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Los Futbolísimos - El misterio del córner más largo del mundo - Capítulo 10

El misterio del córner más largo del mundo

Los Futbolísimos vol5 cap. 10 apertura
As.com
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Las reglas del penalti córner son muy sencillas.

Cada equipo saca un córner, por turnos.

Si uno marca gol y el otro no, se acabó.

Si los dos marcan, o los dos fallan, hay que repetir.

—Empezamos nosotros —dijo el Cazador.

—¿Y eso por qué? —preguntó Toni.

—Porque nosotros hemos propuesto el reto —contestó la Cefalópoda.

—Déjalos, qué más da quién empiece —dijo Marilyn.

El Cazador colocó la pelota en el córner, preparado para sacar.

Camuñas, bajo los palos, se ajustó la gorra y gritó:

—¡Soy el mejor portero de mi familia!

—Y yo el mejor lanzador de córneres de la liga, Orejas —replicó el Cazador.

Hubo algunas risas.

Todos los jugadores del Catán se prepararon para rematar.

Allí estaba el imponente Gigante, el más alto de la liga. Era imposible cubrirle.

—Yo me encargo —aseguró Tomeo, acercándose a él con decisión.

Le miró de arriba abajo y dijo:

—Encantado, me llamo Tomeo y voy a intentar que no remates de cabeza, aunque lo veo un poco difícil, la verdad.

—Grrrrrrrrrrrrrr —contestó Gigante.

También se preparó para rematar la Cefalópoda. La portera del Catán era muy alta y muy grande.

La verdad es que todos eran más altos que nosotros.

—¿Nos rendimos ya? —preguntó Angustias.

—¡Ánimo, equipo! —dijo Helena—. En un córner no se trata solo de altura. También es importante la colocación, el orden, la disciplina…

—Peor me lo pones —suspiró Ocho—. Nos van a acribillar.

Anita y Angustias se quedaron en el banquillo.

Los demás intentamos cubrir a los delanteros lo mejor que podíamos.

Sin más, el Cazador levantó la mano y sacó el córner.

El balón trazó una curva perfecta y cayó sobre el borde del área chica.

Gigante pegó un salto tremendo.

Tomeo intentó impedir el remate y terminó abrazándole sin querer.

¡Los dos cayeron al suelo!

—¡Ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy!

—¡Ha sido penalti! —gritó el Cazador.

Pero antes de que la pelota llegara al suelo, la Cefalópoda apareció de la nada…

¡Y remató de cabeza!

¡En plancha!

¡PUM!

Fue un remate perfecto.

Potente.

Colocado.

Camuñas no pudo hacer nada.

El balón salió disparado y… ¡entró en la portería pegado al poste!

—¡Goooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooool!

Los jugadores del Recreativo Catán lo celebraron por todo lo alto.

—¡Catán, Catán, Catán! ¡No somos un equipo, somos un titán!

Desde la banda, se oyeron algunos aplausos.

Allí estaba mi hermano con un grupo de amigos.

También alumnos y profesores de otros cursos.

Parecían divertidos con el golazo de la Cefalópoda.

El director del colegio y Radu llegaron a la carrera.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Esteban.

—Nada, estamos practicando para el domingo —respondió Marilyn.

—Mucho raro: dos equipos rivales entrenar juntos —dijo Radu.

—No entrenamos juntos —replicó el Cazador—. Es un reto: penalti córner. El que gane se queda el campo de entrenamiento toda la semana a las seis.

—Eso no lo decidís vosotros —dijo Esteban—. Desde la dirección del colegio, hemos organizado un panel de horarios…

Una voz en alemán interrumpió al director.

Allí estaba Frida Schröeder, la Apisonadora de Leipzig.

Con su voz sonora y fuerte.

—Entrenadora decir que dejar a niños jugar penalti córner —tradujo Radu—. Ser bueno para ellos practicar. Campo para quien ganar.

—Hum —dijo Esteban, sorprendido.

Al lado de la alemana, aparecieron también Felipe y Alicia.

—Me alegra que queráis entrenar por fin —dijo Felipe—. Pero esto del penalti córner es un arma de doble filo: no deberíamos enseñar al Catán nuestra estrategia antes del domingo.

—¿Qué estrategia? —preguntó Tomeo.

—Pues los planes para el córner definitivo —dudó Felipe.

—¿¡Tenemos planes y estrategias!? —exclamó Ocho—. ¿Por qué nadie me ha dicho nada?

