Villacampa: “Resisitir a seis kilómetros del Barça es una gesta”
Jordi Villacampa es una leyenda en Badalona. “Yo le entregué los mejores años de mi vida y el Joventut me dio todas las herramientas para que fuese el mejor jugador posible”, dice.


Jordi Villacampa (Reus, 11-10-1963) es uno de los trocitos más importantes del escudo del Joventut, el héroe y capitán de las grandes gestas de la Penya, el que ha estado en todos sus títulos europeos, como jugador o presidente. También, uno de los jugadores que sostuvo a la Selección en una etapa difícil de transición. En definitiva, uno de los iconos que el próximo 16 de octubre ingresan en la quinta clase del Hall o Fame. Un grande.
Justo antes de empezar esta entrevista, a usted le han solicitado hacerse una foto a las puertas de su casa. Sigue siendo una leyenda en Badalona.
En Badalona me tienen muy visto (risas). Puedo pasear con tranquilidad. La gente de tu época sabe quién eres, claro. Las generaciones de abajo me conocen poco, pero es algo que tengo asumido. No pasa nada.
Seguramente, este ingreso en el Hall of Fame cierre un círculo a sus 61 años. ¿Cómo empezó todo?
Mi relación con el baloncesto, como todo en esta vida, tuvo que ver con las casualidades. Mi padre vivía en Falset (Tarragona) y lo destinaron aquí cuando tenía dos años por asuntos familiares. Yo iba a los Salesianos, que estaba a cien metros del Ausiàs March; y a los siete años empecé a practicar el baloncesto en el colegio. Jugué tres o cuatro años y después, con 12, entré en el Joventut. Era un referente en la ciudad, el mejor equipo, aunque en aquellos tiempos estaban el Cotonificio o el Círculo Católico, que también jugaban en Primera División. Y allí hice mi carrera.
¿Qué tiene la Penya, qué le ha dado?
R: Sinceramente, me ha dado todo. Formación deportiva y también personal. Ha sido como mi universidad. He estado cuarenta años allí entre jugador, presidente… Lo llevo dentro. Ahora estoy fuera, pero soy socio, voy a mi asiento a ver los partidos… Me ha dado la manera de poder ganarme la vida, de tener relaciones, muy buenos compañeros, el estar en un equipo. El modelo de conducta. Los valores. Y luego, pues yo también le he dado todo lo que he podido. Hemos pasado momentos buenos, no tan buenos. Cerré mi etapa en 2017 y, ahora que ha pasado el tiempo, puedo decir que ha sido, por ambas partes, un vínculo fenomenal. Un matrimonio.
¿Cómo era el Villacampa jugador? Daba la sensación de que ya era un baloncestista moderno.
Yo no tuve un don natural para jugar al baloncesto. Sí tenía buenas capacidades físicas, eso es cierto. Pero las tienes que mejorar. Tenía esa buena base, pero me tuve que adaptar al juego y seguir evolucionando cada día hasta el final de mi carrera. Creo que fui un jugador bastante completo, que no era especialista en nada pero hacía de todo. He sido muy anotador, pero eso no va solo. No puedes hacerlo si no tienes un equipo que te abre espacios, te bloquea. Sí, digamos que me definiría como un jugador completo.

