Van der Poel conquista su tercer Tour de Flandes en la desgracia de Cortina

Miles de aficionados entregados a la causa, dotando de esos vatios extra a los corredores cuando los corazones se aceleran y las piernas queman. Y de pronto, se hace el silencio. Sinónimo de desgracia. Rampas imposibles, adoquín mojado y… avería. Frenazo en seco. También a las ilusiones de Iván García Cortina, que cedió el liderato de carrera por ese inoportuno contratiempo que le obligó a completar a pie la subida al Koppenberg. Ahí llegó él, flamente arcoíris, para hacer lo que mejor sabe. Ganar, arrasar.

Un ataque a más de 40 km de meta le bastó a Mathieu van der Poel para llevarse el triunfo en el Tour de Flandes de forma aplastante. Nunca sabremos qué hubiese pasado con Van Aert y Pogacar en carrera, quienes miden verdaderamente su nivel, o qué escenario se habría quedado sin el percance de Cortina, pero dada su superioridad parece impensable que alguien hubiese podido siquiera poner en jaque la supremacía del neerlandés. El podio lo completaron Luca Mozzato y un Nils Politt que heredó el tercer puesto por la sanción a Michael Matthews (esprint irregular). La tercera conquista del Tour de Flandes (quinto Monumento) convierte a Van der Poel en el máximo ganador de esta carrera junto a Buysse, Magni, Leman, Museeuw, Boonen y Cancellara. Portando el maillot de campeón del mundo, sólo Louison Bobet (1955), Rik Van Looy (1962), Eddy Merckx (1975), Boonen (2006) y Peter Sagan (2016) alzaron aquí los brazos antes que él. Leyenda.

Banderazo de salida, 270 km por delante y 17 cotas, algunas adoquinadas, junto a otros siete tramos llanos de pavés. Pura épica, puro ciclismo. La 108ª edición de De Ronde comenzó con un intenso tira y afloja por formar la fuga, que pronto quedó integrada por ocho corredores: Van Lerberghe, Dekker, Aniolkowski, Touzé, Durbridge, Reinders, Taminiaux y Vermoote. Les costó consolidar su ventaja, pero metro a metro, segundo a segundo, hicieron camino. La carrera se instauró en la calma hasta la llegada de las primeras dificultades. Poco que contar… de no ser porque con 200 km por delante, un paso a nivel por el que circulaba un tren obligó a los fugados a echar pie a tierra. Como la carrera se relanzó al cabo de un minuto, el pelotón atravesó ese punto sin detenerse, por lo que los ocho de cabeza se vieron perjudicados.

Hubo deportividad en el gran grupo. Se levantó el pie del acelerador y los de delante recuperaron sus 4 minutos de ventaja. Así se llegó al primer paso por el Oude Kwaremont, donde ya se empezaron a ver las primeras dificultades. Mohoric, uno de los favoritos, se iba al suelo en los primeros metros, aunque sin consecuencias que lamentar. Después, más caídas, más tensión. Momentos en los que los fugados empiezan a soñar, en una de las carreras más impredecibles e incontrolables que existen. En ese escenario, sus opciones siempre crecen.

Pero llegó el Molenberg y todo se puso patas arriba. Pedersen, en una lección de pundonor y coraje pese a las consecuencias de su terrible caída en A Través de Flandes cuatro días atrás, hizo la primera selección en el grupo de favoritos. La fuga quedó engullida. Se formó un primer corte, con doble presencia del Visma con Benoot y Jorgenson, Politt y Turner tras el danés, en el que no estuvo Van der Poel. El neerlandés, tirando de sangre fría, se refugió en el trabajo de dos de sus compañeros. Pedersen abrió más hueco por delante, pero a él se pegó rápidamente Vermeersch. El Alpecin, en una lección táctica impecable, tenía la situación bajo control en todos los frentes.

La escabechina

Minutos más tarde, Pedersen fue atrapado. Demasiadas balas malgastadas. Reagrupamiento, vuelta a empezar. Y llegó el segundo paso por el Oude Kwaremont, icónico tramo en el que se produjo la selección definitiva. El Movistar aguardó su momento hasta ese punto, en el que Lazkano aceleró. No tuvo éxito. Van der Poel dio réplica a su maniobra y consiguió abrir hueco, pero Lazkano le echó el guante superado el pavés, seguido del resto de ‘gallos’. En ese momento de dudas, de parón, los telefónicos lo bordaron: Cortina tiró para adelante y se situó en cabeza de carrera con unos valiosos segundos. La lluvia, cada vez más copiosa, creció en intensidad. Un aviso de lo que estaba por llegar…

La valentía mostrada por el Movistar se tornó en desgracia. El Koppenberg era una pista de patinaje, lo que obligó a Cortina (avería mecánica mediante) y a la mayoría de favoritos a completar la subida a pie. Quien no tuvo el mayor problema fue, quién si no, Van der Poel. El neerlandés hizo ahí su apuesta y destrozó al resto. Jorgenson trató de perseguirle en solitario, pero la brecha no paró de crecer. A más de 40 km de meta, todo quedaba resuelto. Monólogo de ‘MVP’, que entró triunfante en Oudenaarde para ratificar que ya es, por derecho propio, uno de los mejores clasicómanos de todos los tiempos. Ha acabado los 16 Monumentos que ha corrido, con quince top-10, nueve podios y cinco triunfos. De otro planeta.

Longo Borghini, nueve años después

Casi una década, toda una trayectoria deportiva en muchos casos. Pero después de varias decepciones y de subir al podio en la pasada edición, Elisa Longo Borghini volvió a alzar los brazos en el Tour de Flandes, donde no conseguía la victoria desde 2015. La italiana, con su flamante tricolore de campeona nacional, se llevó el triunfo al imponer su punta de velocidad en un reducido esprint a tres bandas. Por primera vez en mucho tiempo, Lidl-Trek pudo con el abrumador dominio del SD Worx, tónica de las últimas temporadas. En el momento más decisivo, Lotte Kopecky, Demi Vollering y Lorena Wiebes no lograron entrar en el corte definitivo.

Ahí, Longo jugó con la ventaja de tener a su compañera Shirin van Anrooij por delante, que superó el Paterberg, última cota del recorrido (163 km), en cabeza. Katya Niewiadoma consiguió alcanzarla, pero con Longo a su rueda. La polaca fue el queso del sandwich. Van Anroij (3ª) se sacrificó lanzando el esprint para la italiana, que fue infinitamente superior a Niewiadoma (2ª).

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