—Yo no tenía ni idea —confirmó Camuñas.

—Toma, ni yo… ni yo tampoco… —fuimos diciendo todos.

—Bueno, no nos quedemos en los detalles —intervino Alicia—. Si queréis ganar el penalti córner, al menos hacedlo bien. Ocho, al banquillo. Anita, entras a rematar, que eres la más alta del equipo.

—¡Genial! —exclamó la portera suplente.

Cogí el balón y me encaminé al córner.

Teníamos que marcar si no queríamos que a la primera nos ganaran.

Se oyeron gritos y aplausos desde la banda.

Cada vez se estaba acercando más gente a vernos.

—¡Vamos, Soto Alto! ¡A ganar! —gritó Laura, la madre de Anita y alcaldesa.

—Que solo es un entrenamiento, no metáis presión a los niños —recordó Alicia.

—¡En Sevilla la Chica tenemos espíritu ganador! —afirmó Laura—. ¡Hasta en los entrenamientos!

Me dispuse a sacar el córner un poco nervioso.

Lo que había empezado como un reto entre nosotros, se había convertido en una enorme expectación.

La Cefalópoda estaba en la portería, dando instrucciones a los defensas.

Me concentré en mis compañeros. Dentro del área, estaban esperando para rematar: Toni, Tomeo, Marilyn, Helena, Anita y Camuñas.

—¡Ánimo, equipo! ¡Marcad un golazo, podéis conseguirlo! —dijo Ocho, desde la banda.

—¡O mejor aún: no marquéis y así se acaba esto! —exclamó Angustias, a su lado—. ¡Yo es que no puedo con tanta tensión!

Cuando ya estaba a punto de sacar…

—¡Cariño! ¿Qué haces aquí? ¡Te estaba esperando en casa con el puzle! —gritó mi padre, que apareció a la carrera.

—Papá, ahora no puedo, en cuanto termine voy para casa —respondí.

—¡Francisco, pequeñín, eres el mejor! —bramó mi madre, que también llegó a la carrera—. Menos mal que me ha avisado Marimar, si no, me pierdo esto.

Efectivamente, allí también estaba Marimar, la madre de Helena.

Y mucha más gente que se iba agolpando en el campo de fútbol.

A cada segundo, llegaba más y más gente.

Resoplé.

Mejor acabar cuanto antes con el penalti córner.

Levanté la mano, como había visto hacer a algunos de los mejores futbolistas de la historia.

Creo que los futbolistas profesionales marcaban una jugada concreta con la mano. Yo solo la levanté para avisar de que iba a sacar.

Tomé impulso y…

¡PA-TA-PUM!

Saqué fuerte.

Quizá demasiado fuerte.

El balón voló y voló.

Pasó por encima de la cabeza de la mayoría de los jugadores.

Ay, ay, ay, me había pasado de rosca.

Y cuando ya parecía que la pelota iba a fuera… ¡Helena con hache pegó un salto de espaldas!

Y…

Y…

¡Y remató con una voltereta hacia atrás!

¡Una chilena increíble!

El balón fue directo a portería.

La Cefalópoda se lanzó a atraparlo, pero no llegó.

¡El balón entró directamente!

—¡Golaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaazo de Helena!

La gente aplaudió y gritó con todas sus fuerzas.

—¡Heleeeeeeeeeeena, Heleeeeeeeeeeeeena, Heleeeeeeeeeeeeeena!

Corrí a abrazarme con mis compañeros.

—Vaya churro de córner has sacado —me dijo Toni—. Menos mal que estaba Helena.

—¡Ha sido un golazo en equipo, como siempre! —exclamó Helena.

—¡So-to Al-to ga-na-rá Ra-ra-rá! —gritamos todos.

Habíamos empatado a un gol con el Catán.

—¿Y ahora qué? —preguntó Marilyn.

—Pues muy sencillo —contestó la Cefalópoda—. Ahora repetimos un córner cada equipo. Hasta que uno marque y otro falle.

—Eso puede ser hasta el infinito —dudó Camuñas.

—Igual que en las tandas de penaltis, ni más ni menos —resumió el Cazador.

Los Futbolísimos - El misterio del córner más largo del mundo - Capítulo 10

La verdad es que una cosa era cierta: con la emoción del penalti córner, nos habíamos olvidado por un rato del robo de la copa y de todos los demás problemas.

Frida reunió a sus jugadores en un corro y les dio algunas instrucciones.

Alicia y Felipe hicieron lo mismo con nosotros.

