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Los fichajes frustrados que cambiaron la historia del fútbol

En la trastienda del fútbol quedan operaciones secretas, raras decisiones, fichajes que no llegaron a su punto final por diversos motivos.

A finales de la década de los 80, una joven generación yugoslava se alzaba con el Mundial juvenil en Chile. Era 1987, y en ese grupo había jugadores como Robert Prosinecki, Davor Suker, Zvonomir Boban, Predrag Mijatovic, Igor Stimac… Parte de esos jugadores se proclamarían campeones de Europa con el Estrella Roja en1991. Uno de ellos era Robert Prosinecki, que estaba causando sensación en toda Europa. Rápidamente, los grandes equipos del continente se pusieron tras su pista: el Real Madrid, el AC Milan, el Olympique de Marsella, el Bayern de Múnich… Pero el que más empeño le puso fue el conjunto madridista. No fue un fichaje fácil, pero finalmente se pudo concretar tras varios meses de espera. Lo más curioso del caso es que el jugador recaló en el conjunto de Chamartín tras haber recibido una negativa tajante de otro equipo, el AC Milan. La directiva rossonera le hizo pasar un reconocimiento médico, y le detectaron un problema. El cuerpo médico explicó a los dirigentes que Prosinecki, al tener la mandíbula alargada y los dientes salidos podría tener problemas musculares y de espalda. Decidieron fichar a otro jugador balcánico, Dejan Savicevic, que les dio un gran resultado. Prosinecki recalaría en el Real Madrid, donde tuvo muchos problemas de lesiones… musculares.
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El AC Milan y Prosinecki: un problema dental

A finales de la década de los 80, una joven generación yugoslava se alzaba con el Mundial juvenil en Chile. Era 1987, y en ese grupo había jugadores como Robert Prosinecki, Davor Suker, Zvonomir Boban, Predrag Mijatovic, Igor Stimac… Parte de esos jugadores se proclamarían campeones de Europa con el Estrella Roja en1991. Uno de ellos era Robert Prosinecki, que estaba causando sensación en toda Europa. Rápidamente, los grandes equipos del continente se pusieron tras su pista: el Real Madrid, el AC Milan, el Olympique de Marsella, el Bayern de Múnich… Pero el que más empeño le puso fue el conjunto madridista. No fue un fichaje fácil, pero finalmente se pudo concretar tras varios meses de espera. Lo más curioso del caso es que el jugador recaló en el conjunto de Chamartín tras haber recibido una negativa tajante de otro equipo, el AC Milan. La directiva rossonera le hizo pasar un reconocimiento médico, y le detectaron un problema. El cuerpo médico explicó a los dirigentes que Prosinecki, al tener la mandíbula alargada y los dientes salidos podría tener problemas musculares y de espalda. Decidieron fichar a otro jugador balcánico, Dejan Savicevic, que les dio un gran resultado. Prosinecki recalaría en el Real Madrid, donde tuvo muchos problemas de lesiones… musculares.

