Hall of Fame FEB/AS

Pesic: “Schrempf, Kukoc, Bodiroga, Navarro... Pero el mejor es Jokic”

Svetislav Pesic, una de las personalidades más importantes de la historia del baloncesto europeo, repasa su trayectoria y sus mejores momentos con motivo de su ingreso en el Hall of Fame del baloncesto español.

04/04/13 BALONCESTO ACTO HOMENAJE DECIMO ANIVERSARIO DE LA PRIMERA EUROLEAGUE GANADA POR EL BARCELONA 
DEJAN BODIROGA 
SVETISLAV PESIC 
RODRIGO DE LA FUENTE
Alberto Clemente
Alberto Clemente es licenciado en Historia y Periodismo por la Universidad Rey Juan Carlos. Empezó su andadura en el periodismo en Cadena SER, donde estuvo de mayo de 2018 a enero de 2019, desempeñando sus funciones en la web, dentro de la sección de deportes. Tras dicha estancia, pasó a formar parte de As, siendo parte de la sección de baloncesto.
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Hay pocas figuras tan importantes en el baloncesto europeo como Svetislav Pesic. El entrenador lleva toda su vida ligado al baloncesto, primero como jugador, conquistando la Copa de Europa en 1979 con el Bosna Sarajevo. Y desde entonces como técnico, dirigiendo partidos a nivel de club y a nivel internacional y coleccionando una cantidad ingente de títulos y éxitos: fue campeón del mundo con el equipo júnior de Yugoslavia en 1987 con una de las generaciones más brillantes de la historia. También campeón del Eurobasket de 1993, con Alemania. Y, de nuevo con Yugoslavia, ganó el Mundial de Indianápolis en 2002, un año después de llegar a lo más alto del Viejo Continente con su país natal. Ya con Serbia, logró uno de los pocos metales que le faltaban en los Juegos Olímpicos de 2024, con Nikola Jokic de líder. Y fue el responsable, además, de la Euroliga del Barcelona en 2003 (la primera de la historia del club) o de la Copa Korac de 1995 con el Alba Berlín o de triunfar con el Akasvayu Girona.

Pero ese inabarcable palmarés lleno de experiencia no impide a la leyenda del baloncesto y a una de las personalidades más importantes de su deporte en Europa hacer gala de una amabilidad fabulosa. El entrenador, que reside actualmente en Múnich, atendió a AS por vía telefónica para repasar su trayectoria, bucear en el baúl de los recuerdos y hablar del nuevo reconocimiento que recibe: el ingreso en el Hall of Fame del Baloncesto Español. Sus dos etapas en el Barça y su paso por el Girona o el Valencia, unido a su dilatada carrera deportiva, le han hecho merecedor de este honor. Y el míster comenta con cierta nostalgia pero mucho orgullo e ilusión algunos de los momentos más increíbles que ha vivido. La trayectoria extraordinaria de una personalidad única.

¿Qué significa para usted entrar en el Hall of Fame del baloncesto español?

Entrar en el Hall of Fame para mí supone un gran reconocimiento. Estoy muy orgulloso. Hace años entré en el Hall of Fame de la FIBA y ahora entro en el de España es para mí, seguro, un día muy importante. Y siento que no se debe sólo a los resultados, sino también a lo que he aportado al baloncesto en general, también fuera de las pistas. He realizados numerosos clínics de entrenador en todo el mundo, ayudando a otros entrenadores, especialmente jóvenes, algo que he hecho en todos los países en los que trabajé como entrenador. Tengo responsabilidades en FIBA para mejorar la profesión en diferentes stages en todo el mundo y en toda Europa. Este es un gran reconocimiento en España, al haber pasado por equipos como el Barcelona y en Valencia, pero también habiendo pasado por diferentes clubes en Yugoslavia, en Serbia o en Alemania. Nada más y nada menos (risas).

¿Ha cambiado mucho el baloncesto desde sus inicios como jugador hasta ahora?

Sí, ha cambiado mucho. El baloncesto es un deporte en el que se puede ver una gran evolución. No sólo atlética o técnica individual, también desde el punto de vista de la táctica. Las reglas que tenemos, por ejemplo, se han cambiado mucho. Hasta 1984, en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, no teníamos línea de tres puntos. Y esa línea se puso a 6,25 metros. Este cambio fue una auténtica revolución. Cambió la manera de entender la defensa y los ataques. Otro cambio importante fue cuando las posesiones pasaron de 30 a 24 segundos. Ahora se juega mucho más rápido. Y ahora eso se ha aumentado. Otro ejemplo de cambio es que los jugadores no tengan que dar el balón al árbitro antes de sacar y se pueda hacer inmediatamente. Y otro es que antes jugábamos con un base y dos pívots. Ahora, hay cuatro jugadores de perímetro y un sólo pívot o incluso con todos los exteriores. Esto significa que el baloncesto ha cambiado mucho.

