Gündogan no se toca, Alemania

Sorprende que al descubrir otras culturas también se descubren sus vicios y sus prejuicios, sus filias y sus fobias. Ocurre cuando uno pisa Alemania. Todo lo que se salga del Bayern, de la Bundesliga, del fútbol suyo de siempre, del que les ha hecho gigantes en Europa y el mundo, parece siempre algo menor.

Ese abuso de autoridad moral lo ha padecido históricamente Gündogan. Nació en Gelsenkirchen -como miles de alemanes de ascendencia turca-, pero nunca ha conseguido quitarse de encima el estigma del que se critica más como alguien de fuera que de casa. Afianzó esto el hecho de que triunfara en el Dortmund, no en el Bayern, y sobre todo que lo hiciera en el City y en la Premier, lejos del corazón de los alemanes, al margen de un fútbol que ni entiende lo que supone que uno de los suyos levante la primera Champions en la historia de los ‘skyblue’.

Todo ello, más su temporada irregular en el Barça, hizo que se mirara con recelo su capitanía y hasta su titularidad con Alemania en la Eurocopa. Los expertos decían que lo normal sería que acabara jugando Sané, del Bayern -obviamente-. Pero no sería tan normal cuando Nagelsmann se ha aferrado a Gündogan como jugador clave de su dibujo, casi actuando como segundo punta, tan cerca del área que es ahí donde más cómodo se siente. Ante Hungría marcó y asistió. Ante Escocia, en la inauguración, también estuvo brillante. Las dudas y los debates, para el pueblo.

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