A mediados de la década de los 80, un jugador holandés, nacido en Surinam, brillaba en el PSV Eindhoven. Se llamaba Ruud Dil Gullit. Era alto, potente, técnico, despuntaba marcando goles… Su fama empezaba a recorrer el continente europeo. En 1986 y estando con su equipo realizando un stage invernal en Tenerife, el Real Madrid intentó su fichaje. Ramón Mendoza ofreció seis millones de dólares (casi 4 millones de euros) de la época por él al club holandés. La negociación estaba en marcha, con continuas visitas del propio Mendoza a Eindhoven o reuniones a medio camino, en París, con Kees Ploegsma, gerente-manager de la Phillips, para cerrar la operación.  La intención del Real Madrid era que se incorporase en el verano de 1987, con objeto de comenzar la pretemporada con su nuevo equipo. Sin embargo, lo que no sabía ninguno de los dos es que el fornido jugador holandés había sucumbido a los encantos de sirena procedentes de Italia, concretamente de Silvio Berlusconi, magnate televisivo y presidente del AC Milan. Éste se había quedado prendado de las actuaciones del holandés y de los en desagravio a su comportamiento anterior y un gesto de respeto. Cuando Gullit llegó, receloso y altivo, el presidente milanista le ofreció un suculento contrato, amén de uno de los dos presentes que tenía. Gullit se quedó con todo: el contrato, firmado en ese instante, para él y los bombones y el ramo para su mujer. Por su parte, el Real Madrid se quedó sin el jugador y con un pasmo de narices. El PSV se embolsaba además casi 11 millones de dólares (unos 8 millones de euros al cambio), casi el doble de lo que ofrecía el conjunto madridista.
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A mediados de la década de los 80, un jugador holandés, nacido en Surinam, brillaba en el PSV Eindhoven. Se llamaba Ruud Dil Gullit. Era alto, potente, técnico, despuntaba marcando goles… Su fama empezaba a recorrer el continente europeo. En 1986 y estando con su equipo realizando un stage invernal en Tenerife, el Real Madrid intentó su fichaje. Ramón Mendoza ofreció seis millones de dólares (casi 4 millones de euros) de la época por él al club holandés. La negociación estaba en marcha, con continuas visitas del propio Mendoza a Eindhoven o reuniones a medio camino, en París, con Kees Ploegsma, gerente-manager de la Phillips, para cerrar la operación. La intención del Real Madrid era que se incorporase en el verano de 1987, con objeto de comenzar la pretemporada con su nuevo equipo. Sin embargo, lo que no sabía ninguno de los dos es que el fornido jugador holandés había sucumbido a los encantos de sirena procedentes de Italia, concretamente de Silvio Berlusconi, magnate televisivo y presidente del AC Milan. Éste se había quedado prendado de las actuaciones del holandés y de los en desagravio a su comportamiento anterior y un gesto de respeto. Cuando Gullit llegó, receloso y altivo, el presidente milanista le ofreció un suculento contrato, amén de uno de los dos presentes que tenía. Gullit se quedó con todo: el contrato, firmado en ese instante, para él y los bombones y el ramo para su mujer. Por su parte, el Real Madrid se quedó sin el jugador y con un pasmo de narices. El PSV se embolsaba además casi 11 millones de dólares (unos 8 millones de euros al cambio), casi el doble de lo que ofrecía el conjunto madridista.

Casi a finales de la década de los 70, la directiva del Real Madrid se interesó vivamente por hacerse con los servicios del brasileño Zico. El apodado Pelé Blanco pertenecía al Flamengo y el conjunto blanco le consideraba prioritario para volver a reverdecer laureles en el continente europeo. La directiva madridista valoraba que podría ser la pieza clave para intentar asaltar el trono de la Copa de Europa, pero se topó con la negativa del padre del jugador, José, un panadero portugués y forofo del Fla, que prohibió a su hijo salir del país y mucho menos abandonar las filas del conjunto rojinegro. El club madridista no se arrugó y en 1983 volvió a intentar su fichaje. En esa otra ocasión el motivo fue radicalmente distinto. El conjunto madridista había acabado en segundo lugar en las cinco competiciones que había disputado (Liga, Copa del Rey, Recopa de Europa, Supercopa y Copa de la Liga) y veía como su máximo rival, el Barcelona, reforzado con el argentino Diego Armando Maradona, estaba moldeando un bloque ganador.  Empezó la negociación con el Flamengo, que vino a pedir (más o menos) algo más de un millón de pesetas por cada gol que había marcado esa temporada, 42: es decir, la llegada de Galinho costaría unos 600 millones de pesetas. La directiva madridista se echaba las manos a la cabeza, pero Luis de Carlos estaba dispuesto a cualquier cosa con tal de tapar el fracaso de la temporada anterior, y empezó las negociaciones con el club brasileño. Cuando estaba todo encarrilado, la directiva brasileña se descolgó en sus pretensiones económicas. Mientras discutían por un quítame allá esas pajas, apareció el Udinese italiano, que le arrebató el jugador. Precisamente ese verano de 1983, el primer partido amistoso del Real Madrid fue un amistoso en Italia ante el… Udinese en el estadio del club transalpino, que acabó ganando ese partido (2-1). ¿Adivinan quién marcó el primer gol del cuadro transalpino? Efectivamente, el propio Zico.
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Casi a finales de la década de los 70, la directiva del Real Madrid se interesó vivamente por hacerse con los servicios del brasileño Zico. El apodado Pelé Blanco pertenecía al Flamengo y el conjunto blanco le consideraba prioritario para volver a reverdecer laureles en el continente europeo. La directiva madridista valoraba que podría ser la pieza clave para intentar asaltar el trono de la Copa de Europa, pero se topó con la negativa del padre del jugador, José, un panadero portugués y forofo del Fla, que prohibió a su hijo salir del país y mucho menos abandonar las filas del conjunto rojinegro. El club madridista no se arrugó y en 1983 volvió a intentar su fichaje. En esa otra ocasión el motivo fue radicalmente distinto. El conjunto madridista había acabado en segundo lugar en las cinco competiciones que había disputado (Liga, Copa del Rey, Recopa de Europa, Supercopa y Copa de la Liga) y veía como su máximo rival, el Barcelona, reforzado con el argentino Diego Armando Maradona, estaba moldeando un bloque ganador. Empezó la negociación con el Flamengo, que vino a pedir (más o menos) algo más de un millón de pesetas por cada gol que había marcado esa temporada, 42: es decir, la llegada de Galinho costaría unos 600 millones de pesetas. La directiva madridista se echaba las manos a la cabeza, pero Luis de Carlos estaba dispuesto a cualquier cosa con tal de tapar el fracaso de la temporada anterior, y empezó las negociaciones con el club brasileño. Cuando estaba todo encarrilado, la directiva brasileña se descolgó en sus pretensiones económicas. Mientras discutían por un quítame allá esas pajas, apareció el Udinese italiano, que le arrebató el jugador. Precisamente ese verano de 1983, el primer partido amistoso del Real Madrid fue un amistoso en Italia ante el… Udinese en el estadio del club transalpino, que acabó ganando ese partido (2-1). ¿Adivinan quién marcó el primer gol del cuadro transalpino? Efectivamente, el propio Zico.

