ONE CLUB WOMAN | AINTZANE ENCINAS
Aintzane: “Las de mi generación éramos supervivientes del patio”
Futbolista de la Real Sociedad desde su fundación hasta superar los 380 partidos, se retiró con 29 años. “Ni vivía del fútbol”, dice a AS la segunda protagonista del serial ‘One Club Woman’.
“Era muy rápida, jugaba al espacio y me gustaba asociarme con mis compañeras”, recuerda Aintzane Encinas (San Sebastián, 1988) al charlar con AS como segunda protagonista del serial ‘One Club Woman’. Su conversación también es veloz, dinámica, une pasado y presente a través de las palabras de una futbolista que jugó en la Real Sociedad desde su fundación en 2004 hasta superar los 380 partidos. “¿Tú nunca sonríes?”, le preguntó Iñigo Domínguez, el que sería su primer entrenador como txuri-urdin, antes de comunicarle que era una de las elegidas: “Pues empieza a hacerlo porque vas a jugar en la Real...”. Se retiró 13 años después habiendo lucido, por supuesto, el brazalete de capitana. A la espalda, llevaba el 20. “No poder vivir del deporte que estabas haciendo, ni siquiera para mantenerte, era complicado. Llevar muchos años en la élite también desgasta”, detalla antes de reflexionar sobre eso de dar paso a las jóvenes. Esas mismas que hoy prepara como entrenadora del tercer equipo guipuzcoano, el de su vida: “Las de mi generación éramos supervivientes del patio. Ahora se quedan menos en el camino...”.
—¿Qué tal le va lejos del verde?
—Hoy en día entreno jugadoras de 14 a 17 años, el tercer equipo de la Real. Hasta hace poco solo había uno. Soy parte del club desde que dejé de ser jugadora, quisieron contar conmigo. Este es mi sitio. Estoy disfrutando mucho de ver cómo les brillan los ojos cuando les cuentas cosas del juego, del fútbol...
—¿Cómo ha cambiado esto con respecto a cuando usted empezó?
—Mucho. Cuando yo empezaba a jugar estábamos las chicas de todas las edades juntas, daba igual que tuvieras 15 años que que tuvieras 35. Jugabas en el mismo equipo y eso hoy en día cada vez se da menos, solo en casos puntuales de jugadoras muy destacadas. Antes como éramos pocas, jugábamos todas juntas. En nuestra época tampoco pisábamos el gimnasio y cuando lo pisamos, ya estábamos años en la élite. Hoy en día, no solo eso, sino los recursos, la inteligencia emocional, los campos, prevención deportiva, nutrición... Hoy en día el camino es muy parecido al del masculino.
—Jugó en la Real Sociedad desde su fundación, ¿cómo surgió esa oportunidad?
—Yo ya quería jugar en la Real, pero no existía, entonces era como un sueño que se cumplió cuando todos los clubes guipuzcoanos se pusieron de acuerdo para que la Real fuera la punta de esa pirámide. Yo, una niña de 15 años, fue por primera vez a Zubieta y no me imaginaba jugar en la Real. No me lo esperaba. Se hicieron algunos entrenamientos con todas las jugadoras guipuzcoanas, o con la mayoría, porque iban a configurar el equipo y ya para mí estar ahí era una gran consecución. Quién me iba a decir que hoy día llevo más de la mitad de mi vida yendo a donde iba aquel día a entrenar (Zubieta). De ahí hicieron una selección y fuimos a jugar un torneo, en el que vestimos la camiseta de la Real Sociedad por primera vez. Nos vimos todas con la ropa de la Real... Fue un momentazo. Jugamos aquella final contra el Rayo, ganamos ese torneo de Tolosa. Yo era la más jovencita de todas, marqué el gol de aquella final e igual es de los que más recuerdo porque era el primero con la camiseta de la Real. Luego tuvimos reuniones individuales con los entrenadores de aquella época, Iñigo Domínguez y Garbiñe Etxeberria, directora deportiva, y ahí nos decían si querían contar con nosotras o no.
—Y le dicen que es una de las elegidas...
—Pensaba que no me iban a llamar, era pequeña, todas eran más mayores, algunas habían jugado con selección de Euskadi... Entré en la sala e Iñigo Domínguez me dijo “¿tú nunca sonríes? Pues empieza a hacerlo porque vas a jugar en la Real”. Ese momento fue muy especial y en adelante todo lo demás pues aquí sigo, en el club de mi vida.
—¿Qué destacaba de usted como jugadora?
—Era muy rápida, jugaba mucho al espacio y me gustaba asociarme con las compañeras. Además, también era bastante repetidora de acciones. Es cierto que con el tiempo fui retrasando mi posición: empecé de delantera y fui yendo para atrás.
—¿Y hasta los 380 partidos?
—Nosotras hoy día registramos todos los datos de los entrenamientos de cada una de nuestras jugadoras; en aquella época suerte si alguien apuntaba algo. Pero bueno haciendo recuento, que lo hizo una persona que lleva bastante siguiéndolo, serían unos 380 partidos. Y eso que antes no había tantos...
—¿Cuál recuerda como la mejor época?
—Considero que la primera época fue la más bonita: todo era nuevo, tienes mucha ilusión... Empezamos en la categoría más baja y fuimos ascendiendo. De las 19 jugadoras que iniciamos en la Real, de Garbiñe e Iñigo como tándem de entrenadores... Me quedaría con esa época. Nos apasionaba el fútbol.
—¿Algún momento concreto a destacar?
