NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA
14/05/24 BALONCESTO VISITA REDACCION DIARIOAS JORGE GARBAJOSA A LA REDACCION DEL DIARIO AS
BALONCESTO FIBA 
ENTREVISTA

HALL OF FAME 2024

Garbajosa: “Mi carrera fue atípica; soy una persona atípica”

Uno de los grandes impulsores del Hall of Fame, Jorge Garbajosa, ingresa en la edición de 2024 por sus extraordinarios logros en las canchas de baloncesto.

Jorge Garbajosa (Torrejón, 1977), sentirá sin duda emociones muy especiales en la próxima gala de ingreso en el Hall of Fame del baloncesto español, el día 24 en el Pabellón Marruecos Expo92 de Sevilla. Entonces presidente de la Federación Española, fue uno de los grandes impulsores de esta iniciativa. Ahora, ya como presidente de FIBA Europa, uno de los cargos más relevantes del baloncesto mundial, le llega un momento que estaba cantado. Su lugar en el Hall of Fame es incuestionable. Uno de los grandes jugadores interiores de nuestra historia y un adelantado a su tiempo en las pistas, ganó con la Selección una plata olímpica, un oro mundial y cuatro medallas continentales incluido el oro de Polonia 2009.

Ingresar en este Hall o Fame, de cuya creación usted fue parte muy importante, debe ser algo muy especial.

Es un sentimiento muy bonito y estar dentro es a la vez curioso. Porque es algo que lideramos para reconocer a personas que, por una cuestión de edad, están menos en el foco. El objetivo era que hubiera un reconocimiento puntual en la gala y de manera eterna con el ingreso en un lugar de referencia del baloncesto español. Es extraño entrar ahora en algo que fue una idea que tuvimos en su día y que no fue fácil de sacar adelante por todo lo que sucedió durante la pandemia.

Hall of Famer. ¿Se olvida a veces el peso que tiene formar parte de algo así?

Hace poco estábamos en la gala del Hall of Fame de la FIBA, en Singapur, con gente como Stojakovic, Sato, Reggie Miller, Dan Peterson… Cuando te empiezan a caer encima los años, te vuelves más sensible. Cuando mi hija me pregunta: “papi, ¿pero tú jugabas?”. Porque ahora ve jugar a Llull, a Rudy… Pues esta es una buena manera de poder decirle que sí que jugaba y que, con muchos errores, también hice algo para mejorar el deporte en nuestro país.

Ampliar
Mariano PozoDIARIO AS

¿Qué ve cuando echa la vista atrás?

Pues mire, se me pone un poco la piel de gallina. La vida te trata bien y sigues involucrado en el mundo del baloncesto, pero la de jugador es una época tan bonita que resulta irrepetible. La verdad que los títulos con los clubes importan. Y las medallas con la Selección, el Mundial… Pero, y puede que me esté volviendo sensible con los años, me quedo cada vez más con las personas con las que he podido compartir profesión y vida. Hablo de Felipe Reyes, Mumbrú, Calderón, Pau, Sergio Scariolo... Grandes nombres del baloncesto español. Pero también te acuerdas del entrenador que te coge con 15 años y te hace jugador y persona, como mi gran amigo Alberto Bilbao. Jugadores no tan conocidos, o sí, pero que han sido parte indispensable en tu vida como como Carlos Cazorla, Javier Rodríguez, Marcelo Nicola, Ricardo Pittis... Gente que se sube y se baja en el vagón de tú carrera, con la que has aprendido con los ojos bien abiertos.

¿Dónde empieza todo? ¿Es cierta aquella leyenda de Carl Herrera?

Con el paso de los años, mirando hacia atrás y con mejor perspectiva, mi carrera ha sido un cúmulo de circunstancias. A día de hoy lo sigue siendo, y que no pare nunca. Yo jugaba al fútbol, pero llegó Carl Herrera a la piscina y me dijo que era alto, que si jugábamos un rato… Además, me iba a ir a Estados Unidos pero me eché atrás y, justo en ese momento, el conductor del autobús me preguntó que por qué no probaba. Eran demasiadas señales. Nunca me había planteado ser jugador. Siempre pongo la misma anécdota: cuando llegué a la NBA, el culmen junto a la Selección, jugaba un partido en Toronto de la conferencia Este y me iba a casa y me ponía uno de la Oeste. Y no me podía creer que estaba jugando en esa competición que estaba viendo en la tele. Nunca dije: ahora quiero ser profesional. Quería ser el mejor jugador posible, pero sin plantearme las cosas demasiado profundamente. Eso me ha ayudado a relativizarlo todo, a no darle demasiadas vueltas a la cabeza.

