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LAS PALMAS 1-0 CÓRDOBA

Las Palmas, con lo mínimo, le da la estocada al Córdoba

Los andaluces consumaron el descenso donde hace cinco años subieron a Primera. Buena parte de la afición local volvió a gritar "¡Ramírez, vete ya!".

Las Palmas, con lo mínimo, le da la estocada al Córdoba
LaLiga

Como si el destino le quisiera jugar una broma macabra, impecable sonido en la voz tan particular del maestro Sabina, el Córdoba consumó su descenso allí donde, el famoso 22J, hace cinco años subió a Primera División. Su triste temporada, tampoco mucho peor que la de Las Palmas, acabará con una entidad en llamas, ya en Segunda División B y acumulando tres meses de impagos. Lo que queda se hará eterno.

El primer tiempo fue una sucesión de hechos aislados, nada que ver con un fútbol atractivo, acaso lo único lo que pueden ofrecer ambos equipos en estos momentos. Si en el minuto 2 Martín se encontró con el palo, 23 después le tocó a Rubén tras una suave vaselina con el exterior de su bota derecha tras un delicioso pase de Blum. Pero en medio, el propio extremo alemán metió la pierna en un córner, aprovechando un rechace, para hacer el 1-0 ante la pasividad de la defensa blanquiverde.

Conscientes de que su vida en Segunda División pendía de un hilo cada vez más fino, los futbolistas de Rafa Navarro luchaban por estirarse con más ganas que acierto, pues la UD apenas pasaba apuros. Pudo empatar Piovaccari al filo del descanso, pero mandó el balón muy alto con todo a favor. Luego, Araujo, tan desacertado como siempre, marró una clara ocasión, superándole Marcos en el cara a cara.

Bostezo. Ambos equipos ofrecieron, en el segundo tiempo, mil motivos para el bostezo. En medio de la nada, Josep le sacó una pierna milagrosa a Carbonel, que pudo suponerle una vida extra a este Córdoba agonizante. Los cambios de Pepe Mel, fuera Araujo y Rubén para que entraran Mir y Mesa, iba únicamente destinados a aguantar un 1-0, fácil botín ante un equipo sin vida, condenado a este final de liga tan lento como doloroso. La historia, cíclica ella, le tenía guardado este guiño cruel. El "¡Ramírez, vete ya!" que rugió al final el EGC fue lo más animado de otra tarde tediosa.