Desafinando bajo la lluvia

La lluvia, más que una maravilla, fue una pesadilla. Protagonista y villana. Responsable de que el partido se jugase sobre un auténtico patatal. Y de ahí empieza cualquier análisis, cualquier crónica. En Madrid ha llovido en 21 de los últimos 22 días. Es un no parar. Como una maldición. Y también para el Di Stéfano, que si hace un par de semanas empezaba a dar síntomas de destrozo, esta noche fue un desastre. Impracticable. Pero el fútbol no es clemente a excusas. Y ahí se tuvo que jugar uno de los mejores partidos que se pueden ver en la categoría en estos momentos. Un cara a cara entre rivales directos. Una lucha de gigantes. Deslucida, diferente. Y con la pólvora calada, claro.

Fue un partido de fútbol sin fútbol. De esos que te obligan a improvisar jugadas, ataques, estrategias. El balón apenas rodaba e intentar correr más de 30 metros con él era una odisea. Prohibidos contragolpes, boicot al tikitaka. Abran paso a los centros laterales. A ese deporte que es el deporte de siempre, pero parece otro. Exigiendo más corazón que cabeza. Un combate sobre el barro en el que se desenvolvió mejor el Castilla. Con sus momentos de dudas, con sus despistes defensivos. Pero tuvo muchas, muchas más oportunidades. Y por eso el empate le sabe a especialmente poco.

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También porque no le valía. Era una noche para mandar un mensaje a la categoría: soy un equipo que tumba a los de arriba y merezco estar entre ellos. Sentarme en esa mesa. Subirme a ese tren. Bala al aire. El Murcia, tal vez en canoa, pero se marchó con vida. Sumando un punto que no le convence, pues supone una oportunidad de oro al Ibiza para dar cuarto de estocada al ascenso directo, pero ya saben esa ley no escrita: si no puedes ganar, al menos no pierdas. La lectura es que el Castilla sí tuvo muchas para ganar. Y perdonó.

En busca del Gonzalo perdido

Víctima de sus propios errores y de un Gianfranco Gazzaniga (sí, hermano pequeño de Paulo, guardameta del Girona) que se puso la capa de superhéroe. Suya fue la mano que evitó el gol cantado de David Jiménez en la primera parte, con la fortuna de que, al estar el campo tan embarrado, el rebote le quedó muerto en los guantes. También salvó un pase de la muerte de Jacobo y un trallazo de Rivas desde la frontal. Ante el que tuvo poco trabajo, fue Gonzalo. Sigue en 21 goles, acechando los 25 de Mariano, pero sin terminar de dar el bocado definitivo. Y ‘sólo’ quedan nueve jornadas.

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El poste de Saveljich

El Murcia, agazapado en área propia, tuvo varias para convertir el diluvio en tsunami. La más clara fue de Saveljich, quien remató de cabeza a la salida de un córner y se topó con el poste izquierdo. Minutos después, porque así de caprichoso es el guionista de este deporte, fue expulsado por roja directa tras una entrada a Gonzalo. Discutible. De naranja. Llega tarde, pero tampoco supone una entrada del todo peligrosa para la integridad del rival. López Jiménez, catalán, no lo dudó. Pero con diez, el Murcia no se hizo pequeño.

Cuatro empates seguidos

Insistió y asustó, pero no lo encontró. Tampoco el Castilla, que tuvo ocasiones hasta el mismísimo 94′. Pero no marcó. Y la lectura tiene dos caras: sólo ha perdido uno de los últimos 13 partidos, pero también encadena cuatro empates seguidos. Y dos seguidos en casa sin marcar. Y sin victorias, no hay paraíso. No hay promoción. No hay ascenso. A él se agarra el Murcia, como un clavo ardiendo que, tal y como está la noche, calienta bajo la tempestad. Se asegura continuar en playoff, se queda a 2 puntos del Ibiza (líder y, por tanto, ascenso directo) y le gana el golaverage al Castilla. Por si las moscas. Punto final en el Di Stéfano. En el patatal. Reparto de puntos. Ambos las tuvieron, pero fue imposible. Lo que pintaba a canto, acabó siendo un gallo bajo la lluvia.

Clasificación

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