El ‘Iron Man’ que perdió una pierna y se convirtió en subcampeón del mundo de surf
Ibon Oregi sufrió un trágico accidente en 2020. Lejos de hundirse y caer en depresión, se levantó con más fuerza y se reinventó.
Ibon Oregi (Markina-Xemein, 46 años) es subcampeón del mundo de surf adaptado. Este deporte es el que todos conocemos, pero adecuado a las diferentes discapacidades físicas de los competidores. La de Ibon es la amputación. Perdió la pierna izquierda en un accidente mientras entrenaba para una maratón, uno de los muchos deportes en los que destacaba. Fútbol, alpinismo, triatlón... hasta desembocar en el mar subido en su tabla. AS ha estado con él en la playa de Zarautz, en Guipúzcoa, donde vive desde hace cuatro años y donde disfruta y practica lo que fue su terapia tras aquel duro accidente que le cambió la vida: el surf.
Llegó a la playa de Zarautz pasadas las 12:30 de la mañana, en una furgoneta blanca habilitada para guardar todos los bártulos que necesita para hacer surf: tablas, trajes de neopreno, ropa de cambio, etc. Se bajó con su mochila. Vestía una sudadera azul grisáceo de Surf Monkey, marca de su País Vasco natal, con una camiseta interior de color beige. Le cubrían las piernas un pantalón vaquero ancho, para poder ir cómodo y caminar a gusto con la prótesis. De calzado usaba unas playeras Nike blancas, con detalles en negro y en azul celeste. Lucía el sol en la costa del Cantábrico con un viento no muy bravo, insuficiente para surfear. Ibon aparcó en frente del paseo marítimo, al lado del Hotel-restaurante Karlos Arguiñano, propiedad del famoso cocinero con el mismo nombre. Bajó por una rampa pavimentada junto al hotel y ya desde el saludo, chocando la palma de la mano como a un amigo, se mostraba tal y como es: cercano, amable, simpático, natural, muy humano y una persona llena de vitalidad.
El deporte como forma de vida
La historia de Ibon no puede entenderse sin contarla desde el principio, desde su niñez en Markina-Xemein. En ese pequeño pueblo de Vizcaya creció un niño que soñaba con ser futbolista del Athletic Club, y cuya pasión era, y aún es, el deporte. Como futbolista, tenía un futuro prometedor, pero una lesión en el pubis truncó su progresión: “Llegué a 2ªB, pero tuve un problema de pubalgia y, pese a ser diestro, tuve que empezar a chutar con la izquierda. Me acabó asqueando el fútbol”.
Lejos de hundirse y de preguntarse ‘¿por qué a mí?’, Ibon buscó nuevos retos, y encontró el alpinismo y la escalada. Llegó a hacer cursos junto a su novia por aquel entonces, ahora su mujer. “Estábamos súper a gusto”, asegura. Sin embargo, una mala experiencia en Perú le hizo a Ibon terminar esta aventura. Conocieron a una pareja de eslovenos en la ciudad de Huaraz, donde se separaron. “Cuando volvimos a Huaraz, nos encontramos a la policía en la habitación de los eslovenos. Uno de ellos se había caído por una rimaya, arrastró al otro y murieron los dos”, cuenta Ibon. Esto les hizo a él y a su mujer percatarse de que se estaban jugando la vida.
Ibon dejó el arnés y los mosquetones por la bicicleta. En 2004, se interesó por el triatlón gracias a su amigo Luis, que era presidente de un equipo triatleta de Lekeitio. “Quería enfrentarme a mí mismo, no ir en grupo”, argumenta Ibon sus razones de su cambio a este deporte. No le fue mal, en tres años quedó tercero del País Vasco en duatlón. En 2008, fue más allá y comenzó a hacer Ironmans, lo que le valió para llegar al mundial de larga distancia de Hawaii en 2013. Siempre lograba reinventarse: “Esa es mi vida. De frustración en frustración y de golpe en golpe, llegas a unos objetivos que antes no podías ni imaginar”.