En la historia del AC Milan aparecen nombres como Van Basten, Gullit, Rijkaard, Papin, Weah, etc, pero cabe destacar uno de los grandes errores a la hora de llevar a cabo un fichaje de relumbrón. En el Watford inglés de la temporada 1982-83 destacaban dos jugadores. Atléticos, eléctricos, John Barnes y Luther Blissett fueron de los primeros jugadores negros que despuntaron en la selección inglesa. Su juego llamó tanto la atención que rápidamente estaban en boca de todo el mundo. En aquella época, era el fútbol italiano quien dominaba el mercado futbolístico a golpe de talonario. Así, el AC Milan envió a un emisario para que negociase el fichaje de John Barnes, pero antes de llevar a cabo la operación, el Watford jugaba un partido. En ese encuentro brilló Blissett de manera espectacular, tanto que el emisario llamó a las oficinas del club italiano, y cambió de decisión. Por un millón de libras de la época, Blissett se convertía en jugador del Milan. Al año siguiente, el bueno de Luther sólo marcaría cinco goles en 30 partidos en Liga. Una vez acabada la temporada, al conjunto italiano le faltó tiempo para devolverlo por la mitad de lo que había costado. Pero sus 15 minutos de fama no acabarían ahí. Su paso por el Calcio italiano dejó huella en un grupo de muchachos que en 1994 crearon un grupo llamado The Luther Blissett Project. El grupo lo formaban Federico Guglielmi, Luca di Meo, Giovanni Cattabriga y Fabrizio P. Belletati, y en 1999 publicaron la novela Q. Las ideas que plasmaron eran de corte político, anarquista concretamente, aunque posteriormente decidieron cambiar de nombre. Blissett, por su parte, ha sido comentarista deportivo e incluso participó en la carrera de coches de Silverstone en 2011. Mientras, Barnes se convertía en santo y seña tanto en el Liverpool como en la selección inglesa.
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El AC Milan quería a John Barnes, pero fichó a Blisset

En la historia del AC Milan aparecen nombres como Van Basten, Gullit, Rijkaard, Papin, Weah, etc, pero cabe destacar uno de los grandes errores a la hora de llevar a cabo un fichaje de relumbrón. En el Watford inglés de la temporada 1982-83 destacaban dos jugadores. Atléticos, eléctricos, John Barnes y Luther Blissett fueron de los primeros jugadores negros que despuntaron en la selección inglesa. Su juego llamó tanto la atención que rápidamente estaban en boca de todo el mundo. En aquella época, era el fútbol italiano quien dominaba el mercado futbolístico a golpe de talonario. Así, el AC Milan envió a un emisario para que negociase el fichaje de John Barnes, pero antes de llevar a cabo la operación, el Watford jugaba un partido. En ese encuentro brilló Blissett de manera espectacular, tanto que el emisario llamó a las oficinas del club italiano, y cambió de decisión. Por un millón de libras de la época, Blissett se convertía en jugador del Milan. Al año siguiente, el bueno de Luther sólo marcaría cinco goles en 30 partidos en Liga. Una vez acabada la temporada, al conjunto italiano le faltó tiempo para devolverlo por la mitad de lo que había costado. Pero sus 15 minutos de fama no acabarían ahí. Su paso por el Calcio italiano dejó huella en un grupo de muchachos que en 1994 crearon un grupo llamado The Luther Blissett Project. El grupo lo formaban Federico Guglielmi, Luca di Meo, Giovanni Cattabriga y Fabrizio P. Belletati, y en 1999 publicaron la novela Q. Las ideas que plasmaron eran de corte político, anarquista concretamente, aunque posteriormente decidieron cambiar de nombre. Blissett, por su parte, ha sido comentarista deportivo e incluso participó en la carrera de coches de Silverstone en 2011. Mientras, Barnes se convertía en santo y seña tanto en el Liverpool como en la selección inglesa.

