Con todos ustedes, Santi Aldama
El ala-pívot de los Grizzlies no era muy conocido por el gran público porque optó por irse a EE UU a los 18 años. Ahora es una de las mejores noticias de la Selección de cara al Mundial.
Este verano y este ya inminente campeonato, el Mundial 2023, es un punto de inflexión para Santi Aldama en España. Hasta ahora, el 2,13 de 22 años nacido en Las Palmas era un desconocido para el gran público. Eso ya está dejando de ser así con su estreno en la Selección absoluta: 16 puntos en 16 minutos contra Venezuela, 30 de valoración en 23 minutos contra Eslovenia (18 puntos, 6 rebotes, 7 asistencias) y destellos de súper clase contra Estados Unidos (14+5+3 en menos de 20 minutos). Como no jugó en ACB ni en un grande de Euroliga antes de debutar en la NBA, para muchos solo era un nombre que flotaba, el del ausente en el Eurobasket 2022, un peldaño en suspenso del cambio de guardia en una Selección española que no entiende de resacas porque no para de producir talento.
En solo tres amistosos, muchos aficionados han puesto cara a Santi Aldama. Y se han dado cuenta de que no es un meritorio ni una promesa, aunque tiene 22 años y acaba de debutar. Es un jugador para muchos años de Selección, para contar con él en los momentos competitivos más duros. Para confiar. Es un ala-pívot muy alto y con mucha envergadura. Pero, sobre todo, con unas enormes facultades para producir en ataque: movilidad, fundamentos, manejo, tiro, movimientos en el poste, recursos físicos, visión de juego… Hay jugadas suyas con las que, si se entiende la comparación desde la obvia distancia con el mito, es imposible no acordarse de Pau Gasol. Uno de los ídolos, por cierto, a los que admiraba Aldama de niño.
Nadie contaba con él en primera ronda del Draft de 2021, pero ahí se coló (en el último pick: número 30). Nadie sabía qué pensar del futuro de un jugador que había firmado grandes números (más de 21 puntos y 10 rebotes de media en su segundo y último año) pero en una universidad pequeña: Loyola-Maryland, en Baltimore y en la Patriot League, una Conferencia menor y normalmente irrelevante para los ojeadores NBA. Desde esos Greyhounds de Loyola-Maryland solo habían llegado a la gran Liga dos jugadores, el segundo en 1989.
Aldama apostó por esa vía y fue cubriendo plazos. Siempre ha sido así para él. En España no quiso salir hasta los 18 años de su tierra y de la Canterbury Academy. Tampoco cuando en 2019 fue MVP y campeón de Europa Sub-18 con una Selección en la que hacía una pareja interior tremenda con Usman Garuba. En 2019 dio el salto a la NCAA por su relación con Ivo Simovic, asistente en los Greyhounds, y después de una visita a la universidad en la que sintió que había encontrado su sitio. En el draft fue seleccionado por los Jazz y traspasado a los Grizzlies. Y allí también ha sido dar pasos, sin parar. Cuando tocaba pequeños y en cuanto se podía, zancadas.
En su primer año en Tennessee pasó por la G League (Memphis Hustle) y jugó 32 partidos con los Grizzlies. Ninguno como titular. Promedió 4,1 puntos y 2,7 rebotes en 11,3 minutos. Asomó, que era lo que quería. En el segundo, y después de un plan de trabajo que lo llevó a no estar en el Eurobasket, saltó a 77 partidos con más de 21 minutos de media en pista y 20 como titular, lanzado al quinteto en el inicio de temporada por la lesión de Jaren Jackson Jr. Sus promedios: 9 puntos y casi 5 rebotes, y un estreno en playoffs con una frustrante serie contra los Lakers en la que a su equipo le faltan Steven Adams y Brandon Clarke, los dos principales de la rotación interior más allá de Jaren Jackson Jr, al que se enfrentó en Málaga en el España-Team USA.
Hijo de Santiago Aldama, también un 2,13 que jugó 23 partidos con España y disputó los Juegos de Barcelona 92, ha sabido asumir riesgos cuando tocaba y ser paciente cunado era lo mejor. Ha trazado una hoja de ruta distinta a la de cualquier gran estrella de la Selección, pero en ella ha encontrado su camino. Ahora es una de las sensaciones, un arma nueva, de España de cara al Mundial. Y es, sobre todo, una de las grandes bazas para el futuro de una Selección para la que nunca parece ponerse el sol.