Miribilla revive su antigua grandeza
El Bilbao Basket se alía con la épica para llegar a semifinales de la Europe Cup tras remontar 19 puntos al Legia de Varsovia en una tarde redonda. Le espera el Chemnitz.
En Miribilla está prohibido dejar de soñar. Ni saliendo a por un billete para las semifinales de la FIBA Europe Cup con 19 puntos negativos en la mochila se permite dejar de creer, pensar en el ‘Por qué no’. Pues claro que sí, ese es el espíritu. Aquí no entra el que no espera las gestas. Nadie en la historia de la competición había logrado levantar semejante barbaridad. 6.923 fieles se encerraron en el recinto de los embrujos para una cita memorable. Habrá semifinal ante el Chemnitz, el líder de la Bundesliga que se ha merendado al Zaragoza por un global de 200-150. Con la vuelta fuera, así que todo se complica, normal según avanzas en cualquier torneo. El Bilbao Basket apabulló al Legia desde el salto inicial y se mantuvo firme en apadrinar la remontada. Aspira a la segunda final europea de su historia tras saborear la de la Eurocup en 2013. Pero aún debe remar. Vestido de blanco, por la normativa de la equipación clara para conjunto local, ya que el rival no accedió al cambio, mandó al olvido los tristes episodios de la ida y Granada el domingo. A la vera de La Alhambra tuvo una pequeña reacción y la consolidó tres días más tarde. El club y la afición siempre hablan de lo importante que es dejarse ver en un escaparate internacional y quedó claro que ambos se agarran a él con uñas y dientes.
Todo discurrió según el plan previsto: de cero a cien en dos segundos, los que van desde el salto inicial a la primera posesión y no detenerse jamás. Si este equipo corre, pocos se le resisten. Jugó a todo trapo, sí, pero fue bastante preciso, pues sólo perdió diez balones. El Legia no defendía bien las transiciones. Lo más difícil cuando se maneja este tipo de situaciones es saber la marcha que debes meter en el bólido cuando este recorre la pista, empezar en sexta y bajar revoluciones cuando has logrado el objetivo. El Bilbao Basket arrancó con los ingredientes obligados, energía defensiva y la determinación en ataque de mil bombas. ¡Solo faltaba! Lo suyo era salir a la desesperada y la explosividad era la receta imprescindible. Hizo lo más difícil antes de lo esperado, en 13 minutos y 27 segundos, tras dos tiros libres de Pantzar (38-18). Eso le revelaba dos cosas cosas: que el Legia era un equipo bastante vulgar, al que en la ida le salió todo porque del otro lado no se hicieron las cosas como corresponde. Lo que pasó en la segunda entrega de los cuartos de final aún dejan más claro lo inexplicable que fue lo que aconteció en la ida. Y la otra cuestión capital era que tenía que cambiar la mentalidad tras superar esa barrera que tanto presionaba. En un suspiro, lo más difícil estaba hecho, quedaba recalcular ruta y enfriar la cabeza. O no, seguir a todo trapo, porque se comprobó que, al alcanzar la renta diabólica, el equipo se obnubiló. Fue unos instantes. Comprendió que se sentía mejor con el espíritu de remontada que con el de conservación de la ventaja. Así que en lugar de mirar a la veintena, se propuso la treintena. ¿Por qué no? Y luego los 40 si era menester. Pues claro, señores. Bahçesehir y Varese protagonizarán la otra semifinal, con los turcos como grandes favoritos no solo para ese cruce sino para levantar la copa. Tienen la ventaja de la vuelta en casa en esta fase y en la final.
El descarte, al margen del habitual de Tsalmpouris, fue Hornsby, por molestias en una rodilla. El Surne inscribió a Rabaseda en lugar del joven Chacón para que ejerciera el papel del Cid, apoyo sin poder jugar, con su experiencia, para detalles como instrucciones o protestas. Todo arrancó apoyado en Killeya-Jones, que estaba con gripe y fue el mejor, y el acierto de Kullamae. Ponsarnau quiso aprovechar la inercia del MVP en Granada Reyes y anotó un triple al poco de arrancar. Ya habían igualado todo el bagaje de la idea, aquel sonrojante 1/19. El técnico visitante Popiolek tuvo que pedir tiempo muerto a los seis minutos, con 20-10 por la avalancha que se le venía encima. El rebote era abrumadoramente vizcaíno (52-32) y eso les permitía correr. No había tregua ni momentos para pensar. Riesgo, verticalidad al aro y agresividad. Así lució un mayor juego colectivo, aunque Smith, con unas décimas de fiebre, otra vez estaba miope hacia el aro. Killeya-Jones generaba desde el poste bajo y el baloncesto fluía equilibrado entre la tropa local. El resumen del primer acto (29-17) es un mate de Hlinason y los gritos que daba de alegría. Querer y hambre. Mordían en cada posesión.
