Agarrón, embestida y fiesta

Respira el Castilla tras hiperventilar. La orilla está más cerca. Mucho más. Virtualmente, los de Raúl la tocan y evitan el infierno. En un partido de tensiómetro. Con Álvaro Rodríguez embistiendo. Con errores groseros. De Cañizares para convertir en maremoto un partido que había calmado las aguas. De Martínez Montalbán, un colegiado que no silbó tras un penalti (clarísimo) a un Toro que estuvo en todas partes. Con nervios. Con el filial blanco sellando una salvación que aboca al pozo a un San Fernando que desapareció tras el descanso. Un duelo resuelto entre agarrones y embestidas que terminó en fiesta blanca.

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Apenas comenzó a rodar el balón, la tensión tomó cuerpo. Un resbalón acercaba el infierno. Un paso adelante lo alejaba. Alfredo Santaelena pulsó el botón de la revolución. Ya se barruntaba tras el humillante 5-0 ante el colista. “Mi peor partido como entrenador”. Hasta el portero, Arana por Fuoli, cambió el otrora centrocampista de Atleti o Depor. Sus chicos escucharon la alarma y quisieron el balón. El Castilla, expectante. Un dominio romo el de los isleños, eso sí. Mientras los de Raúl, acostumbrados a amenazar pero no matar, se acomodaban en campo propio. Cristian Herrera, Dani Aquino... El San Fernando olfateaba el gol sin pegada. Y sin paraíso y con las estrecheces clasificatorias, aparecen los nervios. Los errores. Uno por bando que cambiaron todo y nada.

Primero un resbalón. En una jugada timorata, el Toro embistió. Se escurrió la zaga azulina y allí estuvo David González, sorprendente titular por delante de Palacios. El burgalés sirvió un centro medido y Álvaro Rodríguez cabeceó un misil a la escuadra. Tras siete partidos, el 9 encontraba la red. El Castilla acariciaba la permanencia virtual. Y cerca estuvo de abrocharla Nico Paz. Por partida triple: dos testarazos y un zapatazo. Tres ocasiones que se toparon con los guantes de Arana. Al abrigo del descanso perdonaba el tinerfeño y sobre la bocina, jarro de agua helada. Falta no pitada sobre Manuel Ángel, contragolpe fugaz del San Fernando y error grosero de Cañizares. Mucho. El cabezazo de Carlos Blanco tenía peso, pero el veneno se lo puso el meta castillista. Ni paró ni blocó. A la orilla del descanso se rompieron los remos. Sufrir y soñar para volver a empezar.

El penalti de la discordia

La primeras paladas hacia la salvación las dio el Castilla. Mucha presencia en el área isleña, un voleón de Manuel Ángel que acarició el larguero.... Avisos en medio de un segundo tiempo con la presión por encima del sol gaditano. Y de repente, la presión se convirtió en clamor y alivio. Según al aficionado que pregunten. ¿El motivo? Un penalti claro, clarísimo, que Martínez Montalbán se comió. José Carlos, con amarilla, se llevó puesto a Álvaro Rodríguez. Un agarrón clamoroso que se fue al limbo y al Toro arrodillado, pensando en el VAR. A Raúl animando a los suyos, evitando bajadas de brazos.

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No lo hicieron. Una presión de Álvaro, otra vez el Toro, casi acaba en la red al taponar un despeje de Arana. A punto de sumarse el meta al partido de las desdichas. Por centímetros. Y poco después Álvaro, otro vez el Toro, filtraba un pase a la espalda de un San Fernando inerte tras el refrigerio. Allí estaba Palacios para definir. Llevaba unos minutos en el campo y celebró con la rabia que marca la importancia. No fue un tanto más. Era el tanto que alejaba los fantasmas. Un gol de oro. Y el broche, Álvaro. Otra vez el Toro. Sobre la bocina dribló a Arana y a la jaula. Con cuatro partidos por delante, los isleños, el límite con el infierno, a nueve puntos del ejército de Raúl. El Castilla, virtualmente salvado. Del agarrón al festival.

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