El ‘Saliba marroquí’ llegó a Ceuta nadando
Zaitouni, de 19 años, con contrato en el Atlético Tetuán, saltó en la frontera entre Marruecos y la ciudad autónoma. “Quiero ser futbolista en España”, dice en AS.

Con apenas 19 años, Mohamed Zaitouni (Tetuán, 2006) ya acumula una vida marcada por el fútbol y por decisiones que lo han llevado más allá de sus fronteras. Con el Atlético Tetuán levantó la liga sub-18 hace dos campañas, y tras alcanzar la mayoría de edad debutó en primera, convirtiéndose en el primer defensa de su edad en lograrlo, ante de tomar una decisión que cambiaría su vida: lanzarse al mar para llegar a Ceuta y buscar una nueva oportunidad. Hoy reside en el CETI (Centro de Estancia Temporal para Inmigrantes), entrena en la playa cada día, aprende español y se aferra a un sueño que nunca abandonó: triunfar en el fútbol profesional.
El pasado 10 de agosto, Zaitouni tomó una decisión que cambió su rumbo. Tras un entrenamiento en el que se sintió sin hambre ni ganas de fútbol, pensó en cruzar a Ceuta. “Fue como un impulso, algo instintivo”, confesó. Esa misma noche, vestido de calle, caminó por la orilla desde Castillejos y, al llegar cerca de la aduana, se lanzó al agua. “Tardé media hora y ni siquiera sentí cansancio”. Cuando pisó tierra ceutí lo invadió una sensación de alivio: “Sentí que todo ese peso que llevaba detrás desaparecía”. Pasó desapercibido entre un grupo de jóvenes hasta el amanecer y después fue trasladado al CETI, donde dice sentirse agradecido por la acogida y el trato recibido.
Como futbolista, Zaitouni combina físico e inteligencia. Con 1,89 de altura, destaca por su poderío físico para frenar rivales además adaptarse bien a espacios pequeños para sacar la pelota del área. Tiene buena salida de balón, lo que le permite adaptarse tanto como central como pivote defensivo, y una buena coordinación que le ayuda a anticipar jugadas ofensivas. “Mis compañeros me decían que tengo visión e intuición para leer el partido”, afirma. Su estilo es el de un zaguero moderno, capaz de defender con contundencia pero también de iniciar jugadas desde atrás.
Su historia con el balón empezó como la de cualquier niño marroquí, en la calle, jugando con amigos que pronto lo animaron al ver en él físico, inteligencia y visión de juego. “Mis amigos me decían que tenía cualidades de futbolista”, recuerda. A partir de ahí convenció a su padre para que lo apuntara en el filial del Atlético Tetuán. En 2018 decidió dar un paso más y marcharse al FUS de Rabat, donde experimentó lo que era sentirse verdaderamente profesional: “Ahí todo corría a cargo del club, desde el hogar hasta la comida o el material… con muy poca edad ya me sentía un jugador de verdad”. El regreso a Tetuán con la pandemia le permitió vestir de nuevo la camiseta rojiblanca, pero ahora con otra mirada: la de alguien que había convertido la pasión infantil en una carrera.
En esos años se definió también su identidad futbolística. De niño lo comparaban con Badr Banoun, pero con el tiempo se quedó con el apodo de “Saliba marroquí”, por el parecido físico con el central del Arsenal y la forma de jugar que compartían. “Siento que tengo cualidades similares en cuanto a juego y defensa”, reconoce. Sus actuaciones respaldaban ese apodo. En julio de 2024 conquistó la liga sub-18 con el Atlético Tetuán tras una final épica contra Berkane en la que marcó el gol del empate antes de la tanda de penaltis. Ese mismo año debutó en Primera División con apenas 18 años, convirtiéndose en el primer defensa de su edad en lograrlo. “Jugar en la liga ya es un sueño, pero yo quiero abarcar más”, asegura con ambición.
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Ahora, su día a día en Ceuta gira en torno al fútbol y la adaptación. Entrena a diario para mantener la forma física, juega en la playa con amigos y dedica tiempo a aprender español, algo que considera clave. “Voy pillando poco a poco, pero es muy importante”, dice. En el CETI, rodeado de compatriotas, asegura sentirse como en casa, aunque echa de menos a su familia. “Aquí me llaman ‘Saliba Marruecos’, y eso me anima”, cuenta entre risas. Su horizonte está claro: probarse en el fútbol español, quizá en Primera o Segunda RFEF, sin descartar Ceuta. “Quiero ser futbolista y lucharé por ello”, resume convencido, dispuesto a abrirse camino en España con la misma determinación con la que un día se lanzó al mar.
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