CICLISMO | GUILLERMO TIMONER

"Nunca olvidaré aquellos velódromos llenos para verme"

Guillermo Timoner cumplirá en marzo 93 años y recibió a As en su casa de Felanitx para recordar cómo se forjó una de las leyendas del ciclismo español.

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"Nunca olvidaré aquellos velódromos llenos para verme"
MIQUEL A. BORRAS DIARIO AS

¿Qué tal está, señor Timoner?

 Pues estaría mejor sin tener que llevar bastón, nunca antes lo había necesitado, pero es que voy a hacer ya 93 años... (Guillermo Timoner recibe con una sonrisa a As en la puerta de su casa de Felanitx. La conversación arranca en su despacho, con estanterías repletas de tomos en los que guarda recortes de periódicos de su carrera. Cada estantería está coronada por innumerables trofeos).

¿Ha contado cuántos trofeos y copas guarda?

Ufff, pues me puse a calcular y llegué a la conclusión de que en mi trayectoria quizá gané unas mil pruebas. No hablo de que todas fueran competiciones oficiales, pero si junto premios, critériums, reuniones, trofeos... no andaría lejos.

Se dice pronto...

Tenga en cuenta que yo estuve muchísimos años compitiendo. Mi primer Campeonato de España lo logré en 1945 y el último Mundial, el de San Sebastián, fue en 1965, así que ya se puede imaginar.

¿En qué momento decidió que quería ser ciclista? Porque en aquellos años no sería sencillo...

Yo empecé a montar en bici por necesidad. Aquí lo normal era que los payeses que iban a trabajar al campo se movieran en bicicleta. Comencé a acompañar a mi padre y los amigos le empezaron a decir que su hijo volaba con la bici, así que me apunté a carreras.

Timoner, junto a sus recuerdos.

Y empezó a ganar.

El Campeonato de España de 1945 que se celebró en Tortosa fue el momento en el que vi que me podía dedicar a esto. Tenía 18 años y hasta entonces había sido muy complicado.

Sacrificios que valdrían la pena cuando en 1955 se convierte en el primer campeón del mundo del ciclismo español.

Sí, pero no fue llegar al Mundial y ganar. El año anterior no lo había logrado. Pero el de aquel año lo preparé muy bien.

¿Qué sintió cuando se enfundó el arcoíris?

Alegría, claro. Primero te daban el maillot y ya luego te entregaban el diploma firmado por los comisarios, que certificaban que habías vencido sin trampas, ni dopaje, ni nada raro (muestra uno de esos diplomas). Yo todo lo gané de una forma limpia, por eso le doy tanta importancia al diploma.

Algunos trofeos.

¿Qué recuerda de su regreso a España? ¿Tuvo mucha repercusión aquel éxito?

Pues sí que me empezaron a hacer caso (se ríe). Recuerdo que llegué aquí a Mallorca para entregar el maillot de campeón a la Virgen de San Salvador (donde hoy acabará el primer trofeo de la Challenge de Mallorca y donde están expuestos sus logros). Y durante el trayecto me paraban en todos los pueblos, fue un acontecimiento.

Franco también le recibió.

Sí, y tenía que irme hasta Madrid, al Pardo, porque te avisaban de que tenías que ir tal día y te las tenías que arreglar para estar allí. Hasta mi último Mundial, en 1965 en San Sebastián... y ahí sí estuvo él. Eso sí, una vez que gané tuve que subir hasta el palco para saludarle. Me dio la enhorabuena. (La conversación se traslada a su antigua tienda de bicicletas, ya cerrada y convertida en un museo con maillots, bicis y fotos de todas las vivencias que va relatando).

¿No envidió a otras estrellas de la época como Bahamontes o Poblet? ¿Por qué no se pasó a la carretera?

Sí hacía critériums. Y con Poblet formé una gran pareja en pista... y fuimos también grandes rivales. Pero a mí siempre me tiró más la pista. Siempre me pareció que era un deporte ‘más señor’ que la carretera. En el Tour o en la Vuelta te aplauden sin saber quién eres y eso es bonito, pero en un velódromo todos sabes quién eres y te aplauden a ti.

Sobre todo si es seis veces campeón del mundo.

Con la edad se me han ido borrando recuerdos, pero nunca olvidaré cómo se llenaban los velódromos para verme competir. (Timoner señala varios carteles de pruebas en Suiza, Alemania, Bélgica... donde su nombre es el primero que aparece y en letras más grandes). Todo el mundo quería ver a Timoner y yo me puse un espejo frente al rodillo, porque yo también quería verme correr (se ríe mientras, efectivamente, muestra varias bicicletas en rodillos frente a un espejo).

Cuando posteriormente llegaron los éxitos de ciclistas como Llaneras, ¿sintió que usted había abierto el camino?

A Llaneras le conocí cuando era joven, pero no fui su maestro. Era un corredor de mucha clase. Un ciclista sensacional.

Vaya ciclistas da Mallorca.

¡Y más que hubo! Pero en mis tiempos era difícil salir de la isla y muchos no lo lograron.

Aunque sea de carretera, ahora Enric Más, de Artá, parece que apunta maneras.

No le he visto mucho, pero he leído en la prensa sobre él y parece que es muy bueno.

¿Pero es que le sigue interesando el ciclismo actual?

Claro, y como ha podido ver (dice mientras señala sus fotos, bicis y recuerdos...) el ciclismo siempre ha sido mi vida.