Pantzar anotó a la media distancia nada más arrear el segundo cuarto: 31-17. El Legia empezaba a notar la presión. Salió Rigo y aportó el extra de energía que faltaba, defendiendo a Cowels, uno de los focos anotadores del enemigo. Si en el primer acto trabajaron sin hacer faltas, en el segundo fueron aún más al límite y entraron en el bonus en dos minutos y medio. El conjunto de Varsovia metió un punto en cinco minutos, colapsó. Se vio con la diferencia limada, aunque un 0-12 les elevó algo la moral, elevaron sus paupérrimos porcentajes: 40-30. Había menos fuego defensivo en el cuadro vasco. Pero se retomó el pulso en poco tiempo. En el último movimiento del primer tiempo no dejó tirar a su rival en toda la posesión, por otra buena defensa.
En el tercer acto entró en escena la ansiedad, más por parte local que de los que iban vestidos con uniformes tipo camuflaje. Todo era embarullado, porque el partido requería revolución, lío, anarquía. Pero también se trataba de tener pausa, orden, cabalgando sobre la veintena de ventaja, y Renfroe, un veteranísimo curtido en mil batallas y campeón continental, no era capaz de ponerlo. Así que Ponsarnau probó con Pantzar. Otra vez se llegó a la cifra que rondaba la cabeza de todos, tras dos tiros libres del base sueco (57-37, a 12:20 para la conclusión). Smith aumentó la ventaja tras su primera canasta de la tarde, una bandeja: 59-37, a 13:31 de la conclusión de los cuartos de final. Era cuestión de mantener las diferencias y esperar con calma a rematar al final. Es fácil decirlo desde el tendido, sin estar dentro de las cuatro líneas, no tanto con las pulsaciones altísimas ahí, en el escenario.
El Bilbao Basket dio la estocada final en el último cuarto, en un período que estaba esperando como agua de mayo. La afición le llevó en volandas. Un robo y bandeja de Kullamae, un triple de Killeya-Jones, un mate de Hlinason, otra bandeja de Smith... 71-45 a falta de 5:15. Un paseo militar que llegó hasta el tope de +29 (81-52). Smith no se escondía, no es su costumbre, pero jugaba sobreexcitado, así que Ponsarnau optó por acabar con dos bases. Éxtasis final, con el técnico desmelenándose eufórico saltando a la grada, en la zona de animación, abrazado por la gente que corea su nombre en cada cita. Cuarta semifinal europea para el Bilbao Basket, las anteriores en Eurocup: en 2009 ante el Khimki en una Final a Ocho en Turín, en 2010 ante el Alba Berlín en una F4 en el Buesa Arena y en 2013 ante Budivelnik antes de la final con el Kuban. A ellas se unen la de Copa en Vitoria en 2008 y la de la ACB en el bautismo de Miribilla en 2011. El pabellón que ha recuperado su antigua grandeza.
Ponsarnau: “Miribilla nos ha ayudado muchísimo”
Ponsarnau aseguró que una de las claves de la remontada fue el respaldo de una afición de Miribilla que “ayudo muchísimo” a su equipo a lo largo del partido. “Son unas sensaciones muy especiales. Ojalá por muchos años disfrutemos de este ambiente, aunque para eso tendremos que merecerlo”, apuntó el técnico tras el encuentro tras asegurar que el comienzo de la gesta culminada frente al equipo polaco estuvo, a pesar de la derrota, en el partido del pasado domingo en Granada.
“Allí fuimos mal, pero allí empezamos a levantarnos y hoy hemos salido con el pecho alto. Encontramos energía en ataque y defensa desde la personalidad de cada jugador y poniendo el focus claro en querer correr”, apuntó el preparador de Tàrrega , que en ese sentido destacó la labor de jugadores como Reyes, Rigo o Kullamae.
Por su parte, Rigo apuntó que la clave de la victoria fue “el ritmo alto” que pusieron “desde el principio” al partido. “Sabíamos que iba a ser difícil porque la desventaja era grande y sabíamos que teníamos que correr. Marcamos diferencias en transición y ahí ellos sufrían. Teníamos que tomar riesgos en algún tiro, pero ahí sacamos ventaja. Después cortamos sus buenos momentos y gestionamos bien el tiempo”, destacó el exterior balear.