana —murmuró Esteban.
—Shhhhhhhh, déjale que termine —ordenó Bermejo.
—También decir que año pasado cuando Catán ganar Copa Liga Intercentros ser mejor momento de vida suya —prosiguió Radu—. Esa copa significa trabajo en equipo, fútbol auténtico, valores de amistad y juego limpio… Ella emocionar.
Radu tuvo que detenerse un instante para recordar todo lo que había dicho. Y también porque parecía que se emocionaba al traducir.
—Ah, y por último decir que esta noche de luna llena, ella querer admirar Copa Liga Intercentros a solas —dijo Radu—. Dejó fútbol profesional una noche de luna llena igual que esta. Y solo querer momento íntimo con Copa. Por eso venir a colegio.
—Qué discurso, me ha impactado —admitió Felipe—. Y pensar que en los partidos solo dice «preferiría no hacerlo».
—Los seres humanos son una caja de sorpresas, siempre se lo digo a los alumnos —apuntó Esteban.
—Mira qué eres cursi, director —dijo Alicia.
—A mucha honra —replicó él.
—Sí, es un gran discurso —analizó Bermejo, pasando la mano por su gorra—. Pero, aunque todo sea cierto… ¿Cómo es posible que tuviera el código para entrar en el colegio?
—Eso no hace falta traducirlo —intervino Esteban—. Se lo di yo.
—¿¡Le diste el código de la verja del colegio a la entrenadora del equipo rival!? —exclamó Bermejo.
—Pues claro, se lo di hace dos días —contestó Esteban—. Para que pudiera entrar con el autobús cuando viniera con su equipo. Si no se lo doy, empiezan a tocar el claxon, y al final soy yo el que tengo que venir a abrir, uf.
—Entonces —dijo Felipe—, ¿todos los equipos de la liga tienen la clave para entrar al colegio?
Esteban lo pensó un segundo y dijo:
—Creo que sí. Bueno, menos los de Islantilla, a esos les tengo una rabia…
—Veo que por este camino no llegamos a ningún sitio —zanjó Bermejo—. En resumen: los seis presentes sois sospechosos de haber robado la Copa. Habrá que iniciar una investigación.
—Perdona, pero sospechosos hay muchos —replicó Alicia—. Cualquiera podría haber entrado y llevarse la Copa. ¡Si todo el mundo tiene el código!
—Cualquiera podría haber entrado, pero el caso es que los que habéis entrado sois vosotros —recordó Bermejo—. Por mucho que digáis, no es normal que haya tantas personas aquí, un lunes a medianoche. Abridme la puerta, que voy a entrar a ver si encuentro pistas en el lugar del robo.
Esteban tapó con la mano el control de la verja y tecleó a escondidas el código para dar acceso a Bermejo.
—¿Para qué te tapas si todos conocen el código? —preguntó la policía.
—Por si acaso —contestó él, nervioso.
—Ya puestos, dímelo a mí también, que soy el único que no lo sabe —dije.
—No tiene mucho misterio —respondió Alicia—. El código es 1-2-3-4.
—¡No lo digas en voz alta, que no sabemos quién puede estar oyéndonos! —protestó Esteban.

—¿De verdad es 1-2-3-4? —Bermejo meneó la cabeza—. Y luego se extrañan de que haya robos.
Bermejo entró en el patio y sacó una libreta.
—¿Qué apuntar? —preguntó Radu.
—Cosas de policías —dijo Bermejo, haciéndose la interesante—. Veamos, son las doce horas y cincuenta y dos minutos de la noche. Me dispongo a inspeccionar la sala de trofeos aprovechando que aún no ha pasado nadie más por allí desde el momento del robo…
En ese instante, se abrió la ventana del primer piso en el pabellón central.
—¡Hola, buenas noches! ¡Qué luna tan bonita, eh!
Todos levantamos la vista.