Dejó el circuito profesional para dedicarse a su familia, su mujer y sus tres hijos, y a dedicarse completamente a la docencia (había estudiado INEF y llevaba 20 años siendo profesor de educación física). Sin embargo, estaba aún por llegar el golpe más duro para Ibon: “El día 1 de octubre de 2020, mientras entrenaba con mi compañero Jokin para preparar la Maratón de Valencia por una carretera a 5 km de aquí, un coche, que ni lo vimos ni lo oímos, que venía desde atrás, no cogió bien una curva y nos atropelló a los dos. Gracias a unos setos no caímos al mar. Jokin gritaba de dolor. Tenía los brazos, los omoplatos y los hombros rotos. A mí no me dolía nada, la verdad. Le dije ‘Ahora mismo voy’, e intenté levantarme, pero me di cuenta de que no podía mover mi pierna izquierda. Cuando la cogí y la intenté levantar faltaba media pierna. No había nada. El coche se la había llevado consigo. Ahí cambió mi vida”.
As habló con su compañero Jokin: “Ibon me dijo que encontrara la parte de la pierna. Me acerqué al coche y estaba allí. Él estaba perdiendo mucha sangre, pero yo no le podía ayudar porque no tenía fuerza en los brazos y estaba en shock. No sabía si Ibón sobreviviría. Yo fui ingresado en la UCI por un coágulo en la cabeza. Estuve de baja cuatro meses”.
Ibon solo quería una cosa mientras estaba en el suelo: “Pensaba en sobrevivir y en estar con mis hijos”. “Yo estuve consciente tras el accidente y sabía que si vivía me faltaría una pierna. No era empezar de cero, sino de un uno la recuperación. Y estaba vivo”, confiesa con optimismo Ibon, ese que siempre ha profesado.
Ese día lo que tenía pensado hacer Ibon era surfear. El temporal no era el ideal, hacía mucho viento, y decidió salir a correr. Fue una decisión que, como él dice, cambió su vida. Pero esto tampoco le frenaría. Él siempre ha sido un luchador.
Rehabilitación: el nacimiento del nuevo Ibon
Ibon llegó a sentirse inútil. Recuerda aún las primeras palabras que pronunció al despertarse en el hospital. “Estaba mi mujer delante y le dije ‘Ya puedes encontrar otra persona porque yo no valgo nada’”. Esto se lo cuenta a AS sonriendo. Con la sonrisa de una persona que ha sobrevivido a todo para, ahora, estar viviendo como nunca.
Ibon estuvo 15 días en la UCI y muy medicalizado. El surfero cuenta que la rehabilitación era “mi vía de escape, la forma de sentirme vivo”. Gracias a la bicicleta estática, que le revitalizaba, pudo tener una vida “bastante fácil” en el hospital. Salió de él tras seis semanas, mas la vida en casa no fue sencilla.
Debido a la amputación, Ibon sufrió el fenómeno del miembro fantasma, es decir, pese a no tener pierna izquierda, sentía picor y dolor en ella como si aún la tuviese. “Es lo peor que tiene una amputación. Al principio, sentía como una secadora de pelo echando aire caliente constantemente, 24 horas al día los siete días de la semana”. Dormir era imposible, así que, la solución para ello en las primeras semanas era la morfina. “Me la inyectaba a diario y me despertaba con dolor de cabeza. Y así no podía seguir”, dice Ibon, con el rostro angustiado recordando aquello.
Los médicos sustituyeron la morfina por los parches de fentanilo: “Estaba todo el día en un globo. Me lo quité porque me entraba el mono”. Sin embargo, aún se le reproduce el miembro fantasma: “A veces se me sube el gemelo y tengo cosquillas en la rodilla. Si quiero puedo mover los dedos del pie que no existe. Ahora lo estoy haciendo”, cuenta a AS Ibon, mientras esboza una sonrisa consciente de lo sorprendente que es esto. “Es la hostia la cabeza”, afirma.
