La crónica del milagro de Xabi Alonso
El técnico español cogió al Leverkusen en penúltima posición de la tabla y lo hizo campeón por primera vez en su historia.
Hubo dudas, pero al Bayer Leverkusen no le tembló el pulso cuando presentó a Xabi Alonso como entrenador el 5 de octubre de 2022. Se trató de una apuesta arriesgada dado que el ex de la Real Sociedad B nunca había ocupado un banquillo en la élite.
El tolosarra era la pieza que le faltaba al Leverkusen para hacer algo grande. Un año y medio después, el equipo de Xabi es campeón de la Bundesliga por primera vez en su historia y después de un total de once temporadas de hegemonía bávara. Histórico.
Quizá el Leverkusen hizo caso a las palabras de José Mourinho, extécnico del campeón del mundo de 2010 durante su etapa en el Madrid, que dijo lo siguiente allá por 2019. "Su padre fue entrenador, creció de forma parecida a la mía. Luego se hizo jugador, mucho mejor que yo, por supuesto. Jugó en España, Inglaterra y Alemania. Fue entrenado por Guardiola en el Bayern, por mí y por Ancelotti en el Real Madrid y por Benítez en el Liverpool. Si juntamos todo eso, Xabi reúne las mejores condiciones para ser un muy buen entrenador". Cinco años después, Xabi demostró que el portugués no ha estado demasiado equivocado en su predicción.
Sobre todo teniendo en cuenta cómo se gestó la consecución de la ensaladera. Cabe recordar que el excentrocampista se hizo cargo de un equipo que Gerardo Seoane, antecesor del vasco, había dejado en penúltima posición de la tabla en Alemania.
Su primera temporada tuvo luces y sombras. Debutó endosándole un póker al Schalke, pero también vivió tardes amargas como aquella de la manita (5-1) ante el Eintracht.
Sin embargo, Xabi supo que el objetivo de su primera temporada en el BayArena pasaba por salvar los muebles y lo logró con matrícula de honor. El español sacó a los renanos de la zona de descenso para cerrar el curso en puestos de Europa League.
Entonces ocurrió la magia. De la mano del director deportivo Simon Rolfes, que dotó al equipo con las piezas que el míster consideraba necesarias para triunfar, Xabi aprovechó el verano para hacer un lavado de cara exhaustivo e implementar su filosofía.
Su equipo debía ser reconocible. Basándose siempre en el control y la posesión, pero a la vez buscando la verticalidad por las bandas y la presión ofensiva tras pérdida. Versatilidad. Y las piezas encajaron.
Xhaka y Palacios aportaron control. Grimaldo y Frimpong profundidad. Tah y Kossounou solidez. Boniface el gol. Y Wirtz, el chico prodigio, la magia. Una orquesta sinfónica vestida de corto. Pero la cosa no queda ahí.
Además de entregar a sus jugadores las herramientas necesarias para plasmar su idea sobre el terreno de juego, Xabi entendió que la clave de todo estaba en el vestuario. En saber a todos y cada uno de los suyos detrás de sí. No quiso un once. Quiso un equipo.
El técnico consiguió que todos se sumaran a la causa a base de minutos como ocurrió, por ejemplo, con Stanisic, lateral que llegó cedido procedente de un Bayern que prefirió gastarse 30 kilos en Boey del Galatasaray. El que triunfó fue Stanisic... y el Leverkusen.
Otro ejemplo de la fuerza como bloque del conjunto de las aspirinas se puede ver en el reparto de goles: Boniface (18), Wirtz (17), Frimpong (12), Grimaldo (11), Schick (11), Hofmann (8), Adli (8), Hlozek (7), Tah (6), Tella (6), Palacios (5)... Todos aportan.
Sus pupilos le siguen porque saben que Xabi también triunfó como jugador. "En las sesiones corre más que nosotros, quiere enseñárnoslo todo", llegó a decir Xhaka en DAZN. "Es un tipo ambicioso. Para mí es un honor conocerle. Sobre todo como jugador ya fue alguien brutalmente entusiasta sobre el terreno de juego. Está hambriento de éxito y de perfección ". Y su Leverkusen la ha rozado durante esta histórica temporada en la que ya ha levantado un título. Quedan dos por disputar (Pokal y Europa League). Y Xabi y su banda los quieren todos.
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