—Un viaje a Canarias para un ascenso. Nosotras en ese momento no viajábamos tan lejos y, si lo hacíamos, era en autobús. Ese viaje, el avión, esa victoria... Imagínate, una fiesta. Esa experiencia en concreto fue muy potente. La recuerdo mucho por lo que significaba.
—¿Y el peor?
—Por suerte no tuve lesiones graves, solo esguinces o cositas musculares que te apartan un tiempo limitado. El momento más duro y más difícil fue el de la muerte de ‘Tximist’ (Aintzane Encinas fundó el torneo femenino que lleva su nombre), nuestro preparador físico, que ya estaba en el equipo masculino... Había pasado más de ocho temporadas con nosotras, amigo, confidente. Tuvimos que decidir si íbamos a su funeral o a jugar, que teníamos partido en Zaragoza. Aquel encuentro lo recuerdo como algo muy especial porque empezamos perdiendo, remontamos y se lo pudimos dedicar. Ese lo tengo como un recuerdo bastante especial porque viene en un momento complicado y el equipo le dio la vuelta para poder dedicarle la victoria.
—Se retiró al año siguiente, en 2017, con 29 años, ¿por qué?
—El alto rendimiento tiene mucha exigencia, yo en aquella época ni vivía del fútbol, todas las demás cosas me ocupaban muchísimo tiempo y de alguna manera el hecho de no poder vivir del deporte que estabas haciendo, ni siquiera para mantenerte, era complicado. Llevar muchos años en la élite también desgasta y además venían jugadoras buenísimas y el camino ya estaba abierto para ellas. Hay que dejar paso a las más jóvenes.
—¿Usted se siente pionera?
—No, para que yo jugara abrieron camino otras, pioneras son ellas. Las que empezaron cuando era realmente difícil o incluso estaba prohibido hacerlo. Lo mío fue un paso intermedio, entre las verdaderas pioneras y las que de repente teníamos la ilusión de jugar. Ahora están las profesionales.
—¿Cómo empezó a jugar al fútbol?
—Empecé acompañando a mi hermano porque quería estar con él y mi manera era esa: ir con él y sus amigos y jugar al fútbol. Después jugué con chicos, en el colegio, hasta que me dejaron, los 14 años, y estaba fenomenal. Las de mi generación éramos supervivientes del patio. Jugabas con los chicos si tenías algo de nivel y recorrido, te dejaban, y si no, pues ibas fuera. A las chicas les daba más miedo entrar en un grupo masculino y hoy en día puedes elegir: puedes jugar hasta una edad con chicos o puedes irte al equipo femenino. Creo que tienen otras oportunidades. Se quedan menos en el camino.
—¿Le habría gustado vivir la etapa actual como jugadora?
—La estoy disfrutando como aficionada y como entrenadora de jugadoras que quizá lleguen algún día ahí: los partidos, el nivel de las jugadoras, cómo ha cambiado todo, cómo se asiste a los grandes estadios... Todos los cambios cuestan y este nos ha costado, pero creo que hay una base sólida y que va para adelante con mucha fuerza.
—¿Cómo ve a la Real este año?
—Tiene grandísimas jugadoras, también referentes para la sociedad guipuzcoana como pueden ser Nerea Eizagirre o Amaiur Sarriegi, a las que las niñas admiran, y está complementada con jugadoras internacionales de grandísimo nivel. Han hecho partidos de muy alta competición e intensidad, aunque es cierto que en comparación con los números del año pasado hay diferencia, pero el juego y el nivel es muy alto.
—Hablando de Eizagirre y Amaiur, ¿cómo ve el tema de la Selección española?
—Es un tema controvertido. Considero que los clubes están haciendo un grandísimo trabajo con el fútbol base, que están llegando a la élite jugadoras de grandísimo nivel y que es un momento que el fútbol español tiene que aprovechar. Es una tristeza que se hable más de lo que sucede fuera del campo que de lo que podemos hacer dentro de él. Hay un Mundial por delante en el que ojalá que pudieran estar las mejores jugadoras representando a la Selección y reflejar realmente el trabajo que se hace día a día en los clubes. Creo que debería ser un punto de inflexión el hecho de sentarse, hablar, dialogar y ver qué soluciones se pueden encontrar a una situación como esta. Ojalá hablemos pronto de que se ha conseguido también un título con la Absoluta, como se consiguen en inferiores, y que se dejase de hablar de lo que sucede fuera del campo, que pasemos a hablar de fútbol, de jugadoras, del nivel de la Selección...
—¿Qué influencia en el fútbol español pueden tener Alexia Putellas y sus dos Balones de Oro?
—Como anécdota recuerdo que hace bastantes años jugamos un torneo juntas en Barcelona y curiosamente fui la máxima goleadora, con Vicky Losada como mejor jugadora... (ríe). En adelante, lo que ha sido y lo que es la carrera de Alexia, pues se ha convertido en un grandísimo referente. Los dos Balones de Oro afectan muy positivamente al deporte femenino español. Es muy importante generar referentes y que las niñas puedan soñarse en cualquier escenario, también en el del Balón de Oro. Tenemos una jugadora que lo ha ganado dos veces y es algo a valorar de nuestro fútbol. Es muy importante para todas.
—Y para acabar, ¿cuál es su objetivo o su sueño como entrenadora?
—Que mis jugadoras se acuerden de mí. Esa sería mi mayor consecución, que en unos años recuerden lo que hemos vivido, lo que hemos disfrutado... Probablemente en su carrera ganarán y perderán, pero que en un tiempo se acuerden de lo que hacíamos con una sonrisa para mí sería el mayor título.