El Valencia conquistó el 18 de abril de 1971, hace hoy 50 años, su cuarto título de Liga en un final de infarto tras su derrota en Sarriá y gracias a un empate entre el Atlético y Barcelona.
El 18 de abril de 1971 el Valencia conquistó su cuarto título de Liga. El Valencia se proclamó campeón contra pronóstico, en un final de campeonato igualado como pocos en la historia de la competición y dejando partidos, goles e imágenes para el recuerdo y la leyenda blanquinegra. Aquella Liga de 1971 forma parte del imaginario colectivo del valencianismo. Lo es por romper con 24 años de sequía desde la última vez que fue el mejor equipo de España (1947) y por los 31 años que pasaron hasta que volvió a serlo (2002).
El Valencia trasladó su carácter "bronco y copero" a la competición de la regularidad. Abelardo fue el portero menos goleado del campeonato (15 goles en 30 partidos) y la defensa, con Antón, Tatono, Sol y Aníbal, se ganó el calificativo de "la muralla blanca" gracias a los 17 partidos en los que no encajó gol. Aquel Valencia convertía en oro cada gol que marcaba y así los 8 goles que anotó Forment, su máximo goleador, contribuyeron en ocho de las 17 victorias que logró el equipo, que ganó siete de ellos por 1-0.
Era un Valencia gestionado con sensatez por Julio de Miguel y el saber hacer del gerente Vicente Peris. Fue un Valencia liderado desde el banquillo por Alfredo Di Stéfano y capitaneado sobre el césped por Paquito y Claramunt. Un equipo con más hombres que nombres; forjado con currantes del fútbol como Antón, Aníbal o Tatono y gente que había llegado desde debajo de la casa como Claramunt II, Juan Sol o Vidagany; un Valencia que en verano había dicho adiós a mitos como Waldo, Roberto Gil o Vicente Guillot y que se reforzó con Óscar Rubén Valdez, Pellicer, Sergio y Uriarte.
El Valencia fue creciéndose con el paso de las jornadas hasta campeonar. Nadie hubiera imaginado tras las cinco primeras jornadas, en las que solo sumó una victoria, que acabarían levantando el título. Pero Di Stéfano siempre tuvo fe en "los muchachos" y estos llevaron a la máxima expresión una de tantas reflexiones que dejó para la posteridad la 'Saeta Rubia': "Ningún jugador es tan bueno como todos juntos". Así se gestó un Valencia campeón.
"¿Quién iba a decir al principio de la Liga que el Valencia sería un serio aspirante al título? Y, sin embargo, ya ve como nuestra política nos ha dado buenos resultados. Pero es que además no podemos hacer otro tipo de fichajes; no somos un club rico, pero sí ordenado y creo mucho en la juventud". La frase la dijo Julio de Miguel en una entrevista que concedió a Mundo Deportivo en la previa del Valencia-Barcelona que se disputó en el Luis Casanova el 28 de febrero de 1971, cuando el equipo che ya lideraba la clasificación.
Julio de Miguel fue presidente del Valencia desde 1961 hasta 1973. Si Luis Casanova fue el presidente que hizo del Valencia el mejor equipo de España durante la década de 1940, Julio de Miguel pasó a la historia por ser el que impulsó al club en Europa. Bajo su mandato el Valencia conquistó dos Copas de Feria (1962 y 1963) y la Copa de 1967. Pero es sin duda la Liga de 1971 el título que más orgullo le generó. "Soy el hombre más feliz porque veo felices a los miles de aficionados que nos han llevado en volandas al título", decía a los periodistas en el vestuario del estadio del estadio Sarriá, minutos después de proclamarse campeón.
Empresario citrícola, madrileño de nacimiento, Julio de Miguel asumió la presidencia del Valencia el 2 de julio de 1961 tras la dimisión de Vicente Iborra por problemas de salud. Su mandato es el segundo más longevo en la entidad de Mestalla tras el de Luis Casanova. En concreto, permaneció en el cargo hasta el 6 de junio de 1973, tras tres subcampeonatos de Copa consecutivos, y dándole el testigo a Francisco Ros Casares. Pero, en verdad, la era Julio de Miguel acabó unos meses antes, en concreto el 13 de febrero de 1972, el día que falleció en Mestalla, a la conclusión de un Valencia-Atlético de Madrid, Vicente Peris Lozar.
