ENTREVISTA | ADRIÁN RIQUELME (VOZ)
Claim: “Una canción sin mensaje es una oportunidad perdida”
AS charla con Adrián Riquelme, de Claim, la última banda surgida de la huerta murciana del que no dejarás de oír hablar, aunque llevan mucho tiempo tocando, tanto que ‘Arde Bogotá' fueron teloneros suyos en Cartagena. Como Carlos Alcaraz, compañero de club de Adri.
“La buena arquitectura es capaz de convertir al promotor, al arquitecto mismo y a cualquier visitante ocasional en personas sensiblemente mejores”. No hay un grupo como Claim que responda mejor a ese principio japonés sobre la arquitectura porque eso mismo provocan sus canciones. Las de Claim. Llegados de Murcia, como MClan, Second, Viva Suecia o Arde Bogotá, que en la huerta no dejan de florecer bandas, su nombre responde a un acrónimo, a la suma de las iniciales de Cuanto Lío Alrededor de Irrelevantes Movidas, y a las ganas de contar una generación, la millenial, llena de contrastes. Llegaron antes de la pandemia y después pararon para regresar con más fuerza, un último disco llamado ‘Bengala’ como declaración de intenciones. Con letras cercanas y descriptivas que hablan de cosas profundas como la depresión, la paternidad o la oscuridad sin dejar de llevarte los pies. ‘Hermoso caos’. Entre ritmos africanos, la guitarra de Gonzalo Magaña, el bajo de Ramón Gómez y la batería de Ale Meseguer, con la voz de Adrián Riquelme, grave como la de Leonard Cohen, abrazando el arte. No sorprende. Es arquitecto. Y no el único del grupo.
Ustedes son músicos… Y también arquitectos. ¿Cómo es eso?
Sí. Somos arquitectos. Ramón, Gonzalo y yo. Todos del barrio del Carmen de Murcia, bueno, Gonzalo es adoptado, porque en realidad es de Castellón. Ramón y yo nos conocemos desde chiquiticos. Hemos ido al cole juntos, al instituto, la Universidad… Allí fue donde conocimos a Gonzalo. Pero, realmente, el único que ejerce a día de hoy soy yo, en un estudio del que soy socio.
¿Entonces puede decirse que Claim nace en la cafetería de la Universidad?
Nosotros teníamos en la Universidad el típico grupo de la Universidad. Odry. Después de un par de maquetas y demás vino la crisis, estábamos terminando carreras y cada uno se fue a vivir a una punta de Europa. Yo estuve por ahí dando tumbos. En Turín, Roma, Amsterdam.
¿Cómo arquitecto?
En Roma gané una bolsa de estudios, una beca, no sé ni como, para hacer especialización en patrimonio y museanización y luego ya me fui a Holanda a trabajar como arquitecto. Entonces perdimos un poco la esencia, lo que nos unía. Seguíamos siendo amigos, lógicamente, pero se dio la casualidad de que volvimos casi a la vez a España y a Murcia, y teníamos ahí el gusanillo de Claim. Quedamos a tomarnos algo y Ramón me dijo que había que había que volver a montarlo, “como fuera”. Él originalmente ya no quería ser bajista, quería ser mánager, pero luego al final reculó (ríe).
Esto es 2017. Cuando se fundan como Claim, que, por cierto: ¿cómo se pronuncia: ‘Cleim’ o Claim?
A ver, a nosotros se nos da muy mal poner nombres (risas). Lo resume perfecto el de nuestra banda. Y yo suelo decir Claim porque es un acrónimo: Cuanto Lío Alrededor de Irrelevantes Movidas.
Maravilloso.
Pero claro, qué pasa, que es una palabra súper utilizada en inglés y en el mundo de los negocios y, a la hora de posicionamiento en Google, que nos busquen y demás, es muy difícil. Normalmente la gente está habituada a leerla en inglés, ‘Cleim’. Pero a nosotros nos da igual. Respondemos a los dos nombres (ríe).
Y ¿por qué ‘Cuanto Lío Alrededor de Irrelevantes Movidas’?
Es la definición de la manera que nosotros tenemos de ver la vida. La idiosincrasia del grupo ha sido casi siempre narrar la visión de una generación un tanto peculiar. La nuestra, los Millenial. Mitad expatriados, mitad no. Que reniegan de su tierra y al mismo tiempo la alaban y no pueden vivir sin ella. Que han vivido unas circunstancias laborales duras, difíciles, pero al mismo tiempo han tenido una infancia como muy dulce, muy sencilla. Están llenos de contradicciones y ‘Cuanto Lío Alrededor de Irrelevantes Movidas’ era algo que lo definía muy bien todo.