Usted fue parte del equipo del Bosna que ganó la Copa de Europa en 1979, derrotando en la final al Varese. ¿Qué recuerda de ese partido?

Fuimos el primer club que ganó la Copa de Europa sin extranjeros. Fuimos el único equipo en Europa que jugaba sin americanos y sin nadie de fuera de Yugoslavia, lo que fue una gran diferencia en la historia del baloncesto. Ahora, esto no es posible. Incluso equipos serbios como el Partizán o el Estrella Roja tienen más extranjeros que jugadores domésticos. Pero esto va más allá de los resultados y quiero dar una información interesante e importante. Yo he trabajado como entrenador durante mucho tiempo en Yugoslavia (hoy Serbia), Alemania y España. Y hay una diferencia con los jugadores jóvenes que practican el baloncesto en esos países. En Serbia los jóvenes buscan su identidad a través del deporte. En Alemania buscan la satisfacción personal. Es el primer objetivo. Y en España se busca la satisfacción y el desafío, pero no a cualquier precio. Por ejemplo, Juan Carlos Navarro, que fue un gran jugador y uno de los que me quedé sorprendido con su toma de decisiones. Era un jugador que disfrutaba de jugar al baloncesto y quería ganar. Pero no a cualquier precio. Estas para mí son las principales diferencias en los tres países en los que he entrenado.

Hay un sentimiento de nostalgia sobre la antigua Yugoslavia, que aparte de unir lo que hoy en día son muchos países, era una selección potentísima a nivel mundial. ¿Comparte usted ese sentimiento de nostalgia?

Yo nací en Serbia, pero todavía siento que soy yugoslavo. Pero la vida cambia y tenemos que adaptarnos a la situación que tenemos. En aquel tiempo teníamos una población de 20 o 21 millones y ahora es de 6 o 7 millones. Y eso también afectó al baloncesto.

En 1987, entrenando a la Yugoslavia júnior, Toni Kukoc anotó un 11 de 12 en triples contra Estados Unidos en el Mundial. ¿Cómo se sintió al ver esa actuación?

Sí (risas). Esa fue una de las mejores generaciones de nuestro deporte. Kukoc hizo eso en la fase de grupos contra Estados Unidos y luego les ganamos también en la final y el oro.

¿Cuál es el mejor al que ha entrenado?

Como entrenador, yo pensaba que los mejores a los que había dirigido eran Detlef Schrempf, Toni Kukoc, Dejan Bodiroga o Juan Carlos Navarro. Pero ahora pienso que el mejor al que he entrenado es Nikola Jokic. Todos son diferentes entre ellos y pensaba que eran los mejores a los que había entrenado. Pero al pasar tiempo con Jokic pienso que él es el mejor.

Usted ha estado en dos etapas diferentes en el Barcelona, donde conquistó la Euroliga en 2003. ¿Cómo se vivía la rivalidad con el Real Madrid?

Cuando yo llegué al Barcelona por primera vez, en 2002, el objetivo era ganar la Euroliga. Hasta entonces, ellos nunca la habían ganado y la conquistamos. Cuando llegué por segunda vez, en 2018, el Barça había quedado en los últimos puestos de la Euroliga. Y ahí ganamos dos veces consecutivas la Copa del Rey contra el Real Madrid. En mi primera etapa nosotros siempre ganábamos contra el Madrid, no perdimos ni un solo partido. Pero el Madrid es el Madrid y siempre fue un gran desafío para el Barça. Jugar contra el Madrid es para todos los jugadores y entrenadores algo especial. Y para el público y la prensa, en España y en todo el mundo, era interesante ese partido.

Lleva usted toda su vida ligado al baloncesto. ¿De qué se siente más orgulloso?

Llevo de entrenador más de 40 años y tengo 76. Es muy difícil de responder. Me quedo con varios, como el oro de Bormio, en 1987 (ganando el Mundial júnior a Estados Unidos). Ese equipo, con Toni Kukoc, Vlade Divac o Dino Rada fue increíble. Y mi estancia con ellos inició realmente mi tiempo como entrenador. Y eso no se olvida. También me quedo cuando ganamos el oro con en 2002 en Indianápolis, con Yugoslavia. O con mi tiempo en el Barça. Pero ahora, que vivimos y hablamos sólo de resultados, hay otras cosas que son muy importantes para nosotros, los entrenadores. Valoro mucho mi tiempo en Alemania, donde ganamos el primer oro en un Eurobasket en 1993. Y con el Alba Berlín, donde empezamos de cero y ganamos varias veces la Liga alemana, además de conquistar la Copa Korac. O el Bayern de Múnich, empezando también de cero y siendo hoy uno de los mejores equipos de Europa. Hay muchos recuerdos, no sólo de resultados. Recuerdo a entrenadores que han trabajado conmigo y a aficionados, en Yugoslavia, en Alemania o en España. El público tenía diferentes identidades y siempre propias. Me quedo con todo eso.

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