Vicente Peris era el cerebro en la gestión del Valencia. Su influencia en el día a día del club y del propio equipo transcendía a su cargo de gerente. Formado a la sombra de Luis Colina, Vicente Peris fue para el Valencia como Leonardo Da Vinci para la humanidad: un polímata del fútbol. Era el confesor de los jugadores y un ayudante más de Di Stéfano. Fue un ideólogo en la ambientación de los partidos y el impulsor de mejoras en el alumbrado del estadio. Recuperó el Trofeo Naranja y propició giras internacionales como la que llevó al Valencia a inaugurar uno de los estadios más legendarios del fútbol: el Azteca de México.
Vicente Peris peleó en los despachos durante aquella Liga de 1971 por el Valencia y también por su afición. Nunca en la historia se ha repetido un desembarco tan numeroso de aficionados valencianistas por los campos de España siguiendo a los suyos como en la recta final de aquel campeonato y ahí estuvo cada semana Vicente Peris para arañar entradas de aquí y de allá. El gerente, en su defensa de los intereses del club, lanzó un órdago a la Federación en la penúltima jornada de Liga por lo que consideraba un ataque a la "pureza" de la competición, cuando no se unificó horarios pese a la igualdad en la clasificación. La influencia en los despachos de Vicente Peris fue clave en aquella Liga, tanto como las paradas de Abelardo o los goles de Forment.
Di Stéfano llegó al banquillo de Mestalla gracias a las gestiones de José María Sánchez Lage, que ejercía de ojeador del Valencia en Argentina en la época de Julio de Miguel. Su trayectoria en Boca Juniors, donde ganó sus dos primeros títulos (Nacional y Copa), hicieron que fuera el elegido para darle un giro al proyecto blanquinegro. Entre sus primeras decisiones, prescindir de tres leyendas de la entidad: Vicente Guillot, Roberto Gil y Waldo.
"Cuando decidí fichar a Di Stéfano, mi decisión fue tomada serenamente y con lógica. Después de oír hablar tanto sobre Di Stéfano, un auténtico profesor del fútbol, pensé que era lo que necesitábamos, máxime después de haber sufrido una cura de humildad en el Elche y de haber triunfado en Argentina", comentó entonces Julio de Miguel.
"Después de oír hablar tanto sobre Di Stéfano, un auténtico profesor del fútbol, pensé que era lo que necesitábamos"
Julio de Miguel (Mundo Deportivo, diciembre de 1970)
Di Stéfano, que dirigió al Valencia en tres etapas diferentes, también pasó por los banquillos del Elche, Boca Juniors, Sporting de Lisboa, Rayo Vallecano, Castellón, River Plate y Real Madrid. Sus hitos como entrenador, más allá de los títulos conquistados con el Valencia (Liga, Recopa y Supercopa de Europa), fueron sendos campeonatos nacionales y una Copa de Argentina y una Supercopa de España con el Real Madrid. Pero, lo dicho, el Di Stéfano entrenador hizo carrera en Mestalla, siendo aún a día de hoy el entrenador que más partidos oficiales ha dirigido al equipo ché (313).
Curiosamente, su estreno en partido oficial en España con el Valencia fue contra el Real Madrid en el Santiago Bernabéu (2-0). Tras esa derrota, Di Stéfano dejó una frase que con el tiempo se ve como un aviso para navegantes: "Hasta adquirir el necesario acoplamiento, este estilo puede verse como peligroso… pero después todo irá sobre ruedas". Como decía Juan Sol en una entrevista a AS a principio de aquella temporada: "Nos hace jugar sin agarrotamientos. Igual puede avanzar un defensa e incluso marcar, que defender un delantero. Todo de una manera armónica". Y así fue como ganó la Liga el Valencia.