FOTO:Peter Robinson - EMPICSPA Images via Getty Images
Ampliar  DIARIO AS (DIARIO AS)  Jesús Gil lo tenía decidido: quería ser presidente del Atlético de Madrid a toda costa. Ya había sido directivo con Vicente Calderón, y sentía devoción por los colores rojiblancos. Corría 1987 y ese año había elecciones a la presidencia del club. No se lo pensó dos veces: necesitaba fichar a un jugador de relumbrón, un estandarte en el que confiase la afición atlética para poder reverdecer laureles. Mientras barajaba nombres, se reunía con agentes, representantes y con futbolistas, llegó la final de la Copa de Europa. Ese año la disputaron el Oporto y el Bayern de Múnich. Rápidamente se fija en un jugador escurridizo, veloz, carismático… Se llama Paulo Futre y ese partido le consagraría a niveles estratosféricos. Llevaría a su equipo a ganar la Copa europea, la primera del conjunto portugués, e hizo una jugada maradoniana que engrosa hoy día los anales del fútbol: fue driblando oponentes, pero su disparo final se marchó fuera por poco. Gil lo vio claro: ése joven luso iba a ser su estrella. Pero había un problema.  El jugador estaba prácticamente cerrado por el Inter de Milán. Conociendo sus intenciones, Gil cogió un avión, llegó a la capital lombarda y se fue directo al hotel donde estaban tanto el presidente como el jugador lusos, ya que estaban jugando el Mundialito de Clubes. Desde la recepción hizo llamar a la habitación de Futre y éste bajó al hall con una camiseta, un pantalón corto y unas chanclas de playa que llevaban su nombre inscrito. Estaba durmiendo la siesta y bajó debido al ruido existente. De pronto un “señor grande” (así le definió el propio Futre), le espetó: “¡Hombre, tú eres Futre!”. Cinco horas después, ese señor grande y esa emergente estrella portuguesa entraban en la madrileña discoteca Jácara, donde había unas 5.000 personas gritando y jaleando su nombre. ¡Ah! Y Jesús Gil ganó las elecciones.
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FUTBOL

Ampliar DIARIO AS (DIARIO AS) Jesús Gil lo tenía decidido: quería ser presidente del Atlético de Madrid a toda costa. Ya había sido directivo con Vicente Calderón, y sentía devoción por los colores rojiblancos. Corría 1987 y ese año había elecciones a la presidencia del club. No se lo pensó dos veces: necesitaba fichar a un jugador de relumbrón, un estandarte en el que confiase la afición atlética para poder reverdecer laureles. Mientras barajaba nombres, se reunía con agentes, representantes y con futbolistas, llegó la final de la Copa de Europa. Ese año la disputaron el Oporto y el Bayern de Múnich. Rápidamente se fija en un jugador escurridizo, veloz, carismático… Se llama Paulo Futre y ese partido le consagraría a niveles estratosféricos. Llevaría a su equipo a ganar la Copa europea, la primera del conjunto portugués, e hizo una jugada maradoniana que engrosa hoy día los anales del fútbol: fue driblando oponentes, pero su disparo final se marchó fuera por poco. Gil lo vio claro: ése joven luso iba a ser su estrella. Pero había un problema. El jugador estaba prácticamente cerrado por el Inter de Milán. Conociendo sus intenciones, Gil cogió un avión, llegó a la capital lombarda y se fue directo al hotel donde estaban tanto el presidente como el jugador lusos, ya que estaban jugando el Mundialito de Clubes. Desde la recepción hizo llamar a la habitación de Futre y éste bajó al hall con una camiseta, un pantalón corto y unas chanclas de playa que llevaban su nombre inscrito. Estaba durmiendo la siesta y bajó debido al ruido existente. De pronto un “señor grande” (así le definió el propio Futre), le espetó: “¡Hombre, tú eres Futre!”. Cinco horas después, ese señor grande y esa emergente estrella portuguesa entraban en la madrileña discoteca Jácara, donde había unas 5.000 personas gritando y jaleando su nombre. ¡Ah! Y Jesús Gil ganó las elecciones.

