Tras 10 días, penitencia

El Castilla pierde... diez días después. El partido interminable terminó. Debía jugarse el domingo 7, fue el miércoles 17. Una espera que terminó en pesadilla. Con la tropa de Arbeloa estrellada contra un muro. Contra un equipo maduro, hecho. Contra un ejército que aprendió de los errores de la pretemporada. Contra un Racing de Ferrol que se pone el disfraz de líder. Tres partidos, nueve puntos. Antónimo a un filial blanco que cae de nuevo (segunda derrota consecutiva) y olfatea la zona caliente (tres puntos). Los de Pablo López se sabían la receta de memoria. Y la cocinaron. Llegaron a Valdebebas para ver, defender y vencer. Sin necesidad de morder demasiado. Ni hizo falta. Un zarpazo de Pascu al abrigo del descanso fue suficiente. Porque el Castilla, sin Rachad, se ha quedado sin dientes. Y sin gol, ya saben, no hay paraíso.

Hasta ese tanto, el protagonista fue el FVS. El VAR light, que se puso el traje de luces. Primero, gol anulado a Escobar por fuera de juego milimétrico. Después, Manuel Camacho entendió que un codazo sobre Joan Martínez no fue suficiente como para teñir una amarilla de rojo. No llovió a gusto de nadie a través del monitor. Pero menos al de Arbeloa, que se lamentó tras el duelo: “No puedes ir con el brazo al cuello de un jugador, pero después de lo que pasó el domingo pasado, ya ni me sorprenden las decisiones de los árbitros. El nivel es el que hay. La excusa de que son cosas del directo, de que pasan las cosas muy rápido ya no la tienen. Y creo que los errores siguen estando y es lo que toca durante todo el año”

Fue el Racing el que mejor respondió a tanta interrupción. Los blancos controlaban, pero no mataban. Y ante ese dominio romo, donde los kilómetros de Thiago y los escarceos de Bruno y Diego Aguado en banda izquierda eran oasis en un desierto de ocasiones, apareció Pascu. Un córner cuando la bocina tintineaba y el 10 pescó. Solo, en el corazón del área, agujereó la red. Y a partir de ahí, resistencia numantina. Aunque desde Ferrol.

Mucho tiempo para remontar, pero el Castilla no encontró el ADN. Los blancos tuvieron una tarde negra en la creación y Parera solo sacó los guantes para despejar o para blocar. Sin llegarse a asustar. Un guardameta muy bien protegido por un Edgar Pujol que se conoce todos los recovecos de Valdebebas. Hoy, del Campo 7, para preservar un Di Stéfano sobreutilizado.

Palacios, 412 días después

Arbeloa movió el árbol, pero no cayeron frutos. Al menos hubo redebut de Palacios, 412 días después de romperse el cruzado en pretemporada con los mayores. La única alegría del duelo. César entró junto a Yáñez y Fortea. Una dupla que amenazó, sin suerte. Lateral y extremo pisaron tierra hostil con asiduidad, pero el Castilla se presentó sin rifles a la batalla. Mucho ímpetu, mucha posesión, poca suerte. Y así es imposible derribar un muro como el ferrolano. Sin fisuras, aunque el partido hubiera durado otros diez días más.

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