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Liga de Campeones | Barcelona - Arsenal

De equipo de barrio a marca global

Wenger ha cambiado la imagen labrada por Norris, Chapman y Graham.

De equipo de barrio a marca global
reuters

Actualmente, la imagen del Arsenal se asocia al glamour. Es ejemplo de club global y de buen gusto futbolístico. Algo así como el yerno perfecto. Pero no hace mucho, el Arsenal era un equipo de barrio, poco estimado y denostado por su fútbol ramplón. Su evolución de club de barrio a marca global es un ejemplo de los derroteros a los que parece destinado el fútbol moderno.

Nació el Arsenal en el sur de Londres, en Woolwich, donde se fabricaban los cañones para que su Graciosa Majestad impusiera el té de las cinco a medio mundo. El equipo de los obreros empezó jugando de rojo porque las camisetas se las regaló el Nottingham Forest y pronto llegó a ser el club más odiado de Londres.

El responsable de eso era Henry Norris, su presidente, un diputado conservador que no escatimó artimañas para beneficiar a su equipo, que se conocía como el Banco de Inglaterra a causa de las ayudas que recibía. Una de ellas supuso su mudanza a Highbury, al norte de Londres, cosa que le sentó fatal al Tottenham, del norte de siempre, y desde entonces enemigo irreconciliable de los gunners.

Si las jugarretas de Norris hacían al Arsenal desagradable, la figura de Herbert Chapman tampoco ayudaba. Fue él quien introdujo las mangas blancas en el uniforme para que sus jugadores pudieran distinguirse en el campo y que logró que fuera el único club con parada de metro propia, algo único en Inglaterra. Cincuenta años después el Arsenal de George Graham era conocido como boring (aburrido) hasta que llegó Wenger, apostó por los extranjeros y por el balón. Ahora tienen una web en japonés, aficionados por todo el mundo y han cambiado el viejo Highbury por el ultramoderno Emirates. Ya son globales.