FOTO:DIARIO ASDIARIO AS
La fama de Michel Platini recorrió la Europa futbolística mediada la década de los 70 hasta 1987, el año en que colgó las botas en las filas de la Juventus de Turín. Pero a finales de la década de los 70, su futuro estuvo a punto de cambiar de destino. En 1977, el Valencia contrató a Marcel Domingo como nuevo entrenador, que empezó a filtrar un presunto interés por los servicios del joven atacante galo. Así, el entrenador, junto con Pasieguito, entonces secretario técnico del club, y Manolo Mestre, viajaron hasta Nancy para entablar las primeras tomas de contacto para pasar a una posible negociación. La idea del Valencia era unir al joven talento francés junto con Mario Kempes.  La primera toma de contacto fue negativa para los intereses valencianistas, ya que el Nancy exigió unas elevadas condiciones económicas, aunque el jugador estaba plenamente de acuerdo. Las negociaciones avanzaban, aunque los clubes pretendientes aumentaban conforme iban pasando los días: Barcelona, Inter de Milán, Juventus… La Prensa española aseguraba que el fichaje sería cuestión de horas. Pero la negociación se truncó. Sin embargo, mediada la temporada se volvieron a retomar las mismas con vistas a un posible fichaje en el verano de 1978. Pero el punto anecdótico de la historia la pone el Levante. El club granota organizó un triangular con la presencia del Nacional de Montevideo… y del Nancy francés, el equipo donde jugaba Platini, e hizo firmar una cláusula al conjunto galo por la cual, el único partido que podría jugar el centrocampista en territorio español era, precisamente, el perteneciente a dicho triangular. La directiva valencianista se lo tomó como un desagravio, pero la imagen de Platini posando con falleras fue todo un clamor en Valencia. Al año siguiente, con Platini ya casado, el Valencia vuelve a la carga, pero el Nancy decide esperar a que finalice el Mundial de Argentina-1978 para calibrar sus opciones. La buena actuación personal de Platini le abre nuevos mercados. A los ya conocidos se le suman dos equipos ingleses, mejor dicho, londinenses y rivales: el Tottenham Hotspur y el Arsenal. Christelle, la mujer de Platini, le convence y deciden dar plantón al Valencia y probar la aventura inglesa. El problema llega cuando el jugador estudia los calendarios y repara que tiene que jugar en fechas navideñas. Decide no aceptar ninguna oferta del fútbol inglés, continua en el Nancy y firma un precontrato con el Inter de Milán. En 1979 cambiará el Nancy por el Saint-Etienne, donde estará hasta 1982, año en que estampará su firma como nuevo jugador de la Juventus. ¿El Inter? Cuando la Juve le preguntó si iban a contratar a la estrella francesa, el equipo milanés respondió que ya no estaba interesado en él…
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La fama de Michel Platini recorrió la Europa futbolística mediada la década de los 70 hasta 1987, el año en que colgó las botas en las filas de la Juventus de Turín. Pero a finales de la década de los 70, su futuro estuvo a punto de cambiar de destino. En 1977, el Valencia contrató a Marcel Domingo como nuevo entrenador, que empezó a filtrar un presunto interés por los servicios del joven atacante galo. Así, el entrenador, junto con Pasieguito, entonces secretario técnico del club, y Manolo Mestre, viajaron hasta Nancy para entablar las primeras tomas de contacto para pasar a una posible negociación. La idea del Valencia era unir al joven talento francés junto con Mario Kempes. La primera toma de contacto fue negativa para los intereses valencianistas, ya que el Nancy exigió unas elevadas condiciones económicas, aunque el jugador estaba plenamente de acuerdo. Las negociaciones avanzaban, aunque los clubes pretendientes aumentaban conforme iban pasando los días: Barcelona, Inter de Milán, Juventus… La Prensa española aseguraba que el fichaje sería cuestión de horas. Pero la negociación se truncó. Sin embargo, mediada la temporada se volvieron a retomar las mismas con vistas a un posible fichaje en el verano de 1978. Pero el punto anecdótico de la historia la pone el Levante. El club granota organizó un triangular con la presencia del Nacional de Montevideo… y del Nancy francés, el equipo donde jugaba Platini, e hizo firmar una cláusula al conjunto galo por la cual, el único partido que podría jugar el centrocampista en territorio español era, precisamente, el perteneciente a dicho triangular. La directiva valencianista se lo tomó como un desagravio, pero la imagen de Platini posando con falleras fue todo un clamor en Valencia. Al año siguiente, con Platini ya casado, el Valencia vuelve a la carga, pero el Nancy decide esperar a que finalice el Mundial de Argentina-1978 para calibrar sus opciones. La buena actuación personal de Platini le abre nuevos mercados. A los ya conocidos se le suman dos equipos ingleses, mejor dicho, londinenses y rivales: el Tottenham Hotspur y el Arsenal. Christelle, la mujer de Platini, le convence y deciden dar plantón al Valencia y probar la aventura inglesa. El problema llega cuando el jugador estudia los calendarios y repara que tiene que jugar en fechas navideñas. Decide no aceptar ninguna oferta del fútbol inglés, continua en el Nancy y firma un precontrato con el Inter de Milán. En 1979 cambiará el Nancy por el Saint-Etienne, donde estará hasta 1982, año en que estampará su firma como nuevo jugador de la Juventus. ¿El Inter? Cuando la Juve le preguntó si iban a contratar a la estrella francesa, el equipo milanés respondió que ya no estaba interesado en él…