Di Stéfano hizo de la condición física un factor diferencial del Valencia respecto a todos sus rivales y la solidez defensiva, su obsesión. "Seguro que mañana los chicos de la prensa hablan maravillas del partido del Manzanares, dirán que ha sido de ida y vuelta… pero nosotros nos volvemos a casa con tres goles encajados; así que a la próxima haber si ustedes marcan uno y no reciben ninguno", recuerda Forment que les dijo tras perder 3-0 contra el Atlético de Madrid, en el único partido en esa Liga que encajaron más de dos goles.
"Di Stéfano nos hace jugar sin agarrotamientos; igual puede avanzar un defensa e incluso marcar, que defender un delantero"
Juan Sol (Diario AS, enero de 1971)
Di Stéfano siempre creyó en las posibilidades de sus jugadores ("Pienso que los muchachos pueden ser campeones", aventuró en diciembre, cuando ya competía de tú a tú con Atlético, vigente campeón, Barcelona y Real Madrid) y sus futbolistas siempre creyeron en su mensaje ("Sabe cómo motivarnos", enfatizaba Antón en una previa contra el Elche). Su filosofía era el 'uno para todos': "Yo vivo el fútbol moderno, no el antiguo; en el fútbol moderno, el goleador no existe, los goles los marcan cualquiera".
Una de las imágenes icónicas de aquella Liga de 1971 es la de Di Stéfano en el banquillo de Sarriá preguntando a la grada si el Atlético y el Barcelona seguían 1-1. Ese resultado le daba el título al Valencia pese a su derrota contra el Espanyol. Aquella tarde Di Stéfano se fumó los dos paquetes de tabaco "que llevaba encima y perdí la cuenta de los que me dieron". "Jugamos el peor partido de la temporada… pero no somos campeones por casualidad", dijo la Saeta Rubia durante la celebración en el vestuario.
Abelardo, Jesús Martínez, Antón, Aníbal, Claramunt, Sol, Sergio, Paquito, Forment, Pellicer, Valdez, Tatono, Claramunt II, Jesús Martínez, Poli, Vidagany, Ansola, Barrachina, Fuertes, Uriarte, Nebot, Jara, Cota y Pesudo Ellos fueron los campeones de Liga de 1971. Ellos convirtieron al Valencia en el mejor equipo de España 24 años después y le llevaron a jugar por primera vez en su historia la Copa de Europa.
Ocho valencianos, cuatro vascos, tres asturianos, dos gallegos, dos andaluces, dos paraguayos, un argentino y un murciano. Abelardo, Antón, Aníbal, Claramunt y Sergio participaron en los 30 partidos de Liga; la participación de Uriarte, Nebot, Jara, Cota o Pesudo fue testimonial o nula en el caso de los porteros suplentes. Pero Di Stéfano consiguió formar con todos ellos una gran familia, de la que Paquito era su capitán y Claramunt, su líder espiritual.
La Liga de 1971 dejó tardes de novela. De hecho, su relato ha inspirado libros y documentales. Ya solo por su desenlace final es digna de permanecer eternamente en el recuerdo de los aficionados españoles, aunque durante el camino hacia el título, el Valencia y su afición vivieron partidos y goles que explican por qué al fútbol se le llama el deporte rey.
El Valencia fue de menos a más durante el campeonato. El destino quiso ser caprichoso con Di Stéfano, que se estrenó como entrenador che en la que fue su casa en España como futbolista. El Valencia debutó contra el Real Madrid con camiseta roja y con un "juego correoso y duro, clásico en ellos". Pero dos goles de Pirri dejaron los puntos en Chamartín.
Las cinco primeras jornadas generaron dudas sobre el Valencia. Solo logró una victoria contra Las Palmas (5-1) y en esa fase sufrió su única derrota como local en todo el campeonato, contra el Sevilla en la tercera jornada (0-1). Ello sumado a sendos empates contra Granada (2-2) y Real Sociedad (0-0) alejaban al Valencia de la cabeza. Pero sus sensaciones contra los donostiarras fueron buenas y de no ser por el portero Esnaola, la victoria habría sido suya.
