ULTRAMARATÓN
Barkley Marathons: la pesadilla en el bosque que casi nadie logra terminar
Inspirada en la fuga del asesino de Martin Luther King, la última edición de la ultramaratón más dura y cruel del mundo concluyó por segundo año consecutivo sin que nadie lograra llegar a la meta.
James Earl Ray pasará a la historia como el asesino de Martin Luther King, aunque sigue habiendo un halo de misterio en torno al magnicidio y no pocas teorías que le exculpan. Sin embargo lo que sí sucedió fue su intento de fuga de la penitenciaria de máxima seguridad de Brushy Mountain, ubicada en el parque estatal de Frozen Head en las montañas de Tennessee. Un paraje abrupto por el que Earl Ray deambuló durante 60 horas para acabar su aventura a 12 kilómetros de la cárcel.
Ese intento frustrado de fuga inspiró años más tarde a Gary Cantrell y Karl Henn, que idearon una prueba solo apta para elegidos en el mismo paraje que acabó con las esperanzas de libertad de James Earl Ray y que celebró su primera edición en 1985. Por aquel entonces, los participantes tenían que recorrer 80 kilómetros en 14 horas como máximo. Hasta 1989 nadie logró terminar la carrera. Fue Ed Furtaw, principal responsable de que Centrell y Henn decidieran redoblar la apuesta y darle el actual formato de 160 kilómetros a recorrer en 60 horas.
15 valientes han llegado a la meta en toda su historia
Y por segundo año consecutivo ninguno de los 40 participantes, que necesitan una invitación especial para inscribirse, ha logrado concluir la ultramaratón más dura del mundo celebrada el pasado fin de semana. Un infierno con una climatología adversa que transcurre entre árboles con un desnivel total de 20.000 metros (si se consigue completar las 5 vueltas estipuladas) y que a lo largo de todas sus ediciones apenas ha logrado superar una quincena de valientes, el último fue John Kelly en 2017. Y es que no hay un trazado al uso. Solo un mapa y una brújula. Y tampoco avituallamiento o puntos de control. Por no tener no tiene ni premio. Simplemente la satisfacción de llegar a la meta. Y ni eso para la mayoría.
Hay quien califica la prueba como un experimento que trata de explorar los límites del ser humano y puede que no le falte razón. Al asesino de Martin Luther King, aunque obviamente eran otras circunstancias, lo encontraron tendido en el suelo, agotado, sin energías, helado y hambriento. Medio muerto. Una sensación que seguro muchos han revivido a lo largo de los años porque enfrentarse al bosque de Frozen Head y salir victorioso es casi imposible.
Se necesita una gran capacidad física y un entereza psicológica que no todo el mundo tiene. Y aún así, nadie garantiza que seas capaz de terminar la carrera porque son infinitas las trampas que esconde el terreno ya que las lesiones y heridas están a la orden del día. El Barkley Marathons tiene una fama bien merecida. Y conviene no tentar a la suerte.
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