FOTO:DIARIO ASDIARIO AS
Transcurría el año 1946. Santiago Bernabéu ya había sido nombrado presidente del Real Madrid cuando en un viaje ferroviario entre Valencia y Barcelona, se bajó en la estación de Reus. Allí compró La Vanguardia, donde leyó que el Barcelona había enviado a un emisario, Ricardo Cabot, secretario del club, a Las Palmas, para fichar a Luis Molowny, un joven jugador isleño que pertenecía al Marino y del que ya se hablaba, y con notoriedad, en el ámbito futbolístico, aunque se daba la curiosidad de que sólo había jugado en las Islas Canarias. La noticia llevaba un titular concluyente: “Molowny, al Barça” y en ella se explicaba que Cabot viajaba en barco para cerrar la operación. Bernabéu, en un acto reflejo, buscó un teléfono y llamó a Jacinto Quincoces, secretario técnico del Real Madrid: “Ve al banco, coge 100.000 pesetas en billetes de cien, y coges el primer avión que salga para Las Palmas. Allí fichas a Molowny”. Quincoces no rechistó. Llegó dos días antes que Cabot y tras observarle en un partido amistoso, cerró la operación: 75.000 pesetas para el club y las 25.000 restantes para el jugador, como señal de contrato. Molowny se consagraría primero como jugador y luego como técnico del Real Madrid.
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Transcurría el año 1946. Santiago Bernabéu ya había sido nombrado presidente del Real Madrid cuando en un viaje ferroviario entre Valencia y Barcelona, se bajó en la estación de Reus. Allí compró La Vanguardia, donde leyó que el Barcelona había enviado a un emisario, Ricardo Cabot, secretario del club, a Las Palmas, para fichar a Luis Molowny, un joven jugador isleño que pertenecía al Marino y del que ya se hablaba, y con notoriedad, en el ámbito futbolístico, aunque se daba la curiosidad de que sólo había jugado en las Islas Canarias. La noticia llevaba un titular concluyente: “Molowny, al Barça” y en ella se explicaba que Cabot viajaba en barco para cerrar la operación. Bernabéu, en un acto reflejo, buscó un teléfono y llamó a Jacinto Quincoces, secretario técnico del Real Madrid: “Ve al banco, coge 100.000 pesetas en billetes de cien, y coges el primer avión que salga para Las Palmas. Allí fichas a Molowny”. Quincoces no rechistó. Llegó dos días antes que Cabot y tras observarle en un partido amistoso, cerró la operación: 75.000 pesetas para el club y las 25.000 restantes para el jugador, como señal de contrato. Molowny se consagraría primero como jugador y luego como técnico del Real Madrid.

