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Grupo C | Italia 1 - Croacia 1

Italianada ante Croacia

La Nazionale jugó una primera parte excelente con golazo de Pirlo, pero dio un paso atrás y su viejo instinto especulador costó caro a la azzurra ya que se dejó empatar y abre el grupo.

Actualizado a
Italianada ante Croacia

Entre los pecados capitales italianos no figura la gula. Lejos de ello, su conformismo resulta irritante y altamente peligroso. Cesare Prandelli, un pragmático que toma lo mejor de cada sitio, como la siesta, arropa a Pirlo con un 3-5-2 y trata de desterrar esa mezquindad genética. Pero...

El crack

Pirlo Un fuoriclasse. Un tipo capaz de redefinir el estilo de juego de un equipo y de una selección. Golazo.

¡Vaya día!

Balotelli No fue el peor, pero deja la misma sensación de ansiedad ante el gol que Cristiano o Fernando Torres.

El dandy

Cassano Cuando se disfraza de fantasista tiene cosas de genio. Una pena que descuide un físico que le lastra.

El duro

Srna Dio un codazo a Motta, fruto de la frustración, que debió ser tarjeta de discutible color. Ni fue amonestado.

Slaven Bilic, seleccionador croata, sostiene que Italia es la selección más versátil porque puede jugar al catenaccio con tres centrales, sostener la posesión con cinco centrocampistas o ser directa con Balotelli y Cassano. Ayer Croacia decidió cortocircuitar su medular desplegando un marcaje mixto a Pirlo. El grandullón Mandzukic le tapaba en campo italiano y Vukojevic en suelo croata. Italia, lejos de estresarse, eligió el pragmatismo de su técnico. Profundidad en los carriles y verticalidad con Cassano y Balotelli, tipos peculiares que tienen química. Mario dispuso de dos ocasiones en los albores del partido con los croatas dimitidos ofensivamente, más allá de un sospechoso agarrón de Chiellini a Mandzukic y un centro que saludó Jelavic.

Fuoriclasse. Modric, que no estuvo exigido con marcas especiales, no rentabilizó su libertad. Cassano, por su parte, dejó pinceladas de su perezosa magia. La superioridad medular italiana, cuatro contra el solitario Vukojevic, provocaba llegadas masivas al área croata. Pirlo, que se había desembarazado ya de la vigilancia, orquestaba el juego con su catálogo de pases para Marchisio, Balotelli, Cassano... Entonces Webb señaló falta el borde del área. Pirlo se cuadró litúrgicamente y acarició con el interior de su derecha la pelota, que burló a la barrera y acabó en la red. El fuoriclasse coronaba la obra con Modric observando a unos metros. La Italia de Prandelli, generosa y refinada, se iba a la ducha arriba en el marcador. Olía bien.

Modric se reivindicó en la reanudación con dos latigazos que despertaron a su grada, pero no a sus indolentes compañeros. Jelavic no tenía balón, Rakitic no tenía ganas y Perisic no tenía cobertura. Los minutos goteaban ante la pétrea sonrisa del impasible Buffon y Prandelli suplía al ansioso Balotelli, el Fernando Torres italiano, por Di Natale. Italia había enfriado tanto el partido que se congeló. Y así, narcotizada por su propio bromuro, permitió a Mandzukic bajar en el área pequeña un centro de Strinic y empatar. Olía mal.

Nueva italianada de una azzurra que no puede despojarse de sus viejos vicios. Italia dominaba, ganaba y hasta se divertía cuando el instinto, ese espíritu conformista, la empujó a acomodarse y terminó defendiendo agónicamente un empate que regaló. Por su parte Croacia, empequeñecida ante un rival de rango, rescató un punto que estaba muy caro. Italianada de la azzurra. "Una más", pensará Pirlo.