Pedro Rivero continúa en el banquillo del Movistar Estudiantes

El Movistar Estudiantes trata de recuperarse tras el batacazo de la Final Four de ascenso, en la que perdieron abruptamente en el partido definitivo ante el ICG Força Lleida, y mirar al futuro, a su cuarta temporada en la LEB Oro. Y ya tiene su primera piedra: Pedro Rivero (Segovia, 1979) ha renovado como entrenador del conjunto colegial.

“Es un orgullo seguir en un club como Movistar Estudiantes. Me he sentido muy a gusto aquí este año. Hay mucha gente dentro del club que nos ha ayudado en todo y nos ha animado y apoyado en los momentos complicados. Y estoy muy ilusionado por seguir la temporada que viene”, dijo Rivero en palabras recogidas por un club que trata de dar algo de continuidad a un proyecto tras muchos años dando tumbos.

Es la primera vez desde la era Salva Maldonado, 2016-18, que los ramireños tienen un mismo técnico dos veranos seguidos. Una inconsistencia en un banquillo que ha tenido siete entrenadores diferentes desde la salida del catalán y la llegada del segoviano. Josep María Berrocal, Aleksandar Dzikic, Javi Zamora, Jota Cuspinera, Diego Epifanio, Javi Rodríguez y Alberto Lorenzo. Solo Berrocal completó la campaña entera (2018-19). Desde 2010, han pasado 14 entrenadores y solo Txus Vidorreta, Salva Maldonado y, ahora, Pedro Rivero han enlazado dos cursos.

La primera temporada del segoviano es agridulce. El Estudiantes, con un titánico proyecto para la LEB Oro, inició la campaña con mucha fuerza. Líder al terminar la primera vuelta con un balance de 14-3, las tres derrotas en casa (Oviedo, Valladolid y Coruña), los colegiales alzaron la Copa Princesa, la segunda en tres años. Todo iba viento en popa hasta mitad de febrero cuando su caminar se truncó. Asfixiados por las lesiones de Francis Alonso y Johnny Dee, y el difícil encaje del volcánico Michael Carrera en el estilo del equipo (se veía una mejor versión sin él que con él), llegó el tropezón con cinco derrotas en seis partidos y la despedida a ascender de manera directa.

El regreso de Alonso y el fichaje de Cáffaro permitieron un final de fase regular amable. El cuartos, el Betis puso en aprietos a los ramireños, que se clasificaron en cinco partidos a la Final Four, donde derrotaron con solvencia al Tizona Buros en semifinales para luego caer en la final ante el Lleida.

“Es muy importante para mí, saber que desde dentro se han visto muchas cosas buenas y que se ha valorado mi trabajo. Espero volver a estar arriba, competir y ser capaces de conseguirlo”, continuó Rivero, que dotó al equipo de un estilo de pocas posesiones, de tratar de desmontar a su rival en un duelo de potencial ofensivo en el que, en los primeros meses de la temporada, siempre salía cara para los madrileños. Su carácter, pasional durante los encuentros, hacía mucho que no se veía en la banda del Palacio.

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