Sus letras son muy profundas. A la primera escucha uno ya siente que hablan de uno mismo.
Los músicos tenemos un privilegio, que es tener la posibilidad de decir algo. Una canción sin mensaje es una oportunidad perdida.
Qué bueno.
Ya que le dedicas el tiempo… No sé si mejor o peor pero el hecho de hablar de cosas cotidianas, con un punto de vista o una mirada más descriptiva, ser capaces de sacar momentos cómicos de la oscuridad, de la depresión o la ansiedad, que son temas que también hemos tocado, sobre todo como muy desde dentro, desde un punto sincero pero tampoco llevándolo al dramatismo. Yo creo que al final es una cosa que nos pasa a todos. Que oye, yo tampoco quiero ser un amargado de la vida pero me pasan todas estas cosas y a veces no sé cómo definirlas. Y ser capaces de poner palabras o definición a un sentimiento que, seguramente, es común a un montón de personas es parte de lo que nosotros queremos hacer y, cuando nos lo dicen, ya no te sientes solo en tu canción y es una forma de desahogarte, por un lado, y, por otro, de hacer arte.
Comienzan en 2016, tocan en festivales, incluso en el Sonorama, adonde van a volver en la edición de 2024…
En 2018 tocamos en la Plaza del Trigo y en 2019, en el recinto, lo que pasa es que nosotros tuvimos ahí un pequeño naufragio, una pequeña travesía en el desierto, y ahora estamos ahí otra vez, levantando cabeza.
¿Qué pasó?
Realmente no fue algo voluntario. El tropezón fue un accidente. El último concierto que hicimos para cerrar gira del disco ‘Sofá Paraíso’, el anterior a ‘Bengala’, fue en febrero de 2020, en Sevilla. Y nosotros, con nuestros mánagers de ‘Son Buenos’, teníamos la sensación de que debíamos parar, pensar, replantearnos un montón de cosas, de que algo se había roto. Y nos detuvimos. Dejamos el sello… y vino la pandemia. Para nosotros fue bastante difícil luego salir de ese parón. ¿Por qué? Porque en ese momento aún había gente interesada en nosotros pero cuando pasó todo aquello fue un silencio obligado, sin oficina un montón de tiempo… Y nos ha costado volver a salir. De hecho ‘Bengala’ habla un poco de eso, de esas ganas, de ese ejercicio de resistencia que hicimos, pero que al final también, uno llega un momento que ha decir: “Oye, necesitamos ayuda”, y estar dispuestos a pedir ayuda, saber que la necesitas y luego darte cuenta que hay un montón de gente dispuesta a echarte una mano. Y fuimos a nuestro antiguo sello y nosotros que pensábamos: “Joer nos van a mirar con una cara de ‘ya os vale’ y fue todo lo contrario”. Ahora estamos en un idilio, porque esta gente, trabajar con ellos es la hostia, nos han vuelto a coger, saben de nosotros, de nuestro potencial, han creído en nosotros y por fin estamos otra vez tocando que es lo que nos gusta. Y haciendo música.
¿Cómo es volver después de ese parón tan largo?
Es maravillo, qué te voy a decir. La pandemia fue muy rara, pero ya sabes, eran conciertos extraños. En streaming, sentados, difíciles para el público y también para los músicos, porque al final uno toca también porque tiene que tener esa conexión y cuando el público no se puede mover, en un concierto de rock… El hecho de volver a subirnos a un escenario, a estar con los compañeros en una furgoneta, a tirar kilómetros, a ver que van saliendo conciertos en la gira… Es un privilegio. Yo me siento así.
Han sacado un montón de fechas.
Tenemos festivales hasta octubre y vamos a muerte con ellos y faltan fechas por salir, y hasta octubre estamos centrados en eso. Una vez entre el otoño haremos salas, no muchas, pero sí que elegiremos algunas ciudades. A Madrid volveremos.
Su último disco, ‘Bengala’, tiene muchos ritmos africanos. No sé si es común en las bandas españolas de rock-indie. Es como estar bailando en una pradera.