Pero el dolor de Ibon no era solo físico, sino también, mental, y necesitaba ayuda psicológica: “Estaba en casa hundido y me preguntaba si merecía la pena vivir así, sin poder hacer todo lo que hacía”. Por ello acudió a una experta: “Fue un antes y un después”, confiesa. Ibon tuvo varias sesiones, al igual que su mujer, que era “realista con la situación de casa. La cabeza me hizo un ‘clack’, mi mujer tenía tres hijos y yo parecía el cuarto. No podía seguir así”. Ibon se desnudó ante As con una confesión desgarradora: “Me sentí y a veces me siento una carga”. Su humildad y sencillez le hacen echar de menos algo tan simple como “la normalidad del día a día” y afirma que “pagaría ahora por subir y bajar las escaleras”. Tiene claro cuál fue el momento clave de su terapia: “Cuando me di cuenta de que no quería morir. De que tenía que vivir y hacer mil cosas”.
Rehabilitación: el nacimiento del nuevo Ibon
El surf, la segunda terapia de Ibon
Ibon no empezó a surfear hasta la adolescencia porque sus padres temían al mar. Con 18 años, Ibon se compró su un buggy, con el que anduvo hasta los 25 años. Aprendió a surfear con su amigo Iñaki, que solo tiene buenas palabras para su amigo: “Es un amigo vitamina. Me hace volver a casa más feliz de lo que me fui. Es un maestro de la vida”.
Por el surf y el mar se mudó a Zarautz: “Me ayudó mucho. Mi terapia fue el surf tras la amputación”. Y tuvo que reaprender a surfear. Ya no podía hacerlo de pie, así que tuvo que empezar a hacerlo de rodillas. “Tenía la ilusión de conseguirlo”, dice Ibon, y vaya si la tuvo. Se convirtió en campeón de España a la primera y en 2022 ya era cuarto del mundo. No conforme con estos hitos, el 11 de noviembre de 2023 se convirtió en subcampeón del mundo. Sin embargo, no se divierte en las pruebas: “No disfruto demasiado compitiendo. Me pongo muy nervioso”. Aun así, tiene clara una cosa: “Mi objetivo principal es ser feliz”. Y no necesita lujos para serlo, solamente “tener salud, estar en casa, disfrutar de mis amigos, de mis hijos y de mi pareja”.
El surf, la segunda terapia de Ibon
‘Vivir la espuma’, el ‘Hakuna Matata’ de Ibon Oregi
El subcampeón del mundo ha emprendido un proyecto para hacer de su tragedia una oportunidad para educar y sensibilizar a la sociedad. Se llama Aparretan Bizi, ‘Vivir la espuma’ en euskera. “Cada ola tiene su espuma y ese descontrol y los altibajos es una diversión”, explica Ibon. Y así ha sido su vida: llena de altibajos, de momentos buenos y malos, pero siempre remontando cada ola sonriendo.
La idea surgió a raíz de su participación en su primer mundial. “Me di cuenta de que yo estaba fastidiado, pero hay gente que surfea y disfruta de la vida con dos amputaciones, sin un brazo, sin medio cuerpo... gente que está peor que yo. Me dio qué pensar”. Además, le fascinó el interés de los niños. “Tenían mucha curiosidad cada vez que me veían con una prótesis y me hacían mil preguntas. Yo había sido profesor durante 20 años y echaba en falta la relación con los alumnos”. Ahora es adalid de la inclusión de personas con discapacidades: “Me di cuenta de la importancia que tenía la inclusión para muchas familias. Quiero enseñarles que se puede salir adelante”. Divide su proyecto por edades: primaria, secundaria y universidades, adaptando su discurso a cada una de ellas.
Aparretan Bizi, el 'Vivir la espuma' de Ibon Oregi
El legado de Ibon
Muchos surfistas habituales de Zarautz conocen la historia de Ibon y lo admiran: “Es un ejemplo de superación muy grande para todos los que estamos en el agua. Es fascinante. Es un tío con muchas ansias de vivir y que ha ido superando todos los obstáculos. Es digno de admiración y una persona muy inspiradora. Con todo lo que le ha pasado, en el agua es la persona más contenta y la que más ganas tiene. Verle nos hace tener más ganas para surfear y para vivir. Muchas veces nos frustramos con pequeñas cosas que nos pasan y él nos enseña que se puede con todo”. Es el testimonio de los surfistas que frecuentan Zarautz y que ven de primera mano la grandeza de Ibon. As habló con su amigo Cristian, también surfero: “Cualquiera otra persona no hubiera conseguido darle la vuelta a un accidente así. Es mi icono. Es un eredu, un campeón”.
