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REAL ZARAGOZA

Sin puntería no hay paraíso

Al margen de la actuación del colegiado, que perdonó la expulsión a Pita a la media hora de juego, el Zaragoza realizó 25 disparos; sólo cuatro a puerta y ninguno acabó en gol.

Dwamena se lamenta de una ocasión errada frente al Lugo.
ALFONSO REYES

En cualquier análisis del partido del sábado hay que incluir la actuación arbitral. En primer lugar es incomprensible que el mismo colegiado que hace menos de un mes tuviera que ser corregido por el VAR en La Romareda al no ver un clarísimo penalti sobre Luis Suárez arbitre por segunda vez al Real Zaragoza en sólo siete jornadas. En segundo lugar es inexplicable que no expulsara a Pita en una acción manifiesta de gol, siendo el jugador del Lugo el último hombre, desentendiéndose del balón para impedir el disparo de Dwamena. Y en tercer lugar es inaceptable esa actitud chulesca y esa permisividad con las continuas interrupciones del equipo gallego. Está claro que a Areces Franco le viene grande La Romareda, y la Segunda División en general, pero los aragoneses no sólo no ganaron por el árbitro.

El Zaragoza realizó 25 disparos a lo largo de los noventa minutos. Sólo cuatro de ellos fueron a puerta y ninguno acabó en gol. Por ahora, se trata de un hecho aislado, ya que hasta el sábado los aragoneses sumaban diez tantos en cinco partidos y venían de marcar tres goles en sus últimos dos encuentros, pero lo cierto es que se quedó sin marcar por primera vez esta temporada a pesar de contar con tres ocasiones clarísimas en los primeros minutos del partido. Ni Dwamena, en dos ocasiones, ni Luis Suárez vieron puerta y pudieron poner por delante al Zaragoza. Sin puntería no hay paraíso y el Lugo no vio alterado su plan.

Y es que el conjunto gallego cambió su estilo y pasó a jugar con una defensa de tres centrales en su visita a La Romareda. Incluso su entrenador, Eloy Jiménez, reconoció que uno de los objetivos era frenar el ritmo del Zaragoza con tantas interrupciones. Lo lograron y los aragoneses deben aprender de ello porque no será el último equipo que llegue al estadio zaragocista con esta idea. Tras una primera parte con varias ocasiones de gol, los aragoneses se atascaron en ataque y poco a poco se fueron ahogando en los 25 metros en los que quiso jugar el Lugo. Una y otra vez se estrellaron contra ese muro, insistiendo demasiadas veces por el centro y sin darse cuenta de que la única vía de entrada era con las subidas por banda y por sorpresa de los laterales.

Pero el partido también dejó varios apuntes positivos. El Zaragoza se mantuvo fiel a su estilo y buscó el triunfo hasta el final. Una fe altamente necesaria en una categoría tan igualada y en la que muchos partidos se deciden en los últimos minutos. El equipo siempre se deja todo y esa entrega contagia a una afición que a su vez no deja de apoyar y aporta la energía necesaria cuando las fuerzas están al límite. El ambiente que se respira en La Romareda es extraordinario, al igual que la solidez defensiva del Zaragoza. Concede muy pocas ocasiones y cuando las concede aparece Cristian Álvarez. Así se explica que los aragoneses hayan dejado su portería a cero en cuatro de los seis partidos disputados —más veces que en toda la primera vuelta del curso pasado—, sólo hayan recibido dos goles y sean el equipo menos goleado de la categoría.

El Zaragoza continúa tercero y está a tres puntos del liderato y a dos del ascenso directo con un partido menos. Además, es junto al Almería el único equipo invicto de la categoría. Quizás por ello la peor noticia no fuera dejar escapar dos puntos de La Romareda, sino las lesiones de Vigaray y James Igbekeme. La ausencia de ambos en los próximos partidos no tendrá tanta importancia en la medida de que el Zaragoza sea capaz de mantener la solidez defensiva de estos seis primeros partidos y recupere la puntería de las cinco primeras jornadas.