“La de jugador es una época tan bonita que resulta irrepetible”

Jorge Garbajosa

De todos los campeones del mundo en 2006, su carrera es seguramente la que más vueltas dio: Italia, la NBA. Rusia. Jugó en el Madrid siendo del Atlético…

Volvemos a la perspectiva del tiempo. Creo, tal y como fui tomando decisiones por unos motivos u otros, que no es que haya llevado una carrera atípica, es que soy una persona atípica. Con lo bueno y lo malo que eso conlleva. Me he divertido mucho. Sé que lo supuso a mis padres, sobre todo a mi madre, que me fuera a Vitoria con quince años. Por eso siempre les agradeceré que me dejaran desarrollar mi carrera con libertad. Luego me fui a Italia cuando no se iba fuera tanta gente. Coincidí con Ismael Santos, que me dijo: ‘sólo cuando pases los años te darás cuenta de todo el tiempo que estuviste viviendo a veinte minutos de Venecia’. Eso es un privilegio que casi nadie tiene. Me ido quedando con esas cositas, experiencias atípicas que han ido conformando mi personalidad y que para mí tienen mucho valor. Vivir en Rusia es una experiencia, ¿eh? Pero la pude vivir. Y la verdad es que estoy orgulloso de lo que he podido hacer.

Spanish Jorge Garbajosa (C) controls the ball, 23 September 2005, during the quarter final Croatia/Spain of the European basketball Championships at Belgrade Arena. Spain won 100-85. 
AFP PHOTO ARIS MESSINIS
Ampliar
Spanish Jorge Garbajosa (C) controls the ball, 23 September 2005, during the quarter final Croatia/Spain of the European basketball Championships at Belgrade Arena. Spain won 100-85. AFP PHOTO ARIS MESSINISARIS MESSINISAFP

¿Cuál fue su cénit como jugador, el día en el que pensó que había cosas que ni usted había pensado que podría hacer?

En Treviso me di cuenta, con toda la humildad, de que podía competir en Europa. Quería liderar un proyecto. Siempre he dicho que no sabía por qué me iba a Málaga, pero eso sí que fue liderar un proyecto. Y no empezó bien, pero fue la mejor época hasta entonces para el club. De pronto eres campeón de Liga, del mundo, te vas a la NBA… Y dices: ‘frena, que estás a punto de levantar los pies del suelo’. Y ahí estuvo mi familia, que siempre ha sido un factor importante para que no levantara los pies de la tierra incluso cuando estaba tocando el cielo, como en aquel verano de 2006.

¿Cómo resumiría aquella experiencia de 2006, desde Bahía Sur a Saitama?

Pues que éramos un equipo con una ambición y una profesionalidad brutales, pero que triunfó porque tenía un punto de no tomárselo demasiado en serio. Si la noche antes de jugar la final de un Mundial empiezas a darle demasiadas vueltas, probablemente la aproximación al partido sea más tensa y menos natural. Cuando te lo planteas diciendo que vaya pedazo de campeonato hemos hecho y que sólo nos queda rematar, y la mayor preocupación de la noche anterior es ganar a las cartas, meternos con Felipe y Mumbrú y que Calderón vaya a por los helados, sales a jugar con una sonrisa. Y miras hacia arriba, ves 20.000 personas en el pabellón y dices ‘joder, la que hemos liado’. Como presidente de la FEB, después, lo pensé alguna vez también. Si veía a nuestro equipo con una sonrisa tensa, me preocupaba. En la diversión está la clave del éxito.

Justo después vino el lío de 2007, cuando hasta el final no supo si podría jugar el Eurobasket por aquella lesión, al del jaleo del seguro. Al final, estuvo allí. ¿Lo volvería a hacer o eso condicionó su carrera?

Le he dado vueltas, sí, pero tampoco muchas. Volvería a hacer lo mismo porque hice lo que mis principios, mi compromiso y mi ilusión me indicaban que tenía que hacer. Sabía que iba a haber un desgaste, y lo hubo, pero lo asumí como parte del proceso. Cuando piensas, de corazón, que somos campeones del mundo, que tenemos un campeonato de Europa en casa y que tus compañeros te apoyan, te pones manos a la obra. Desde un esfuerzo personal e incluso económico brutal, lo hice y lo volvería a hacer. Y creo que eso me ayudó a aprender. ¿Salió bien o mal? No lo sé. Pero estoy orgulloso de haber seguido mis principios, me demostré a mí mismo que creía en algo Lo volvería a hacer mañana.

Más allá de las consecuencias que provocó, quedó como un símbolo del compromiso que ha vertebrado durante tantos años la Selección.