FOTO:DIARIO ASDIARIO AS
En 1964, la Juventus de Turín se ve obligada a reforzar su plantilla a lo grande. El AC Milan había ganado la Copa de Europa en 1963, y el año siguiente había sido el Inter el vencedor de dicho trofeo. Además, se daba la circunstancia de que ambas escuadras contaban con gloriosas figuras, caso de Rivera en el cuadro rossonero, o de Luis Suárez y Sandro Mazzola en el neroazzurro. Eusebio, delantero del Benfica, era la gran figura del momento en Europa y el equipo turinés pensó en él como el refuerzo más adecuado para sus intereses, y por ese motivo presentó una oferta irrechazable, tanto para el jugador como para el conjunto encarnado: el jugador cobraría cuatro veces más de lo que percibía en Portugal. Todo el país estaba pendiente de la decisión final. Y cuando menos se esperaba, surgió la figura de Antonio de Oliveira Salazar, presidente y dictador luso. Éste le invitó a comer en su residencia presidencial. Nada más llegar el futbolista le corta de modo tajante: “¡Usted no puede irse a jugar al extranjero. Entienda que es Patrimonio del Estado!”, a lo que Eusebio replicó: “Si soy Patrimonio del Estado, ¿por qué tengo que pagar impuestos?”. Pero Salazar, astuto, empieza a hablarle de fútbol, del Benfica, de su rival lisboeta, el Sporting, de la selección portuguesa, del Mundial a celebrar en Inglaterra dos años después… Al término de la cita, Eusebio sabe perfectamente que seguirá en las filas del Benfica más tiempo…
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La Juventus se queda sin Eusebio por ser 'Patrimonio de Estado"

En 1964, la Juventus de Turín se ve obligada a reforzar su plantilla a lo grande. El AC Milan había ganado la Copa de Europa en 1963, y el año siguiente había sido el Inter el vencedor de dicho trofeo. Además, se daba la circunstancia de que ambas escuadras contaban con gloriosas figuras, caso de Rivera en el cuadro rossonero, o de Luis Suárez y Sandro Mazzola en el neroazzurro. Eusebio, delantero del Benfica, era la gran figura del momento en Europa y el equipo turinés pensó en él como el refuerzo más adecuado para sus intereses, y por ese motivo presentó una oferta irrechazable, tanto para el jugador como para el conjunto encarnado: el jugador cobraría cuatro veces más de lo que percibía en Portugal. Todo el país estaba pendiente de la decisión final. Y cuando menos se esperaba, surgió la figura de Antonio de Oliveira Salazar, presidente y dictador luso. Éste le invitó a comer en su residencia presidencial. Nada más llegar el futbolista le corta de modo tajante: “¡Usted no puede irse a jugar al extranjero. Entienda que es Patrimonio del Estado!”, a lo que Eusebio replicó: “Si soy Patrimonio del Estado, ¿por qué tengo que pagar impuestos?”. Pero Salazar, astuto, empieza a hablarle de fútbol, del Benfica, de su rival lisboeta, el Sporting, de la selección portuguesa, del Mundial a celebrar en Inglaterra dos años después… Al término de la cita, Eusebio sabe perfectamente que seguirá en las filas del Benfica más tiempo…