Asomado a la ventana estaba…
—¡Papá! —exclamé—. ¿¡Qué haces ahí!?
—¡Eso digo yo, Francisco! —contestó él a voces—. ¿Qué haces tú aquí a estas horas? ¡Te has escapado de casa sin permiso, te va a caer un buen castigo!
A su lado, en la ventana, apareció mi madre.
—¡Nosotros hemos venido muy preocupados porque nos ha llamado Bermejo diciendo que estabas en el colegio! —gritó ella.
—Pero… pero… ¿¡por dónde habéis entrado!? —preguntó Bermejo.
—¡Anda, esta, pues por la puerta de atrás, por donde entra todo el mundo! —contestó mi madre, como si fuera lo más normal del mundo.
—¿¡El colegio tiene una puerta trasera!? —dijo Bermejo, alarmada—. ¿¡Por qué no me ha informado nadie!?
—Pensé que lo sabrías, mujer —se disculpó Esteban—. La puerta de atrás se lleva utilizando muchos años. Comunica directamente con el campo de fútbol y también con los pabellones.
—¿Y también le has dado el código de acceso a la puerta trasera a todos? —inquirió Bermejo.
—No, no, no, ese no se lo he dado a nadie —dijo Esteban muy serio—. Porque la puerta de atrás está siempre abierta, no necesita código ni nada.
Bermejo se quitó la gorra, agobiada.
—Aquí puede entrar y salir cualquiera… a cualquier hora —se lamentó Bermejo.
—Claro, es el colegio del pueblo, no es un búnker acorazado —confirmó Esteban.
Felipe saludó con la mano a mis padres.
—¡Buenas noches, Juana, Emilio! ¿Por qué habéis ido directamente a la sala de trofeos?
—¡Pues porque Bermejo nos ha dicho por teléfono que se había producido un robo aquí! —contestó mi padre.
—Ya, ¡pero yo os he dado dos informaciones separadas! —se quejó Bermejo—. Os he dicho que vuestro hijo estaba en el colegio y que vinierais a buscarlo. Y, por otro lado, he comentado que se había producido un robo en la sala de trofeos.
—Pues nosotros lo hemos mezclado todo, ja, ja, ja —dijo Juana—. Como Francisco siempre se mete en líos de robos y cosas así con sus amigos…
—Vale, vale, pero lo más importante: ¡no toquéis nada en la sala! —ordenó Bermejo—. Quiero registrar minuciosamente el lugar y buscar huellas o pistas del ladrón. ¡No se os ocurra tocar nada!
—Ups, demasiado tarde —dijo mi madre, sonriendo—. Lo hemos revuelto todo un poco.
Y mostró un cuadro a través de la ventana.
—¡Mirad, hemos encontrado una foto enmarcada de cuando Francisco empezó a jugar con el equipo! ¡Ay, mi pequeñín, qué guapo ha sido siempre! —dijo mi madre.
—¡Así no se puede investigar nada! —gritó Bermejo.
—No te preocupes, Antonia, que yo he sido policía y sé muy bien de qué va esto —avisó mi padre—. ¡Hemos encontrado una pista del robo!
Todos les observamos con mucha atención.
Mi padre se quedó en silencio, asomado a la ventana.
—¡Suéltalo ya, Emilio! —dijo Bermejo.
—Hemos encontrado… unos guantes de portero en el suelo. ¡Justo delante de la vitrina donde estaba la copa robada! —informó mi padre.
—¡Ooooooooooooooooooooooooh! —exclamamos todos.
—Eso significa que el ladrón es… ¡portero de fútbol! —dedujo Esteban.
—Sería demasiado simple algo así —negó Alicia—. Lo único que significa es que el ladrón ha usado unos guantes de portero.
—¡Para no dejar huellas, a lo mejor! —dijo Felipe.
—Bien visto —corroboró Esteban.
—¿¡Y por qué ha dejado los guantes ahí tirados!? —preguntó Esteban.