Para los padres de Ibon, su hijo es un orgullo: “Desde que nació, fue siempre un niño fácil, con mucha personalidad, juguetón y deportista. Siempre ha resuelto sus problemas. El accidente fue un shock para nosotros, pero nunca dudamos de que saldría adelante y estamos muy orgullosos de él”.
El legado de Ibon
El Ibon futbolero
Del Athletic de nacimiento, Ibon estuvo en Bilbao en la celebración el pasado jueves 11 de abril, cuando, tras 40 años, volvió a surcar la ría de la ciudad la Gabarra: “Fue la hostia. Lo que más me gustó fue ver la Gabarra tras tantos años y poder hacerlo con mis hijos y mis amigos”.
El Ibon futbolero
A Ibon le gustaría dar a conocer su historia a los equipos profesionales: “Me gustaría dar charlas motivacionales a los jugadores para que saliesen de su burbuja y conocieran la realidad, que algunos sí la conocen, pero otros, no”. Ibon tiene amistades que están en equipos importantes del fútbol español, pero tiene claro que quiere ir “poco a poco y paso a paso”.
Una de esas amistades es Jagoba Arrasate, todavía entrenador de Osasuna. Se conocen desde pequeños, pues iban al mismo colegio. El técnico vizcaíno ha atendido a AS para hablar de su amigo: “El vínculo que nos une es que estudiamos en el mismo colegio, el BeraKruz, en Markina. Él era un año mayor que yo y nos conocimos en el patio de recreo. Era muy deportista y futbolero, como yo, y en aquellos partidos del patio de quinto contra sexto, él era el capitán de sexto y yo el de quinto, y nos dábamos la mano antes de empezar ese partidillo de media hora de recreo. Ese es mi primer recuerdo con él”.
Para Arrasate, Ibon es un referente: “Le he utilizado como ejemplo de superación muchas veces. Cuando me enteré de la noticia me asusté muchísimo, y te das cuenta de que, más allá de la gravedad de los hechos, es mucho más importante el cómo lo afrontas y es de admirar cómo lo ha afrontado con una sonrisa, dándole la vuelta a la situación. Ahora hace lo que más le gusta, el surf, en Zarautz, y con ese salitre que él necesita”.
Además de un símbolo, Ibon también le ha servido a Jagoba de apoyo en muchos momentos. “Él siempre me mandaba mensajes de si las cosas iban bien o mal a nivel personal y profesional. Y cuando perdía un partido y me mandaba un mensaje Ibon, me decía a mí mismo ‘Joder, ¿soy tonto o qué? Estoy aquí cabreado, frustrado y jodido por un partido y me manda un mensaje este, que mira lo que tiene’. Y me venía arriba. Si él ha podido dar la vuelta a la situación, ¿cómo no se la voy a dar yo a dos derrotas? Así que, cada vez que me mandaba un mensaje era un chute de adrenalina para mí y enseguida ponía el foco en cómo afrontaba él su situación”.
Y esta es la vida de Ibon Oregi. Una vida llena de momentos malos superados con fe y valentía; y momentos buenos disfrutados con mucha vida. Porque, al final, son esas ganas de vivir las que han hecho que Ibon sea quien es hoy: un héroe para muchos, un ídolo para otros y un ejemplo de superación para todos.
Ibon es digno de admirar, y ahora, con su nuevo proyecto, su palabra y su discurso llegarán a aquellos que aún no saben que, en un pequeño pueblo de Guipúzcoa llamado Zarautz, vive un surfista con una sola pierna, pero con un corazón más grande que las olas que surfea.
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