XXVI TORNEO INTERNACIONAL LALIGA PROMISES
El Espanyol, campeón de la Promises
El Espanyol se impone al equipo azulgrana en la final (2-1), se lleva el título nueve años después y logra su cuarto torneo internacional.
La última vez que el Espanyol conquistó LaLiga Promises en su versión internacional, los Latif, Torondel, Joaquín y compañía tenían tres años. Muchos todavía llevaban chupete. Fue en 2003, hace nueve años. Casi una década después, el Espanyol se llevó uno de los torneos más prestigiosos en categoría sub-12. En Maspalomas, reinó el conjunto perico, que dejó tocado a su eterno rival. El derbi se tiñó de blanco y azul. Gloria para un Espanyol que tuvo que tumbar a los dos grandes (Madrid y Barça) para llevarse el título. Los goles de Latif y Torondel en la final fueron suficientes para acabar con el vecino. El gol de Ruslan, en el último minuto, sólo le dio emoción al choque.
El Espanyol logró su cuarta Promises internacional gracias a su solidez defensiva y a su máxima efectividad. Dos goles en contra y cuatro a favor le sirvieron al equipo de Gerard Gil para tocar el cielo de Maspalomas. El Barça, de menos a más, cumplió con el papel de favorito hasta el último momento. De las dudas de la primera jornada, pasó a ser un equipo temible en el que el grupo estuvo por encima de cualquier individualidad. Pero el Espanyol le calcó el plan y las muescas de los cuartos y las semifinales, tras pasar en penaltis, le sirvieron para conquistar la Promises.
En la final, el Barça tuvo la primera oportunidad. Ovi recogió un gran pase de Garcés, pero se topó con Casagolda, uno de los muros del torneo. Poco después, Latif, tras un jugadón por banda, marcó el 0-1. El tanto le dio paz al Espanyol, mucho más sólido y peligroso. De hecho, Ignasi tuvo que emplearse a fondo para salvar en la línea de gol el segundo.
Tras el descanso, el Espanyol fue a por el segundo y lo encontró en la recta final tras un penalti cometido por Ruslan sobre Joaquín. Torondel no perdonó desde los once metros. El propio Rus, en el último minuto, marcó el 2-1, el de la emoción. No hubo tiempo para más porque el Espanyol ya se sentía campeón.