El Valencia, en la sexta jornada, en su visita al Sporting de Gijón (0-1), comenzó su idilio con los goles en los últimos coletazos de los partidos. Aníbal le dio la victoria en el minuto 86, una tónica que sería bastante habitual a lo largo del campeonato y que tuvieron su colofón en el tramo decisivo del campeonato, con los goles de Forment y Antón al Celta y Sabadell.
La victoria contra el Sporting fue la primera de cuatro seguidas que encadenó el equipo y que le aupó en la clasificación. Entre ellas, sendas victorias seguidas al Barcelona (0-2) en el Camp Nou, que era el líder, y Atlético de Madrid (1-0), vigente campeón e invicto hasta ese día. En esa fase del campeonato fue cuando Abelardo logró el que era hasta esa fecha el récord de imbatibilidad de un portero del Valencia. El asturiano estuvo siete jornadas seguidas sin encajar gol. Relevante el penalti que detuvo a Martí Filosía en el Camp Nou y su posterior actuación en San Mamés contra el Athletic (0-0).
El Celta frenó la trayectoria que llevaba el equipo (1-0). En Vigo, en la jornada 12º, el Valencia sufría la tercera de las solo cinco derrotas que cosecharía en todo el campeonato (Real Madrid, Sevilla, Celta, Atlético de Madrid y Espanyol). Aún así, pese al gol de cabeza de Jiménez, los periódicos gallegos decían: "El Valencia es el mejor equipo que ha pasado hasta ahora por Balaídos". No es de extrañar a tenor de tales comentarios que los rivales blanquinegros tuvieran que esperar 11 jornadas hasta que volvieron a verle perder un partido (3-0, Atlético).
La Valencia periodística comenzó a creerse que su equipo podía pelear por el título a raíz de la victoria por 1-3 en Altabix contra el Elche. Así Jornada titulaba "El Valencia se comporta como equipo con evidentes aspiraciones al título" y Levante directamente decía que "El Valencia es candidato al título". Tales sensaciones se reafirmaron dos jornadas después, cuando el Real Madrid visitó el Luis Casanova (1-0). Forment anotó el gol de una victoria que ponía por primera vez líder al Valencia, empatado a puntos con el Atlético de Madrid.
A falta de ocho jornadas el Barcelona visita el Luis Casanova. El Valencia llegaba a ese partido como líder, tras una trayectoria de tres empates (Las Palmas, Sevilla y Real Sociedad) y tres victorias (Granada, Sporting y Málaga, ésta última gracias a otro penalti detenido por Abelardo). Rexach adelantó a los azulgrana y Paquitó puso el definitivo 1-1 a un partido en el que, según recogió Mundo Deportivo en su ficha de la crónica: "El árbitro actuó casi toda la segunda mitad descalzo por molestias en la zapatilla".
Una semana después, el Valencia visitaba el Manzanares. Primero contra segundo. Aquel fue el partido 1000 en Primera del Valencia. Los días previos estuvieron marcados por la queja che al Colegio Nacional de Árbitros por la designación de Medina Iglesias y por el anuncio en prensa de la renovación por dos temporadas de Di Stéfano. "El Valencia jugó excelentemente hasta el descanso" pero acabó sufriendo la mayor goleada del año: 3-0, con goles de Gárate y Luis Aragonés. Ese triunfo colocaba líderes a los rojiblancos, con los mismos puntos que el Valencia (33) y solo uno más que Real Madrid y Barcelona (32).
La crítica empezaba creer que el Valencia, a falta de seis jornadas, sería víctima de la presión. Pero nada más lejos de la realidad. El equipo de Di Stéfano encadenó cinco victorias consecutivas: Athletic (4-0), Zaragoza (0-2), Celta (2-1), Sabadell (0-1) y Elche (3-0). Fue la fase del gol eterno de Forment o el del milagro de Antón en la Creu Alta. Y así, como líder de la Liga, con un punto más que el Barcelona y dos que el Atlético, llegó el Valencia a Sarriá.