—Aunque solo sea un entrenamiento, es importante ganarles para subir la moral —dijo Felipe—. Recordad que el domingo nos jugaremos el partido, la liga y la temporada en un solo córner.

—Pues yo me dejaría perder, y así se confían —suspiró Angustias.

—Nada de eso, Soto Alto: haced lo que mejor sabéis hacer —soltó Alicia.

—¿Perder? —dijo Ocho.

—¿Lesionarnos? —preguntó Camuñas.

—¿Dormir la siesta? —apuntó Tomeo.

—Que noooooooooooooooooooo —rebatió Alicia—. ¡Jugar en equipo! ¡Pase lo que pase, siempre unidos!

—Ah, eso también, es verdad —recordó Ocho.

—En el próximo córner, dejadme rematar a mí —intervino Toni—. Balón al área pequeña y… zas. Toni Superéstar lo resolverá todo.

—Ahora les toca sacar a ellos otra vez —señaló Marilyn.

—Esta vez no van a marcar —dijo Camuñas—. ¡Vigilad a la Cefalópoda, que ya veis cómo remata!

—Es buenísima —corroboró Anita—. Como portera, como delantera, lo hace todo bien.

—Vosotros también sois buenísimos… más o menos —dijo Felipe.

—Para defender, entra Angustias y sale Pakete —dijo Alicia—. Y luego para atacar, ya veremos.

—Qué trajín, con lo a gusto que estaba yo en el banquillo —murmuró Angustias.

Me fui a la banda.

Angustias era más alto que yo y encima jugaba atrás, era lógico que entrara en mi lugar cuando se trataba de defender.

—¿¡Mi pequeñín al banquillo!? —protestó mi madre—. ¡Entrenadores, no tenéis ni idea!

—Mamá, somos un equipo, todos tenemos el mismo derecho a jugar —repliqué—. Y no me llames pequeñín, por favor.

—Vale, vale, pues nada, yo callada —dijo ella, haciendo el gesto de una cremallera cerrada en la boca—. Ya me pediréis luego que anime al equipo…

Allí apareció también Quique Camuñas.

Y mucha más gente del pueblo.

Se había corrido la voz a toda velocidad.

Nunca había visto tantas personas en un entrenamiento.

Incluso llegó Raquel Niebla, la presidenta de la Liga Intercentros.

Y Álvaro Quincoces, el calvo jefe de los árbitros.

—Muchachos, no podéis jugar al penalti córner sin un árbitro, je, je, je —dijo.

Y salió al campo haciendo sonar el silbato.

El Cazador volvió a colocar el balón en el córner.

—¡Tíralo como quieras, esta vez lo voy a parar! ¡Soy el mejor portero de mi familia! —gritó Camuñas.

—Te repites, Orejas —respondió el Cazador, sin inmutarse.

La gente en la banda empezó a silbar y a gritar.

Supongo que querían despistar al Catán.

Pero con tanto ruido, mis compañeros también se pusieron nerviosos.

El Cazador levantó la mano y mostró el dedo índice.

—¡Cuidado, van a hacer la jugada número uno! —advirtió Camuñas.

—¿Y esa cuál es? —preguntó Marilyn, desconcertada.

No hubo tiempo para más.

Quincoces pitó:

—¡Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!

Y el Cazador sacó el córner.

El balón salió disparado hacia el primer palo.

Allí el Gigante saltó por encima de Tomeo, y peinó el balón hacia el segundo palo.

La Cefalópoda corrió a por la pelota, marcada por Anita, Toni y Angustias.

La jugadora dio un paso adelante, otro atrás, otro más adelante… y los tres defensas se chocaron entre sí y cayeron al suelo.

Con Anita, Angustias y Toni tirados en el césped, la Cefalópoda remató sola.

Ni siquiera tuvo que saltar.

Golpeó el balón con la cabeza, que cayó en picado, rebotó a los pies de Camuñas y…

¡Entró en la portería!

—¡GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL!

—¡Catán, Catán, Catán! ¡No somos un equipo, somos un titán!

¡Otra vez habían marcado!

¡Y otra vez había sido la Cefalópoda!

La jugadora del Catán señaló al público, como si les dedicara el gol.

Allí estaban mi hermano y sus amigos, que aplaudieron tímidamente. Supongo que alguno de aquellos debía ser el Mosca del que tanto hablaba.

—Ha sido culpa de Angustias, se ha tropezado con Anita —acusó Toni.

—Yo lo siento… No sé muy bien lo que ha pasado —se excusó Angustias.

