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BALONCESTO

Marc Gasol, de Saitama a Pekín

Dos partidos fundamentales en la historia del baloncesto español marcaron también la carrera de Marc Gasol, en los Mundiales de 2006 y 2019.

Actualizado a
Marc Gasol, de Saitama a Pekín
MARCOS BRINDICCIREUTERS

Recién superados los veinte años, a Marc Gasol no le iban bien las cosas en el Barcelona. Dusko Ivanovic (del que luego dijo que había aprendido “que en la vida no todo es fácil”) no le daba minutos. Consideraba que, pese a su potencial, sus 211 centímetros y su pedigrí (Pau Gasol ya tocaba el nivel de estrella en la NBA), aquel Marc de 2005 era un jugador inmaduro y lento, en parte porque no cuidaba su dieta y jugaba con más kilos de los que creía conveniente el entrenador montenegrino. En la temporada 2005-06 casi no rascó bola. Roberto Dueñas, Denis Marconato, Gregor Fucka, Michalis Kakiuzis… cualquier opción era mejor para Ivanovic en el juego interior del equipo azulgrana.

Así que las cosas no iban bien para un Marc que había pasado por las categorías inferiores del Barça y se había ido en 2001 a Memphis, cuando su hermano dio el salto a la NBA con los Grizzlies. En Estados Unidos, le había ido de maravilla en el Lausanne Collegiate, donde fue elegido Mister Basketball, un techo en el baloncesto de instituto de Tennessee, y desde donde (con más de 27 puntos y 12 rebotes de media), Marc empezó a llamar la atención de universidades importantes. Decidió volver a España en 2003, al Barça, pero lo hizo sin cobrar nada de primeras para mantenerse como amateur y no perder, por si acaso, su elegibilidad universitaria en EE UU.

En el verano de 2006, mientras Marc le daba vueltas a una situación deportiva que no despegaba, España preparaba el Mundial 2006 que acabaría siendo el gran torneo que cambió la historia del baloncesto español, la gran puerta a la gloria para la generación de los Júniors de Oro. Marc, que casi no había jugado en el Barça, no estaba en la prelista. Pero acabó entrando cuando una lumbalgia dejó fuera a Fran Vázquez. Primero llegó como invitado, y finalmente se ganó un último puesto que parecía que iba a ser para Edu Hernández Sonseca. El seleccionador, Pepu Hernández, creía que el corpachón y el talento (todavía sin exprimir) de Marc merecían un puesto en el equipo. Por si acaso. “Nos puede servir de gran ayuda”, dijo un entrenador que, con esa decisión, cambió para siempre la carrera de un Marc que nunca olvidó, después, Japón 2006: “Era muy joven, no sabía a dónde iba. Gracias a la Selección entendí mejor lo que era el baloncesto profesional”.

Marc era una especie de último recurso, de cierre de la rotación interior de una España muy poderosa que, sin embargo, se llevó un revés terrible en la semifinal contra Argentina (un partido de leyenda): Pau Gasol sufrió una grave lesión de tobillo y no iba a jugar la final de un Mundial en el que, aún así, acabó siendo MVP. Nubarrones antes de jugarse el oro contra una Grecia tremenda que venía de dejar fuera de la lucha por el oro a Estados Unidos. A LeBron James, Dwyane Wade, Carmelo Anthony… y a pívots como Dwight Howard y Chris Bosh, triturados por los 140 kilos (y 208 centímetros) de Sofoklis Schortsanitis. Baby Shaq anotó 14 puntos e hizo el agujero por el que se desangró el Team USA a base de percutir en las jugadas de pick and roll que iniciaban maestros como Papaloukas y Diamantidis. España tenía que frenar lo que no había frenado Estados Unidos… y tenía que hacerlo sin Pau Gasol.

