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EIBAR-REAL MADRID

Bailando bajo la lluvia

El mejor Madrid de la temporada pasa por encima del Eibar. Doblete de Benzema, que ya es pichichi. Primera gran noche de Hazard. Valverde marco y Rodrygo no jugó.

Actualizado a

Hubo un tiempo, en medio del huracán, en que Zidane se atrevió a decir que este equipo acabaría jugando bien. Soplaba tan fuerte el viento en contra que sonó a promesa electoral, pero ese momento llegó en Eibar, en el mejor partido de la segunda parte de la era del francés. El Madrid fue un orfeón. Jugaron estupendamente los que ya estaban, con Benzema por encima de todos y Modric cerca; los fichajes (excepcional Hazard y en locomotora Mendy) y los canteranos (Valverde adquiere carta de naturaleza como titular). Un partido redondo a costa de un Eibar al que no le salvó del baile su valor torero.

La caja negra del partido dejó dos conclusiones preliminares. La primera, que van a espaciarse mucho los partidos en que coincidan Kroos y Modric, pareja cada día menos energética. El fútbol va por ahí, se necesitan más piernas (las de Valverde) que cabezas cuando aprieta el calendario. La segunda, que en determinados partidos convienen más las vitaminas que las musas. Por eso jugó Lucas Vázquez en Ipurua, estadio chiquito pero matón, y no Vinicius o Rodrygo. Eibar le dio la ocasión a Zidane de bajar de la nube al trigoleador del miércoles, como si firmar un hat-trick en la Champions a los 18 años le mandara a uno directamente a Babia. No parece de esa especie Rodrygo, vista su sosegadísima reacción al trueno.

Con todo, el Madrid cogió el partido al vuelo. Un partido norteño, lluvioso, antipático, con un adversario en el cogote ante la primera salida de la pelota y crecido por los últimos resultados. De ahí que la exhibición del equipo de Zidane resultara hasta sorprendente. Un grupo al que suele sonarle tarde el despertador salió a toda pastilla. En concentración, esfuerzo, buena lectura del juego, agresividad y apetito.

A Benzema se le vino encima un equipo huérfano de Cristiano y lo sujeta cada día con mayor firmeza. Está a todo. Entra y sale, dirige, frena y acelera, remata y marca. De todo hubo en el gol que desencuadernó al Eibar. Se abrió a la izquierda, esprintó, se paró, le abrió hueco a Valverde y la pelota acabó volviéndole a él para mandarla a la red. Fin del partido.

El Eibar es el fútbol sin aditivos, tremendista, y tiene un punto valiente/temerario de fiarlo todo a su primera presión adelantando mucho la zaga para encoger el acordeón y esperar que caiga ahí la presa. Una vez sorteada esa primera embestida, y el Madrid pareció conocer todas las salidas del laberinto, quedó indefenso, a merced de un adversario con el traje de luces.

El curso de Hazard

La tarde le dejó un espacio de exposición a Hazard, por fin el jugador con burbujas del Chelsea. Fue la primera gran noche del belga. Empezó metiéndole un pase a Benzema por el ojo de una aguja y a partir de ahí soltó amarras: desmarques, esprints, alguna rabona, alguna espuela, una decena de regates. El repertorio de un crack.

En realidad, fue difícil encontrarle un defecto al Madrid en la primera mitad. Mendy resultó un mercancías por su banda, Modric estuvo en Balón de Oro, atrás regaló tan poco como en los cuatro partidos anteriores, Valverde salió a cortarlo todo y le sobró hasta para llegar y marcar, y Lucas justificó su titularidad. En el lado oscuro quedaron los dos laterales del Eibar, piedras angulares de su juego. Atacaron y defendieron mal. Salieron a penalti por cabeza, transformados por el mismo sitio por Ramos y Benzema, que deja atrás a Puskas en su brote goleador.

La segunda parte volvió ahorrativo al Madrid y disparó el amor propio del Eibar, que apretó mucho arriba y se desabrigó mucho abajo. El equipo arrebatado tan del gusto de Mendilibar. Eso mantuvo el pulso de un partido resuelto. Pero también en el ida y vuelta el Madrid tuvo el mazo más grande. El gol de Valverde abrió paso a la política de vestuario. Zidane les dio un trocito de partido a Vinicius, Isco y Brahim, necesitados de afecto y de minutos. Y lanzó el mensaje de que lo que haya que ganar será con todos.