—No ha sido así —replicó Anita—. El primero que se ha tropezado ha sido Toni, te has tirado encima de nosotros dos…

—¡Vamos, equipo, no discutáis! ¡Ahora tenemos que marcar nosotros! —aseguró Felipe.

—Pakete, entras —dijo Alicia, pensativa—. ¡Toni, al banquillo!

—¿¡Qué!? —protestó Toni—. Pero si soy el máximo goleador del equipo, sin mí no tenéis nada que hacer…

—Toni, al banquillo en silencio —avisó Alicia—. Y si sigues protestando, no vuelves a jugar.

La entrenadora se dirigió a mí en un aparte.

—Saca el córner a la posición en la que esté Angustias —me dijo en voz baja.

—¿Angustias? ¿Seguro? —pregunté un poco sorprendido.

—Nadie se va a fijar en él —me explicó Alicia—. Seguro que cubren a los demás y dejan solo a Angustias, ya verás.

Asentí.

Agarré el balón y me dirigí de nuevo al córner.

Helena me hizo un gesto de ánimo.

Teníamos que marcar o habríamos perdido.

Puse el balón en el córner.

El ruido era ensordecedor.

No sé de dónde había salido tanta gente. El patio del colegio estaba a rebosar, no cabía ni un alfiler.

Aquello parecía una final.

La Cefalópoda golpeó el poste con la mano cerrada.

La entrenadora Frida gritó algo en alemán.

De inmediato, los jugadores del Catán se echaron encima de los de Soto Alto. Marcándoles muy de cerca, de uno en uno.

Excepto a Helena con hache, que la seguían dos defensores.

Tal y como había vaticinado Alicia, habían dejado solo a un jugador: Angustias.

El número 2 de Soto Alto andaba despistado en el vértice del área, como si aquello no fuera con él.

Haría caso a Alicia y le intentaría pasar al balón.

Quincoces levantó la mano y pitó:

—¡Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!

Di tres pasos atrás para coger carrerilla.

Me impulsé y saqué el córner con la pierna derecha.

El balón fue volando hacia el exterior del área.

Angustias, al ver que el balón iba directo hacia él, se agachó y se tapó asustado con las dos manos.

—¡No, no, no, a mí no! —exclamó.

La pelota caía justo a su posición.

Todo el mundo en el campo le miraba.

—¡Remata, Angustias! ¡Tú puedes! —gritó Alicia.

El campo se convirtió en un clamor:

—¡Anguuuuuuustias, Anguuuuuustias, Anguuuuuuuustias!

—¡Está muy lejos de la portería, ese remate es difícil hasta para un especialista! —advirtió Felipe.

—¡No seas gafe, Angustias está muy concentrado! —replicó Alicia.

Pero Angustias se había puesto de rodillas en el césped, intentando esconderse.

La gente gritaba sin parar:

—¡Vamos… remata… levanta… arriba…!

Angustias se asomó para ver qué ocurría. Y justo en ese momento…

¡El balón cayó, golpeó en su cabeza y salió rebotado hacia la portería!

—Ha sido sin querer —se disculpó.

El remate pilló por sorpresa a todos.

—¡Apartad, que no veo! —gritó la Cefalópoda, empujando a sus propios defensas.

Tras el empujón de su portera, Gigante levantó las manos para intentar no caer de bruces al suelo.

¡El balón impactó directamente en la mano al defensa del Catán y salió fuera!

—¡Penalti, árbitro! ¡Le ha dado en la mano! —gritó mi madre.

—Le he dado sin querer —se defendió Gigante.

—¡¡¡Penalti, penalti, penalti!!! —coreó el público.

Quincoces miró a un lado y otro, agobiado.

—¿Para qué me meteré en estos líos? —dijo, y al fin hizo un gesto con las manos—. ¡Ha sido mano involuntaria! ¡Se acabó el penalti córner! ¡Catán ha ganado!

—¡Tomaaaaaaaaaaaaaaaa, el campo es nuestro! —exclamó el Cazador.

—¡Nooooooooooooo, ha sido penalti! —respondió Quique Camuñas—. ¡Otra vez nos roban en nuestro propio campo!

Entonces, ocurrió.

Empezaron a caer papeles, almohadillas, vasos de cartón y toda clase de objetos al césped.

—¡¡¡Tongo, tongo, tongo!!! —gritó la gente.

Y cientos de personas… ¡invadieron otra vez el campo del Soto Alto!

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