El Valencia visitaba a un Espanyol que no se jugaba nada, aunque el técnico espanyolista había dejado claras sus aspiraciones en los días previos: "Queremos ganar para que el título se quede en Barcelona". A la misma hora que en Sarriá, Atlético y Barcelona se enfrentarían en el Manzanares. El Valencia era el único de los tres que dependía de sí mismo. Si ganaba, campeón. Incluso si empataba y no ganaba el Atlético, también. Pero los de Di Stéfano jugaron peor que nunca y Lamata, de cabeza, firmó el 1-0 en el minuto 62. En ese instante, el Barcelona, que ganaba 0-1 gracias a un gol de Martí en el minuto 59 de su partido, era el campeón. Pero en el minuto 64 Luis Aragonés ponía el 1-1 en el Manzanares. Ya no se movió ningún marcador y el Valencia, pese a perder, se proclamó campeón.
La química que existió entre equipo y afición fue sin duda una de las claves del título. Mestalla, llamado entonces Luis Casanova, jugó un papel fundamental en la consecución de la cuarta Liga del Valencia. Además, se dieron unos condicionantes que transformaron el estadio en el escenario perfecto para que el equipo fuera campeón.
Fueron pocos los partidos en los que en sus gradas no se concentraban 60.000 personas, un aforo que con las posteriores remodelaciones y normativas fue reduciéndose. Los aficionados iban al fútbol con tracas como ahora van con pipas. Eran tiempos en los que la vida de ocio en la ciudad prácticamente se concentraba en la semana de Fallas y en los días de partido del Valencia. Los aficionados se volcaron con la causa. El partido contra el Barcelona, por ejemplo, conllevó la mayor recaudación hasta ese día de la historia del club, dejando en las arcas la significativa cuantía para la época de 8 millones de pesetas.
La fiebre por el Valencia traspasó los muros de Mestalla. La afición protagonizó desplazamientos masivos pocas veces vistos antes en jornadas de Liga. Miles fueron al Camp Nou, al Manzanares, a Sabadell y, por supuesto, a Sarriá. Se calcula que en la última jornada había 20.000 valencianistas en Barcelona para animar al equipo de Di Stéfano contra el Espanyol. De la algarabía en los prolegómenos se pasó al silencio tras el gol de los pericos y a los nervios por saber el resultado final del Atlético-Barcelona.
Después, tras el empate a 1-1 en el Manzanares, con el Valencia como nuevo campeón de España, llegó la locura, el frenesí, la invasión de campo y las imágenes icónicas de aquella tarde, como la de la "Chica de Sarriá" o "el Palmito de Aldaia" que 31 años después desempolvó el presidente Jaume Ortí el día que el Valencia conquistó la Liga en Málaga. Hoy el 'Palmito' preside la entrada de la Fundació VCF, que lo restauró hace pocos años y que forma parte del patrimonio del club blanquinegro.
El Valencia celebró el título en su hotel de concentración en Barcelona. Allí transcendió que cada futbolista percibiría una suculenta prima por el título: 250.000 pesetas. La noche fue larga en la Ciudad Condal, aunque menos de lo que lo fue el trayecto de vuelta hasta Valencia. El equipo se desplazó en autocar y tras parar en Benicarló para almorzar, la carretera se colapsó por la caravana de vehículos que acompañó a los campeones.
El autocar del Valencia tardó cuatro horas en recorrer 100 kilómetros. Hizo parada en Almenara, el pueblo de Forment; en Puçol, el de los Claramunt; y también en Sagunto. 300.000 personas les recibieron en las calles de Valencia y la fiesta acabó con una vuelta de honor de los campeones en un Mestalla que estaba llenó a pesar de la lluvia. Cuentan los que lo vivieron que "valió la pena el resfriado". 31 años tardó el Valencia en volver a ser campeón de Liga. Y ese día, casualidades del destino, también llovió.