Todo empieza con una llamada de Laura Coviella a su “ma”: “Hola, ¿cómo estás? Por aquí todo bien, aunque, bueno, ya sabes, no está siendo el tipo de viaje que teníamos pensado. A veces las cosas no salen como se planean; la temporada de olas no está siendo muy buena, y aquí, la verdad, las previsiones no aciertan. Los soles desaparecen del mapa de un día para otro, hay vientos muy cambiantes y hay muchísima gente en el agua”. Sigue con las consecuencias: “Entonces, a veces te frustras, no te cuadra, te satura y empiezas a perder la esperanza”.

Antes de pasar a la acción, la surfista tinerfeña convierte una situación no deseada en un canto a la esperanza: “Pero ni todo es blanco ni todo es negro. A veces hay que entender que todo es un proceso, ¿no? Y que a veces simplemente hay que ser paciente y pensar que, a pesar de que todo lo quiero ya y ahora, pues se trata más bien de una carrera de fondo. Una carrera de fondo en la cual a veces se gana y en otra se aprende. Esta vez, aprender a distinguir qué es lo que puedes controlar y lo que no, y enfocarte en aquello que está en tus manos. Y lo que no, pues despreocuparte por lo que no lo está. En cualquier momento puede llegar esa sesión, o incluso esa ola, que puede cambiarlo todo. Hopefully, tomorrow. Así que nada, te dejo que es tarde. Mañana.”

Y entonces, fuego. Una ola tras otra de Laura Coviella entre Tahití e Indonesia, paraísos del surf a los que ha viajado este verano una de las surfistas europeas de referencia. Que por pintar “tan mal”, podría ser el sueño de cualquiera. Habría que quitar las rascadas, pero son gajes del oficio. Quizás son olas que no lo cambiaron todo. O sí. Pero lo que está claro es que las acabó disfrutando.