Que el baloncesto español necesitaba su propio Hall of Fame era tan evidente como complicado que un proyecto así echase a andar. Lo hizo, finalmente, en noviembre de 2019 con la activa colaboración entre la Federación Española (FEB) y AS, y este jueves ha vivido otro emotivo episodio más de su firme consolidación. Un Salón de la Fama, que, tras pegar el estirón en Sevilla, donde se celebraron las cuatro primeras ceremonias de ingreso, ha cruzado el país para viajar a Lleida con el respaldo de la Generalitat de Catalunya, CaixaBank, la Diputación y el Ayuntamiento de la ciudad. Una moderna y abierta que ha acogido esta noche una gran gala en un escenario tan solemne como la Seu Vella, la catedral, una destacada obra de la arquitectura medieval europea que se levantó durante ocho décadas y aspira a ser patrimonio mundial de la UNESCO. Un guiño a nuestro Hall of Fame: ese es el camino, piedra a piedra, ahora que ha dado la bienvenida a su quinta promoción.

La quinta de Rudy Fernández podemos decir sin desmerecer a nadie por la enorme trascendencia (y ascendencia) en nuestra canasta del único jugador que ha participado en cada oro de la Selección masculina (dos mundiales y cuatro europeos) y que exhibe tres Euroligas con el Real Madrid. “La familia lo explica todo”, aseguraba para resumir su fabulosa trayectoria. Una hornada que hace honor a la rica historia del deporte del balón naranja y sus protagonistas.

Siete nuevas personalidades (cinco jugadores, un entrenador y un árbitro) y dos contribuidores del calado del Estudiantes (“un equipo de patio de colegio”) y el Joventut (“la cantera da sentido a todo”) fueron homenajeados en Lleida. Miembros ya de un club de leyendas que, tras cinco promociones, abraza a 73 galardonados, de ellos, 63 personajes. La suma de intensas vivencias de los premiados engloba una parte importante del relato del baloncesto español. “Uno que me ha hecho mejor persona”, explicaba con lucidez el nonagenario Santiago Fernández, árbitro de reputada carrera y nuevo integrante del Hall of Fame.

En la categoría internacional, reconocimiento para Joe Arlauckas, un icono de los jugadores estadounidenses que hicieron crecer a la ACB en los 80 y los 90, que ahora vive aquí convencido, como antes lo hicieron Clifford Luyk o Wayne Brabender, o posteriormente Audie Norris, y que quiere la nacionalidad española. Transmitía una emoción sentida (“lo aprecio mucho, España es mi casa”), igual que Svetislav Pesic, que también vino de fuera para hacer más grande nuestra Liga. “La disciplina no lo es todo, pero sin disciplina no hay nada”, apuntaba. Campeón de mil cosas como jugador y entrenador, aunque en el banquillo, un técnico de culto formado en la antigua Yugoslavia y que dejó una huella profunda en Girona, Valencia y en una Barcelona donde dio forma a un equipazo en 2003 y levantó la primera Euroliga de la historia del Barça.

Referencias que se unen a otras que entraron antes en el gran club de la canasta como Sabonis, Norris, Scola, Zassoulskaya, Oscar y Maljkovic y empujaron a crecer a las figuras del país, algunas a las que la Seu Vella ha dado la bienvenida, como al talento generacional de Jordi Villacampa, un icono en la pista y fuera de ella. “Ahora, al estar aquí, se cierra el círculo emocional”, dijo. Su incondicional fidelidad al Joventut tuvo el tremendo premio de capitanear la Euroliga de 1994, la primera de un club catalán. Al salón de las leyendas ingresan también Ana Belén Álvaro, la directora de juego que se colgó el oro en el Eurobasket 93 y lo ganó todo, “en una escuela de vida”, con sus clubes, incluidas dos Euroligas, y a la que le gustaba mandar como lo hacía Corbalán; y Lucila Pascua, un pilar en la pintura que participó en el despegue de la Selección española en este siglo y que sigue trabajando para el baloncesto femenino como presidenta de la AJUB, la asociación de jugadoras.

Una gala magníficamente guiada por Francisco José Delgado (SER) y Marta Fernández, dos veteranos en estas lides, aunque esta vez resultó muy especial para Marta, porque su hermano del alma, Rudy, era protagonista principal de la ceremonia.

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