¿Y cómo era aquella Penya que fue capaz de robarle Ligas al Barça, de ganar la Copa de Europa, sería un impacto en la ciudad en aquella época?
Piense que aquí hay dos contextos. Por un lado, Badalona, que es una ciudad que vive para el baloncesto, con muchos clubes modestos que hacen un trabajo ingente de sacar jugadores. Eso es lo que nos distingue. Y el Joventut es el referente que simboliza ese trabajo de todos los clubes. Pero, a seis kilómetros, hay un equipo de fútbol, que también tiene sección de baloncesto, que es muy, muy grande. Y que tiene mucho nombre, mucha capacidad para abarcar un mercado importante. Resistir a seis kilómetros es una gesta. De ahí el mérito de lo que hicimos en los 90, aunque este es un club que nació en 1930 y ya había ganado alguna Liga, alguna Copa del Rey, o Copa del Generalísimo. Ganar una Liga ACB era como ganar diez. Y ser el primer equipo de baloncesto puro, sin ser sección, que ganase la Copa de Europa, tiene un mérito tremendo. Se ha visto con el paso del tiempo. Quién sabe si se podrá repetir. Por eso lo celebramos como merecía, porque valía la pena.
Aquellas dos finales de Copa de Europa. La decepción del triple de Djordjevic, la alegría del título.
He tenido la suerte de estar en todos los títulos europeos que ha ganado la Penya. Como jugador, desde la Korac que ganamos en 1981 al Venezia y luego en el 90 al Scavolini de Scariolo. Como presidente, en la FIBA Eurocup y la ULEB Cup que ganamos con Ricky, Rudy, Pau Ribas... y Aíto como entrenador. Como equipo, nos costó mucho asimilar aquella derrota contra el Partizán. Fue muy doloroso perder así, pero nos comprometimos para ver si teníamos otra opción. Nos juntamos mucho y trabajamos duro para ver si podíamos tener otra oportunidad. Y nos vino. No éramos favoritos. Al menos, mucho menos que en la primera. Pero la ganamos y valió la pena haber hecho ese esfuerzo.
Muchos han cruzado la acera. Jiménez, Montero, Ricky… Usted fue fiel a la Penya. ¿Tuvo la oportunidad?
Antes me preguntaba cuál era mi relación con el Joventut y le hablaba de un buen matrimonio. Nos dimos todo. Yo le entregué los mejores años de mi vida y el Joventut me dio todas las herramientas para que fuese el mejor jugador posible. Yo estaba bien remunerado a nivel económico en aquella época. Me encontraba bien. Seguramente hubiera cobrado más dinero, pero la felicidad y lo que tú crees en tu corazón, al menos por mis valores, antepusieron la Penya. Prefería esa felicidad, sentía el Joventut como mío. Tuve alguna oportunidad de irme y la descarté.
¿Quiénes fueron sus referentes, cómo fue forjando su personalidad?
Empecé muy joven. No tan joven como algunos de ahora, pero debuté con 16 años y convivía con gente de 28, 30 o 33 años. Mi evolución como persona se aceleró ahí, porque mantienes conversaciones sobre temas que no hablas con gente de 16 años. También aprendes a comportarte… Y, poco a poco, de tener un rol anecdótico y sin responsabilidades, vas creciendo y tienes más peso. Y eso está bien porque no viene de golpe. Es un proceso en el que vas creciendo. Y llegas a tu madurez como jugador siendo un referente dentro del equipo para los que van llegando.
Sigue manteniendo el récord de anotación en un partido de Selección.
Sí, contra Venezuela en el Mundial de Argentina. Mi relación con la Selección ha sido un poco como, de la familia, el cuñado que se va un tiempo. Estuve en el Preolímpico de 1984 para ir a Los Ángeles… y no fui.
Por eso le quería preguntar…
Tenía 20 años y fue un golpe muy duro. No entendí muy bien la decisión, pero la acepté. No tengo ningún resquemor ni me quedó ningún trauma… Pero, más que nada, ganamos una medalla de plata olímpica que no tengo. Eso esta ahí. Me hizo crecer y madurar y pensar que si quería estar en la Selección tenía que trabajar más de lo que hacía, que era mucho. Luego ya empecé a ir. Y ya había ido con las categorías inferiores. Jugamos un Mundial juvenil en Palma o un Europeo en Bulgaria en el que se juntó una generación, la del 63, que era fantástica, con Volkov, Petrovic, Sabonis, Biriukov. Un elenco de jugadores estupendos. Y nosotros, que éramos un equipo correoso como los jugadores españoles de entonces, hicimos un buen papel.
Le tocó una época complicada en la Selección. Aquel destierro de Salta, los Juegos de Barcelona...
Sí, es cierto que no lo eliges. Siempre hay ciclos que dependen de las generaciones. Pero luchamos todo lo que pudimos y lo dimos todo por estar bien. Había una falta de jugador talentoso en aquella época…; es lo que tuvimos que vivir.
Me hablaba de la generación del 63. Muchos de allí saltaron a la NBA. Usted estaba en la élite de los mejores jugadores europeos. ¿Hizo el intento de ir o era una época distinta y todo era más difícil?
No lo intenté, pero es que por mucho que lo intentes, si no te quieren… Fernando Martín creo que primero fue a probar; y tuvo una oferta en firme. Pero en aquella época era difícil ir a la NBA. Marciulonis, Volkov, Schrempf… Fíjese si sería difícil que incluso le costó a Petrovic. Sí tuve una propuesta de la Universidad de Purdue. Me enviaron una carta de invitación para ir. Pero en aquella época, sin móviles, con mi inglés, solo… Me tiré para atrás. Y no sé qué hubiera pasado. Si hubiera sido bueno o no. Pero era como irte a otro mundo. Ahora todo está globalizado, es más normal. Tengo un hijo viviendo hace mucho en Miami… Todo es más global. No me arrepiento de mis decisiones, pero no sé qué hubiera pasado, creo que la transición hubiese sido más fácil.

¿Ha cambiado mucho el baloncesto?
Sí. Tiene poco que ver. No es mejor ni peor, sino distinto. Aprecio que es mucho más físico, más rápido. Las defensas son más duras, hay rotaciones. Y tiros que los entrenadores antes te decían: ahora no toca, pues ahora sí tocan. Tiros forzados, a principio de posesiones, más tiros de tres… Es otro tipo de baloncesto. Cuatro cuartos, yo jugaba en dos, posesiones de 30…
¿Qué significa estar en esa cámara de grandes personalidades del Hall of Fame?
Pues le diré algo. Me considero alguien modesto y es cierto que he recibido muchos premios. El Joventut me hizo un homenaje precioso, por ejemplo. Pero cuando eres jugador, le das el valor que le das. Cuando eres relativamente mayor, como yo ahora, es como cerrar un círculo. Lo saboreas más por la gente que está dentro, por las figuras que están dentro del Hall of Fame, jugadores históricos y nuestra generación de oro. Que me puedan poner al lado de grandes leyendas es un honor para mí. Lo agradezco muchísimo.
Acabo ya. Si tuviera que nombrar a una persona que pudiera resultar clave en su carrera, ¿podría?
No se lo diría, es difícil. Manel Comas tuvo el valor de decirme: “Tú vas a jugar de base”, cuando yo me la botaba en el pie. Aíto, Lolo, Zeljko, Pedro Martínez. He tenido la suerte de tener entrenadores impresionantes y compañeros buenos para poder ganarlo todo. Me dejaría alguno seguro. Pero he tenido una gran suerte de conocerlos. A todos les doy las gracias.
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