Pancho Puskas, 'Cañoncito Pum'

Homenaje a Puskas | Combinado Hungría - Real Madrid

Pancho Puskas, 'Cañoncito Pum'

Pancho Puskas, 'Cañoncito Pum'

El Real Madrid juega hoy en Budapest para homenajear a una de las más grandes leyendas de la historia del club blanco, un futbolista único que dejó una enorme huella deportiva y humana a pesar de que fichó cuando ya tenía 31 años.

Ferenc Puskas (Budapest, 2 de abril de 1927) pasó a apellidarse Puskas tras la Segunda Guerra Mundial. El apellido Purcfeld era de origen alemán y tras las atrocidades de Hitler en Hungría era recomendable ocultar la ascendencia germana. Fue su padre, jugador del Kispest y luego su propio entrenador en juveniles, quien adoptó el nuevo apellido, que en magiar significa "escopeta".

Fue en el Kispest donde Puskas se reveló como una figura mundial. En octubre de 1949, el club pasó a ser el equipo del ejército y se denominó Honved. Desde esa fecha hasta 1956 ganó cinco ligas junto a Grocsis, Buzanski, Boszik, Kocsis y Czibor. Por los méritos contraídos, Puskas y algunos compañeros fueron nombrados coroneles.

Con la selección húngara su trayectoria resultó aún más gloriosa. Además de su protagonismo en El partido del siglo (descrito arriba), Puskas ganó el oro olímpico en los Juegos de 1952 y fue subcampeón del mundo en 1954 tras perder la final contra Alemania (3-2). Como internacional logró 83 goles en 84 partidos.

Pero la vida de Puskas dio un giro en octubre de 1956, con la entrada de las tropas soviéticas en Hungría. La invasión le cogió camino de Bilbao, donde el Honved disputó un partido de Copa de Europa contra el Athletic (3-2). Para el choque de vuelta se escogió un terreno neutral, Bruselas. Hubo empate a tres y el Honved quedó apeado. Y algunos (Puskas, Kocsis y Czibor entre ellos) se apearon del todo. No volvieron a Hungría.

El exilio.

Puskas se fue a vivir a La Riviera italiana, contratándose para partidos amistosos. Jugaba poco, cobraba poco, engordaba mucho y envejecía. Para el verano de 1958 había pasado ya de los treinta y tenía doce kilos de más. Sin embargo, Santiago Bernabéu quería ficharle, a pesar de la oposición del entonces entrenador, Carniglia, que lo consideraba un jugador acabado. Un día, Antonio Calderón, el gerente (y hombre duro) del club, llamó a Carniglia a su despacho.

-Don Santiago me ordena que le comunique que ya hemos fichado a Puskas.

-¿Ah, sí? ¿Y qué hacemos con la barriga?

-La barriga se la quita usted.

Total, que Puskas vino y en la plantilla hubo un correr de rumores. Algunos se sentían incómodos con su llegada, particularmente Rial y Mateos, los interiores del equipo blanco en aquella época. Gento hacía causa con ellos. Llevaban tres años trotando por Europa, ganándolo todo y hacían piña. Di Stéfano también fruncía el ceño, pero no decía nada.

Cuando compareció al primer entrenamiento estaba, efectivamente, hecho una ruina física. En la ducha, todos esperaban a ver qué decía Di Stéfano. Y éste sentenció: "Este Pancho maneja mejor la bola con la zurda que yo con la mano". Y no hubo más cuestión.

Con Puskas ganó el Madrid su cuarta Copa de Europa, en la que reunió la delantera más lujosa de toda su historia: Kopa, Rial, Di Stéfano, Puskas y Gento. Puskas, por cierto, fichó como español. Lo mismo que Kocsis y Czibor por el Barça, que los incorporó en las mismas fechas. El Régimen estaba encantado de acoger a estos náufragos del comunismo, víctimas de la presión de la bota rusa sobre el pueblo húngaro. Lo mismo había ocurrido, ocho años antes, con Kubala.