Mola. En la parte directo seguramente es una de las cosas que más nos caracteriza y por lo que la gente se queda. En la experiencia, en ese recuerdo. Esta historia nos viene del primer disco que sacamos con Claim. Fuimos juntos a Cuba y teníamos esa inquietud por utilizar ritmos más allá que los estandarizados para el rock, que vengan de influencias afrolatinas. Siempre lo habíamos tenido en anteriores canciones, lo habíamos hecho pero tímidamente y, quizá por el hecho de este parón, del ahora o nunca, que no sabes cuando va a ser el próximo disco, nos hemos quitado la careta y nos hemos lanzado más a utilizar viento, los yembes… No nos ha pesado y estamos muy contentos de haberlo hecho de una manera abierta, sin miramientos.
Suena distinto. Mueven la sangre.
A nosotros nos salió desde el principio y nos lo pasamos muy bien, a parte del tema del mensaje. ‘Bengala’ tiene una letra de una persona que lo está pasando mal, tiene un envoltorio de todo lo contrario y es parte de las contradicciones que a nosotros nos encantan.
¿Que tiene Murcia? A nivel de bandas hoy en día todo pasa por Murcia.
El solecito, los arroces, la huerta (ríe)… No tengo ni idea pero te puedo dar un dato que leí hace no mucho, que Murcia era la ciudad de España con más locales de ensayo por habitante. Y eso ya te está diciendo algo. Están todos cubiertos, incluso para nosotros que ya estamos en nivel profesional te cuesta encontrar. Y, por otro lado, existe una sensación de barrio, de compañerismo, que no sé si en otros lugares se da mucho. Nosotros tenemos a ‘Second’ desde el principio, que nos marcó un poco el camino, y el resto nos ha ayudado muchísimo. Por ejemplo ‘Viva Suecia’ nos dejó los sintetizadores de efectos cuando tuvimos que grabar la primera maqueta y con ‘Arde Bogotá’ nos llevamos también de puta madre. Al principio compartimos sala, después, en el Vibra Mahou Fest de León en marzo nos dejaron la furgo. Existe una especie de vínculo entre nosotros que hace que las bandas que vienen por detrás se animen y lo tengan más fácil. También existen personas que están en la sombra, que mueven mucho a nivel industria y que lo hacen en gran medida por amor al arte y eso es mucho. Llámese Claudia orellana o Toni Serrano. Pero hay más.
’Arde Bogotá', precisamente, desde hace un año el grupo indie que más suena en España, fueron teloneros de Claim y al revés. Cuénteme esa historia.
Es una historia que, yo creo, pocas veces se puede repetir porque el ascenso de ‘Arde Bogotá’ sucede una vez en mil años. Ha ido tan rápido que Claudia Orellana siempre dice una anécdota: “Es que no han cargado amplis”. Ellos en 2019 empezaron en Cartagena y nos hicieron de teloneros allí, algo que piensas hoy y parece impensable, pero así fue. Tenían un proyecto, que habían sacado una canción en Spotify y se veía que era algo muy personal, diferente, que había talento, mucho detrás, y de la mañana a la noche han pegado un subidón que se merecen totalmente. Su ascenso coincidió con nuestro silencio, como quien dice, y estuvimos súper orgullosos de telonearles en la plaza de toros de Murcia. Y ahí está un poco la gracia: nosotros les hicimos de teloneros en Murcia y ellos a nosotros en Cartagena.
¿Qué música escuchaba de chico usted en su casa?
Recuerdo todas las mañanas bajar al colegio con ‘Simply Red’, que la ponía muchísimo mi madre. ‘Queen’ ' Oasis’ era otra de las bandas que yo oía muy a menudo. El disco en solitario de Paul McCartney, Peter Gabriel, Phil Collins…, mi madre iba un poco por ahí. ¡Es que yo he pasado muchas en su coche! Y luego, recuerdo, me despertaba con Leonard Cohen, y creo que eso me ha podido influir. La voz y cadencia, tan graves.
En deportes son del Madrid y les gusta el tenis.
Soy del club de Carlos Alcaraz. Real Sociedad Club de Campo de Murcia Del Palmar. Yo le he visto jugar desde que tenía seis años. La verdad es que no es un club muy grande y cuando sale un fenómeno como Carlos se ve venir. Lo que pasa que tú lo dices por ahí y la gente te mira raro. Yo siempre decía: “Hay un chaval que tiene ocho años en mi club que es que juega, no llega a la altura de la red, pero como juega...”. Luego, según iba creciendo. Joer macho, con 12 años. El año pasado fui con mi chica y mi hijo a París y coincidía con la primera ronda de Roland Garros y me invitó su padre a primera ronda. Así que gozando de Carlos.
¿Ha jugado alguna vez contra él?
No, qué va, he tenido el mismo monitor, su primer entrenador, Kiko, pero yo soy patán, eh. Enfrentarnos nunca (ríe).
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