Frida soltó una parrafada en alemán.
—¿Qué ha dicho ahora la entrenadora? —preguntó Bermejo.
—Decir que es una noche hermosa de luna llena, como primera noche que ella dejar fútbol profesional para siempre —tradujo Radu—. Y que estar muy agradecida a todos habitantes y niños de sierra por acogida y porque ella recuperar amor por deporte…
—¿¡Otra vez con lo mismo!? —le interrumpió Esteban.
—No la censures, Esteban, se ve que es algo muy importante para ella —pidió Alicia.
—Guantes de portero poder ser porque ladrón dejar pista falsa para confundir —añadió Radu.
—Muy interesante, tal vez quiere que acusemos a un portero —señaló Esteban.
—Pero eso, ¿lo ha dicho Frida o es una idea de Radu? —preguntó Bermejo.
—Ser aportación mía, perdón —contestó Radu—. Frida solo hablar de amor por fútbol y luna llena y eso…
—¡Así no avanzamos! ¡Se acabaron las tonterías! —explotó Bermejo, y señaló la ventana donde seguían mis padres—. Emilio, encárgate de que nadie toque esos guantes. Son nuestra principal prueba.
Mi padre se volvió a asomar sujetando dos guantes de portero con los dedos de una mano.
—¡A tus órdenes, Antonia! —dijo—. ¡Nadie tocará estos guantes!
—Pero tú tampoco, Emilio, ¡tú tampoco, que contaminas la prueba! —exclamó Bermejo—. ¡Si es que así no se puede! ¡Subo ya! ¡No os mováis, no hagáis nada!
Bermejo caminó rápido hacia el pabellón.
Los demás la siguieron a buen ritmo.
—Vamos todos, ¿no? —murmuró Felipe.
—Pues claro, no nos vamos a quedar aquí como pasmarotes —respondió Esteban.
Frida, ensoñadora, dijo algo más en alemán.
—¿Sigue hablando de la luna? —preguntó Alicia.
—No, esta vez decir que todavía no cenar y preguntar si haber algún sitio abierto en el pueblo a estas horas —tradujo Radu.
Se perdieron en el interior del pabellón.
Yo me quedé allí un momento, dudando qué hacer.
No tenía ni idea de quién habría robado la Copa.
Pero lo que sí sabía es que aquel misterio era para… ¡Los Futbolísimos!
Helena con hache me estaba esperando. Seguro que cuando le contara todo lo que había pasado, nos poníamos juntos a resolver el robo.
Y…
Justo en ese momento me entró un mensaje de Helena.
A veces parece que puede leerme el pensamiento, lo prometo. Es algo increíble.
Lo leí en la pantalla del móvil.
Helena: Vienes o qué?
Pakete: Sigo en el colegio. Ha pasado algo increíble.
Helena: Ya sé lo que ha pasado. Por eso quería hablar contigo.
¿Ella ya sabía lo que había pasado?
¿Cómo podía ser?
¿A qué se refería?
A continuación, entró otro mensaje.
Prometo que cuando lo leí casi me caigo de culo.
Esto es lo que decía:
Helena: Hemos robado la Copa de la Liga Intercentros. Por eso te he dicho que teníamos que hablar.
¿¡QUÉ!?
¿¡HELENA ERA LA LADRONA!?
¿¡Y QUIÉN MÁS!?
¿¡LOS FUTBOLÍSIMOS HABÍAN ROBADO LA COPA!?
¿¡POR QUÉ!?
ESTABA EN SHOCK.
No era capaz de reaccionar.
Leí varias veces el mensaje para asegurarme.
¡Mi amiga había robado la Copa!
¡Por eso me había dicho que teníamos que hablar!
Entonces, oí la voz de mi madre llamándome desde la ventana:
—¡Francisco, sube aquí ahora mismo! ¡Creo que estos guantes son de tu amigo Camuñas! ¡Tienes que confirmarlo!
