El Lleida despedaza a un triste Estudiantes para ascender a la ACB
El equipo catalán sube por primera vez en su historia a la Liga Endesa tras ganar, sin oposición, en la final a unos grises colegiales. Enorme Kuath.
El ICG Força Lleida jugará la próxima temporada la Liga Endesa. Sin trampa ni cartón. Sin ningún tipo de pero. El equipo catalán, surgido en 2012 de las cenizas de aquel club que se llevó por delante la crisis económica y que llegó a jugar en Primera, asciende a la élite de baloncesto español tras una temporada fantástica: del 6-6 de inicio de curso al 26-8 de cierre. Un balance increíble de 20-2 cimentado en un Barris Nord inexpugnable. Solo el líder Coruña, al que acompañará en ACB, pudo asaltar la fortaleza ilerdense. Un ritmo que les condujo a la Final Four con 12 victorias seguidas. Y, claro, en el Madrid Arena la música ha sonado igual para ellos. Victoria el sábado, vibrante y en el último segundo frente al Hereda San Pablo Burgos (77-80) y, este domingo, en la gran final contra un tristísimo y gris Movistar Estudiantes (70-85).
Con un estilo enorme, muy pulido por las manos del joven Gerard Encuentra (34 años), que se las sabe todas, que consigue que todos sus jugadoras compartan una filosofía de guerrilleros de muchos quilates. Porque no es solo su dureza, su confianza y una lectura maravillosa en defensa, que ahogó completamente al Estudiantes (solo 21 puntos al descanso). Sino que sus ataques son pura inteligencia artificial, sin fisuras, con cientos de variantes para cualquier obstáculo que le ponga su rival. El resultado, 52 tantos en dos cuartos con un 12 de 14 de dos, un 6 de 17 desde el triple. Casi la perfección a la que no encontró respuesta un desbordado Pedro Rivero. Mucha dinamita para desmenuzar, al ritmo que marcaba su animosa afición, a unos colegiales que perpetraron la peor primera mitad de la era Rivero. Si descontamos el duelo contra el MoraBanc en Andorra de la pasada temporada, el de toda una etapa en LEB Oro que se prolongará un curso más. El cuarto con la tesorería, la deuda ahogando a un club histórico que no encuentra remedio a su mal. Lleva tres años bañado en el fango con una hinchada que, de forma inexplicable, sigue a los suyos por todos los puntos de España.
Pero toda fe, confianza y pasión por unos colores tienen un límite y el Estu siempre juguetea con esa resistencia. Pero, incluso, para esta etapa de su reciente y lastimosa historia, este tortazo de la final es demasiado grande. No estuvo nunca en el partido, arrollado, maniatado por su rival. Veremos cómo se levanta la plantilla, la institución y, sobre todo, una masa social cansada. Muy cansada de golpes. Pero que, a pesar de ello, no paró de alentar a los suyos. Y que volverá, seguro. Un sobresaliente solo para ellos.
Esta temporada debía ser la temporada. La del retorno con un proyecto titánico para la categoría, con Pedro Rivero a los mandos, el entrenador del ascenso con el Zunder Palencia que dejó la ACB para luchar por subir con los colegiales. Con él, el Estu creció, lideró y, luego, cayó por las lesiones, el affaire Carrera y las entradas y salidas de jugadores para cerrar el curso con buenas sensaciones… hasta que chocó con un Lleida que desprendía el aroma de ese Palencia de Rivero: del segundo escalón de candidatos para subir a completar la machada frente a unos ramireños que estuvieron desaparecidos durante los 40 minutos. Que fueron aniquilados en los ocho primeros minutos del duelo, cuando el Lleida alcanzó el ¡+17 (4-21). Punto de partido. En ese momento, los madrileños no habían anotado en juego. Cerraron con un 2 de 15 en tiros de campo el primer cuarto. Los ilerdenses, 10-25 arriba, 8 de 13.
Fue un bombardeó constante de los catalanes. Un impotencia incontrolable por parte de los anfitriones con Wintering y Larsen (0 tantos y 0/6 en el lanzamiento) desaparecidos. Que continuó en el segundo periodo, donde se superó el +30 de diferencia (14-45) gracias a un Kuath sobrehumano: lo anotaba y lo taponaba todo. El pívot terminó con 16 puntos (7 de 11) , 8 rebotes y 3 tapones para 23 de valoración. Eso, unido a la eficacia de Hasbrouck, que enlazó tres triples casi sin respiro, que la diferencia de asistencias era de 0-10 y de valoración de ¡2-71!, ponía a los ilerdenses al descanso camino de la ACB con 21-50 en el marcador.
La segunda parte fue un quiero y no puedo para el Estudiantes. Subió el nivel, en ataque y en defensa. Fue a pecho descubierto, pues algo tenía que hacer. Sin Larsen y Wintering. Con Dee desatado y lanzando todo lo que podía desde el triple. Francis Alonso igual. Y Sergio Rodríguez dando lo mejor de él junto con Nzosa. Pero la distancia, en marcador, en juego, en confianza, era demasiada. En 10 minutos, los colegiales recortaron 7 tantos (48-72). La sangría era menor… pero la herida seguía abierta de par en par y nunca se llegó a cerrar con la tristeza de un Carlos Suárez desolado en el banquillo y las lágrimas de un abatido Adams Sola, Francis Alonso, Nzosa, caído en el suelo. Gloria para el Lleida. ¡Bienvenido a la Liga Endesa!
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