No me considero ejemplo de nada, pero ese momento que fue tan visible encarna los valores de la Selección. Hubo mucho ruido, pero he visto muchos ejemplos así. Cuando estaba de Team Manager en la Selección, vi a Pau Gasol irse al vestuario antes de un partido porque se le acalambraba el gemelo y cuando llamé al fisio para ver si jugaba o no, me dijo ‘no me ha preguntado si juega o no, me ha dicho que cómo hace para jugar’. En la final olímpica de 2012, Navarro prácticamente no podía andar, y vi al fisio calentándole desde la cabeza al dedo del pie. Es un legado de esa generación.

Como presidente, tuvo que ser un orgullo que quedasen esos valores, el concepto de Familia que, sin tanto talento, permitieron después que ese equipo fuera campeón de Europa en 2022.

Más allá del enorme talento de Rudy, Willy o Lorenzo, ese fue el oro del compromiso absoluto. A veces, se utiliza la palabra en balde. ¿Qué es compromiso? Es ver cómo Rudy se lanzaba al suelo pese a su edad y sus achaques físico. Es que llamó antes de la concentración a sus compañeros para que estuvieran allí y montó una barbacoa en su casa para dar la bienvenida a los nuevos. Es ver a Llull diciendo que la Selección es irrenunciable. Eso no fue gracias a mí, pero sí tuve la suerte de estar en un equipo en el que todos esos ‘poquitos’ sumaban. Recuerdo a Felipe Reyes en un gran campeonato con la Selección, a miles de kilómetros, viajar a Madrid en un avión a ponerse una infiltración y volver.

Ampliar
PIERRE-PHILIPPE MARCOUAFP

¿Fue duro terminar de jugar al baloncesto? ¿Cómo recuerda el final?

Tuve llamadas de equipos, incluso de Sudamérica. Pero me di cuenta de que estaba pensando más en la experiencia vital que en la profesional. De que tenía que dejarlo. Por eso no me costó, porque tomé la decisión de manera muy consciente. Mi familia y mis amigos vinieron a mi casa a preguntarme cómo estaba; y estaba bien, hasta liberado. Tuve la suerte de empezar a trabajar el día siguiente, literalmente, con la FEB. No sabía qué hacer y alguien me dijo ‘busca tu sitio, mete la nariz en todos los lados. Si encuentras algo para lo que valgas y te guste, cógelo. Si no, vuelve a tu casa que será lo más honesto’. Empecé a bichear, a echar horas, a comer con muchas personas… Y la gestión me atrapo. Volvemos a los trenes: uno pasa, y te subes. Te gusta, te quedas dentro, pasa otro…

¿Qué papel ocupa Málaga en su trayectoria?

Tiene un hueco muy especial. A veces soy muy remiso a elogiar a la ciudad y al club por los cargos que he ostentado antes en la FEB y ahora en la FIBA, pero si se me permite en esta entrevista, que es más personal, diré que para mí Málaga es una gran parte de mi corazón. No sólo por ganar la Liga. Sigo yendo muy a menudo y me siento uno más. Vivo en Madrid porque las circunstancias así lo han querido, pero vuelvo a Málaga cada vez que puedo. Desde la más absoluta ecuanimidad, me alegro mucho del tiempo que están viviendo. Málaga es mi corazón, mi mujer es malagueña y mi hija, medio-medio. Queremos que tenga arraigo.

“Yo jugaba al fútbol, pero Carl Herrera me dijo que era alto...”

Jorge Garbajosa

El Hall of Fame premia grandes carreras, pero también valores. ¿Cuáles cree que le definen?

Pues creo que como persona vas evolucionando, con las buenas y las malas influencias que te rodean, y te vas conformando una personalidad. Tengo cosas malas, soy muy nervioso aunque que me dicen que tengo aspecto de tranquilón. Con los años, y al ser padre, me he vuelto muy miedoso. Me da todo miedo alrededor de mi hija. Intento protegerla sin sobreprotegerla… Valores positivos me cuesta decir, pero creo que soy muy trabajador, muy intenso. La jornada laboral sólo tiene la excepción de la familia, el resto es trabajo porque es mi pasión. Intento ser leal a mis principios, mantener mi palabra, aunque ello me lleve a equivocarme y no ser justo algunas veces. Después de un calentón, no me cuesta pedir perdón. Y esos valores son gracias a mi familia y al baloncesto.

¿Qué espera de la gala, va a mirar el tiempo de posesión para no agotarlo en su discurso?

En las Asambleas de la FEB me ponían el cronómetro por todo lo que hablaba… Espero que no se me haga raro, divertirme muchísimo y que mi familia me pueda acompañar. Y espero no emocionarme demasiado, aunque ya me estoy emocionando con esta entrevista. Y espero abrazar a los amigos de AS: a Vicente Jiménez, Tomás Roncero, a todos vosotros. Y a la gente de la FEB, que son mi familia: Óscar Graefenhain, la presidenta Elisa Aguilar, todos los que trabajan allí...

Normas