Bernabéu tuvo razón. Puskas nunca llegó a quitarse su barriga, pero cuando dejó el fútbol en el Madrid, nueve años después, entregó una impecable hoja de servicios, con 236 goles en 261 partidos. Sus goles contribuyeron a cinco títulos de Liga, tres de Copa de Europa, una Copa de España y una Intercontinental.

En ésta, la cuarta, el Madrid eliminó primero al Besiktas y luego al Wiener Sportklube. En semifinales se enfrentó al Atlético, que entonces tenía un gran equipo, con una alineación de memoria que remataban Vavá, Peiró y Collar. La eliminatoria precisó desempate, que se jugó en Zaragoza, resuelto por el Madrid con gol final de... Puskas.

A pesar de eso Carniglia no le alineó en la final, a disputar en Stuttgart contra el Stade de Reims. Pretextó que su presencia podría predisponer al público contra el Madrid, puesto que la famila de familia Puskas había renunciado a su origen alemán. Jugaron: Domínguez; Marquitos, Santamaría, Zárraga; Santisteban, Ruiz; Kopa, Mateos, Di Stéfano, Rial y Gento. El Madrid ganó 2-0.

Pachín, luego defensa del Madrid recordaba así su primer encuentro con Puskas, cuando todavía militaba en Osasuna. "Recibíamos al Madrid, y el sábado me dijo Barinaga, el entrenador: 'Mañana marcará usted a Puskas'. Me quedé un poco preocupado. El domingo por la mañana, dando un paseo por la ciudad, me encontré a Puskas, lustrándose los zapatos. No me presenté, pero me quedé mirándole y me tranquilicé. Pensé para mí: 'Este tío parece mi padre. Esta tarde me lo meriendo.' Y me fui tan tranquilo a comer".

"Pero salimos a jugar y me lió. Le entraba y me pasaba el balón por encima de la cabeza. Le volvía entrar y me pasaba el balón entre las piernas. En el descanso estaba avergonzado". En la segunda parte Barinaba le puso a marcar a Di Stéfano y su rendimiento fue tan bueno que La Saeta recomendó su fichaje.

El cénit.

La final de la Copa de Europa fue en Glasgow, en Hampden Park, ante 140.000 espectadores. Enfrente, el Eintracht de Frankurt. Lo que se vivió allí fue inolvidable para muchos. Baste decir que la BBC siguió proyectando ese partido, durante las fiestas de Navidad, durante casi treinta años. Ganó el Madrid por 7-3. Cuatro de Puskas y tres de Di Stéfano. Aquella quinta tuvo un estrambote que significó la apoteosis: la Intercontinental. Reyes del mundo.

El siguiente asalto a la final no tendría final feliz. El rival es el Benfica, que cuenta una jovencísima perla negra, Eusebio. Puskas pone por delante al Madrid 0-2 y 2-3, pero la juventud del Benfica y el tiro de Eusebio desde fuera del área provocan un 5-3 definitivo. La derrota en la siguiente final, contra el Inter, confirmó que el Madrid se hace viejo. Di Stéfano estaba cerca de los 38 y Puskas ya los tenía.

El 26 de mayo de 1969 recibió su homenaje ante el Rapid de Viena (4-2). Atrás quedaban 261 partidos con 231 goles, tres Copas de Europa (34 goles en 36 choques), cinco Ligas (154 goles en 179 encuentros), una Copa (46 tantos en 41 partidos) y una Copa Intercontinental (dos dianas en otros tantos encuentros). La IFHHS le concedió después el título de mejor goleador de todos los tiempos al contabilizar los goles conseguidos en los campeonatos de Liga. Entre el Honved y el Madrid consiguió 512 en 528 presencias.

Después de un periplo como entrenador en Norteamérica, recaló en el Alavés, una experiencia que le valió para dirigir después al Panathinaikos griego, con el que consiguió su siguiente hazaña deportiva: alcanzar la final de la Copa de Europa 1971. La derrota ante el Ajax de Cruyff (2-0) no empañó su magnífico trabajo. Luego viajó de Arabia Saudí a Melbourne para acabar, en 1994, como miembro del cuerpo técnico de Hungría. Ese fue su último trabajo profesional en el fútbol.