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Liga de Campeones | Benfica - Barcelona

"Aquella final hizo cambiar la forma de los postes"

Enrique Orizaola tiene ahora 84 años, pero conserva vivo el recuerdo de aquella primera final de la Copa de Europa que disputaba el Barça en 1961. En una conversación con Luis Castelo, el entrenador recuerda el antes, el durante y el después de aquel infortunado partido.

Orizaola, técnico del Barça en la trágica tarde de Berna, revive aquello

Habíamos jugado las semifinales ante el Hamburgo. En Barcelona ganamos 1-0 y perdimos en Alemania 2-1, pero por aquellas fechas los goles en campo contrario no valían doble y tuvimos que jugar un tercer partido en Bruselas en el que vencimos gracias a un tanto de Kocsis que nos metió en la final de la Copa de Europa. La Federación Española no nos autorizó jugar el sábado anterior a la final ante el Oviedo y una vez que disputamos el partido el domingo, al día siguiente viajamos a Berna. En el avión, el ambiente estaba un tanto enrarecido ya que había dimitido el presidente, el club estaba en proceso electoral y las riendas las había cogido Jaime Capmany. El día anterior al partido, tuve que hablar con Kubala y Luis Suárez ya que Ladislao terminaba contrato, lo quería un equipo argentino y Luis iba a ser traspasado por 25 millones de pesetas al Inter. Quería saber cómo estaban psicológicamente. Ambos me dijeron que no había ningún problema. Es más, el gallego me dijo que quería ser campeón aunque tuviese una lesión que le retirase del fútbol.

Lo que me dijo Czibor cuando pisó el césped fue como una premonición. Se dirigió a mí en estos términos: "Maestro, este campo mierda". Y es que Hungría había perdido en ese campo la final de la Copa del Mundo ante Alemania. El partido comenzó muy bien para nosotros. Teníamos al Benfica, un gran equipo, a merced. Fue entonces cuando Kocsis marcó el primer gol tras un centro de Kubala, el hombre que enseñó a darle al balón con efecto. Desgraciadamente el equipo portugués en dos contragolpes nos marcó sendos goles, uno de ellos de verdadera mala suerte. El portero, Costa Pereira, sacó un balón que botó a unos diez metros fuera de nuestra área. Ramallets y Gensana no se entendieron y además el sol les deslumbró. Antes de terminar la primera parte Czibor remató un balón que sorprendentemente dio en los dos postes de la meta.

Nada más empezar el segundo tiempo nos marcaron el 3-1. El equipo tuvo en ese momento un pequeño bajón. Nos recuperamos, seguimos dominando, pero la mala suerte era nuestra aliada. Otras tres veces tiramos a los postes. Luego llegó el gol de Czibor que dejó el resultado en 3-2 en una final que siempre será recordada como la de los postes. Nosotros también fuimos un Dream Team, mis jugadores eran siderales.

Cuando el árbitro pitó el final, el vestuario estaba desolado ya que teníamos mucha ilusión y no nos creíamos que habíamos perdido el partido. Yo, que estaba casi hundido, intentaba dar ánimos. Luego nos fuimos a cenar los dos equipos con los dirigentes de la UEFA y los organizadores del evento, el diario L'Equipe. El único ausente fue Luis Suárez al que vino a recoger con un cochazo Helenio Herrera para terminar de cerrar su traspaso al Inter. Yo estaba sentado al lado del director del periódico francés y me dijo que se me veía muy deprimido. Le comenté que no entendía que los postes fuesen cuadradados, pero uno de los dirigentes de la UEFA me comentó que en el fútbol no se podían cambiar las reglas.

Le argumenté que muchos de nuestros balones hubiesen ido dentro si los postes fuesen redondos y que, además, sería bueno que los palos se hiciesen de esta manera porque si un jugador chocase contra un palo cuadrado se abriría en canal. Este directivo me dijo que lo estudiarían. Casi sin quererlo, me convertí en el propulsor para que los postes fuesen redondos a partir de entonces, ya que un mes y medio más tarde las porterías cambiaron.