En esa final emergió Marc, con físico para ponerse delante de Schortsanitis. El español acabó con 2 puntos y 7 rebotes en 17 minutos. Pero la clave no fueron sus números… fue que el gran pívot rival se quedó en 2 puntos sin rebotes, con cuatro pérdidas y 3 faltas personales. España fue campeona del mundo y todas las decisiones de Pepu parecieron movimientos magistrales: “Se pensó que llevaba a Marc por capricho, pero lo conocía de antes por actuaciones con las categorías inferiores, conocía su capacidad y su inteligencia”.

Marc, campeón del mundo, se marchó a Girona, al proyecto faraónico (pero breve) que se montó bajo el paraguas de Akasvayu. Allí jugó dos años, el primero para dejar atrás las malas sensaciones del Barça y el segundo para ser MVP de la ACB: 16,6 puntos, 8,4 rebotes, 2,5 asistencias, 1,8 tapones y 28,2 de valoración media. Se cuidó más, siguió una estricta dieta y se convirtió en el jugador que, justo después (verano de 2008) hizo las maletas y se marchó a Estados Unidos para acabar siendo uno de los grandes pívots NBA de su generación: all star, Defensor del Año y campeón. “Aquel partido contra Grecia fue un cambio radical para él. Ese verano fue una revolución individual después de una mala temporada en la que no había tenido continuidad. Pero para nosotros hizo un trabajo extraordinario, por fuera y por mentalidad”, explicó Pepu.

Esa final contra Grecia se jugó tres de septiembre de 2006, en Saitama. Marc, en su debut, abrió un palmarés con la Selección absoluta que acabó siendo extraordinario: dos platas olímpicas (2008, 2012), cinco metales europeos (dos oros, una plata y dos bronces)… y dos Mundiales, los dos en Asia. De Saitama en 2006 al Wukesong Arena de Pekín en 2019. Allí, en China, Marc llegó ya como una referencia del baloncesto mundial y salió convertido en el segundo jugador que ganaba la NBA (con Toronto Raptors) y un Mundial en el mismo año. No solo eso: entró en el Mejor Quinteto junto a un genial Ricky Rubio (MVP). Ambos (con Llull, Rudy, Claver…) se pusieron al frente de la España post Júnior de oro: Pau Gasol estaba lesionado y ya habían dejado la Selección Juan Carlos Navarro, Felipe Reyes y José Manuel Calderón.

En China, además, Marc dejó su gran partido, su noche para la historia de la Selección, su gran hito. Esta vez fue en semifinales, en un partido colosal contra Australia en el que la España de Scariolo escapó con vida después de dos prórroga y de verse lejos por sensaciones y en el marcador: 24-32, 39-50, 53-61, 65-70 ya en la recta final… solo un tiro libre fallado por Patty Mills permitió a España sobrevivir al último cuarto, y dos anotados por Marc, con la sangre fría que no tuvo el base rival, forzaron el segundo tiempo extra.

Marc, contra una batería interior tremenda que lideraban Andrew Bogut y Aron Baynes, solo llevaba cuatro puntos al descanso, pero acabó con 33. Además, capturó 6 rebotes, repartió 4 asistencias y acabó con un 33 de valoración en casi 39 minutos en pista. 11/19 en tiros totales, 3/9 en triples y un importante 8/8 desde la línea de personal. Si se añade la defensa de Claver y Rudy, los puntos quirúrgicos de Llull y otro partido fabuloso de Ricky (19 puntos, 7 rebotes, 12 asistencias), el resultado fue una victoria colosal que llevó a España a una final en la que ganó con autoridad a Argentina.

Trece años y diez días después, del 3/9/2006 al 13/9/2019. De Saitama a Pekín y de una final histórica a una semifinal épica. Dos citas sin las que es imposible entender la carrera de Marc Gasol. La primera, trascendental en su despegue, vital para que se encontrara a sí mismo como jugador. La segunda, una demostración de hasta dónde había llegado y de que había acabado siendo, sencillamente, uno de los mejores pívots de la historia del baloncesto FIBA. Y un icono del baloncesto español, claro.