PA Images via Getty Images
A finales de la década de los 70, el Real Madrid quiso fichar al extremo soviético Oleg Blokhin. El hombre encargado de la negociación fue Ramón Mendoza. Pertenecía a la directiva madridista, pero la revista Cambio 16 había sacado un número especial en octubre de 1978 en el que se le relacionaba con la KGB soviética, lo que motivó su suspensión en la directiva madridista, y de paso el cese de la operación. Blokhin había sido elegido Balón de Oro en 1975 y era la gran sensación tanto del Dinamo de Kiev como de la selección soviética. En 1981 se volvió a plantear la contratación. La primera reunión fue provechosa: se reunieron tanto Luis de Carlos como el propio Mendoza con el embajador ruso en España. Era una primera toma de contacto y sirvió para palpar la situación. Posteriormente, el propio Mendoza viajó hasta Moscú para reunirse con el presidente de la Federación de Fútbol soviético primero, y con el propio jugador después. Pero a la vez que estaba la negociación en marcha, los mandos políticos de la URSS, le elevaron dentro del escalafón militar: le ascendieron a coronel del Ejército. Era una manera de compensar lo poco que ganaba como deportista de elite, pero a la vez le imposibilitaba abandonar territorio soviético debido a su graduación militar. Pero lo que no sabían ni De Carlos ni Mendoza es que la clase dirigente rusa no perdonaría que David Kipiani, uno de los mejores jugadores soviéticos de aquel entonces, cayese lesionado gravemente por una entrada de Ángel en un partido que enfrentó al Real Madrid con el Dinamo de Tbilisi en el Trofeo Bernabéu de 1981. Así que Blokhin se quedó en la URSS y el Real Madrid sin extremo izquierda.
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A finales de la década de los 70, el Real Madrid quiso fichar al extremo soviético Oleg Blokhin. El hombre encargado de la negociación fue Ramón Mendoza. Pertenecía a la directiva madridista, pero la revista Cambio 16 había sacado un número especial en octubre de 1978 en el que se le relacionaba con la KGB soviética, lo que motivó su suspensión en la directiva madridista, y de paso el cese de la operación. Blokhin había sido elegido Balón de Oro en 1975 y era la gran sensación tanto del Dinamo de Kiev como de la selección soviética. En 1981 se volvió a plantear la contratación. La primera reunión fue provechosa: se reunieron tanto Luis de Carlos como el propio Mendoza con el embajador ruso en España. Era una primera toma de contacto y sirvió para palpar la situación. Posteriormente, el propio Mendoza viajó hasta Moscú para reunirse con el presidente de la Federación de Fútbol soviético primero, y con el propio jugador después. Pero a la vez que estaba la negociación en marcha, los mandos políticos de la URSS, le elevaron dentro del escalafón militar: le ascendieron a coronel del Ejército. Era una manera de compensar lo poco que ganaba como deportista de elite, pero a la vez le imposibilitaba abandonar territorio soviético debido a su graduación militar. Pero lo que no sabían ni De Carlos ni Mendoza es que la clase dirigente rusa no perdonaría que David Kipiani, uno de los mejores jugadores soviéticos de aquel entonces, cayese lesionado gravemente por una entrada de Ángel en un partido que enfrentó al Real Madrid con el Dinamo de Tbilisi en el Trofeo Bernabéu de 1981. Así que Blokhin se quedó en la URSS y el Real Madrid sin extremo izquierda.

FOTO:DIARIO ASDIARIO AS
Decir Fútbol y Cruyff en Holanda es hablar de palabras mayores. El mejor jugador de la historia del fútbol neerlandés es casi un adoctrinador en el país donde nació. Tras haber finalizado su carrera como jugador, emprendió otra notable como entrenador. En las filas del Ajax, equipo con el que lo ganó prácticamente todo, fue moldeando jugadores según había aprendido de Rinus Michels, su gran valedor. Uno de esos jóvenes jugadores era un espigado delantero, dotado de una espectacular técnica aunque no muy físico. Se llamaba Dennis Bergkamp. Y desde que Cruyff fue nombrado entrenador del Barcelona, uno de sus deseos era incorporar al rubio holandés. En 1993, Cruyff se decidió al asalto final: ese sería el año en el que intentaría fichar a Bergkamp por todos los medios. Tras varias reuniones y llamadas telefónicas, el jugador decidió finalmente fichar por el Inter de Milán, enojando a El Profeta del gol, que ficharía a otro jugador que destacaba en el fútbol holandés: un brasileño llamado Romario...
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Decir Fútbol y Cruyff en Holanda es hablar de palabras mayores. El mejor jugador de la historia del fútbol neerlandés es casi un adoctrinador en el país donde nació. Tras haber finalizado su carrera como jugador, emprendió otra notable como entrenador. En las filas del Ajax, equipo con el que lo ganó prácticamente todo, fue moldeando jugadores según había aprendido de Rinus Michels, su gran valedor. Uno de esos jóvenes jugadores era un espigado delantero, dotado de una espectacular técnica aunque no muy físico. Se llamaba Dennis Bergkamp. Y desde que Cruyff fue nombrado entrenador del Barcelona, uno de sus deseos era incorporar al rubio holandés. En 1993, Cruyff se decidió al asalto final: ese sería el año en el que intentaría fichar a Bergkamp por todos los medios. Tras varias reuniones y llamadas telefónicas, el jugador decidió finalmente fichar por el Inter de Milán, enojando a El Profeta del gol, que ficharía a otro jugador que destacaba en el fútbol holandés: un brasileño llamado Romario...

FOTO:ROBIN VAN LONKHUIJSENDIARIO AS