Hall of Fame FEB/AS

Arlauckas: “Lo aprecio mucho, España es mi casa”

El ala-pívot dejó una gran huella en Málaga, Vitoria y Madrid, de blanco formó una pareja histórica con Sabonis. Ahora quiere ser español.

Jordi Villacampa y Marta Capdevila ,gerente de patrocinios de CaixaBank.
JESUS ALVAREZ ORIHUELA
Ricardo González
Licenciado en Periodismo en 1997 y desde ese año redactor de Diario AS. Se apasionó del baloncesto europeo mucho antes, cuando era un niño en los 80, y en la actualidad es cronista del Real Madrid, del que ha cubierto más de mil partidos entre la ACB y la Euroliga. Estuvo en Japón 2006, en el primer Mundial que ganó España.
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Uno nunca sabe lo que le va a deparar el futuro. Un ejemplo perfecto es el del ala-pívot estadounidense Joe Arlauckas, que 37 años después de aterrizar en España por primera ha iniciado los trámites para lograr el pasaporte español. Se siente casi más de aquí que de allí. Llegó a Málaga en 1988 con el síndrome del despido exprés agobiándolo e hizo carrera en la ACB, diez temporadas consecutivas, y qué diez campañas: Málaga, Vitoria y Madrid, donde con el club blanco ganó la Liga, la Recopa y, en 1995, la octava Copa de Europa formando con Arvydas Sabonis una de las mejores parejas interiores de siempre en el Viejo Continente.

El último curso y medio de su carrera lo pasó en Grecia y con el cambio de siglo afrontó una retirada con planes en EE UU que no se cumplieron y lo empujaron cuesta abajo en la rodada. Poco a poco asomó la cabeza, salió del abismo y regresó a España para asentarse, donde lleva ya tres lustros. En Madrid, ahora que acaba de cumplir 60 años, tiene su negocio (un gimnasio) y se ha hecho un hueco como un muy buen comentarista televisivo: Euroliga, NFL…

De familia humilde, antes quiso ser jugador de béisbol, su sueño de adolescente que mantuvo durante muchos años, pero terminó como profesional del baloncesto, uno que dejó huella en cada cancha por la que pasó en las filas locales o como adversario. Ya hace casi, casi 30 años, en febrero de 1996, que descerrajó con el Real Madrid en la Euroliga 63 puntos a la Virtus en Bolonia. Una de las mayores exhibiciones anotadoras individuales de la historia de la máxima competición.

“No sé lo que hago aquí, de verdad, y no es por no haber ganado títulos o por no haber sido un buen jugador. Mi sueño era ser una estrella del béisbol, pero llegar a este momento se aprecia muchísimo”, explicaba un Arlauckas sensiblemente emocionado. “Cada uno de nosotros, de los que estamos en el Hall of Fame, hemos sufrido mucho durante el camino. Me echaron de mis primeros equipos y, si me llegan a echar también de Málaga, en mi primera experiencia en España (1988), quizá no estaría hablando en este momento. Gracias a mi familia y a todos los que me han acompañado he llegado hasta aquí. España es mi casa”.

Villacampa: “El Joventut me lo dio todo y sigo en deuda”

Jordi Villacampa (Reus, 1963), comparte año de entrada en el Hall of Fame con el Joventut, el club de su vida y para el que es una personalidad fundamental. Y también con Rudy Fernández, otra muestra del ciclo virtuoso de la cantera verdinegra: cuando Rudy nació, Villacampa ya celebraba campeonatos con una Penya de la que era presidente cuando el mallorquín ganó títulos y despuntó. “Estoy muy contento de entrar con él. Yo estaba en la directiva cuando llegó y le pusimos la lanzadera para una carrera extraordinaria”.

“Con este reconocimiento se cierra el círculo emocional. Esto me lleva al año 72, yo estaba entre unos niños. Hacía un año que jugaba en el colegio y que iba con mi padre a ver los partidos del Joventut. A los 14 años me invitaron a irme porque pensaban que no servía y a los 16 entré en el primer equipo. Fuimos la alternativa a los dos equipos que dominaban, Madrid y Barcelona. Fue un auge en el baloncesto y llegamos a competir con el fútbol”, dijo en la gala de Lleida un exjugador que fue, en su día, una especie de swingman adelantado a su tiempo, un escolta/alero con un físico espectacular, mucha velocidad y un tiro exterior letal: un favorito de los aficionados que sigue teniendo el récord de más puntos en un partido con la Selección: 48 en un España-Venezuela de 1990.

Le tocó una época poco brillante en la historia de la Selección, una que incluyó el tremendo chasco de Barcelona 92. Aún así, ganó el bronce en el Eurobasket de 1991, en Roma, con un equipo nacional en el que apiló 158 partidos. En el baloncesto de clubes, fue siempre fiel al Joventut, aunque ha reconocido que pudo saltar al baloncesto universitario estadounidense. Tampoco quiso jugar en otro club europeo: “El Joventut me lo dio todo, estoy en deuda”.

En Badalona, es una leyenda. Ha estado presente, como jugador o presidente, en todos los títulos europeos de la historia del club, incluida la legendaria Euroliga de 1994, de la que saca pecho contando que fue la primera de un club de baloncesto español no vinculado al fútbol. Debutó como profesional con 16 años y jugó hasta los 33. De 1980 a 1997, el año en el que fue retirado un número para siempre asociado a él en una de las ciudades donde el baloncesto es más que un deporte: el 8 cuelga del techo en el Olímpic de Badalona.

“En el año 84 entré con un poco de despiste en la Selección, pero eso me hizo entrenar más y mejor para poder jugar Campeonatos de Europa y del Mundo”, se despidió un jugador sin el que es imposible entender toda una etapa del baloncesto español, los años previos a la llegada de los Júnior de Oro, los que engancharon a muchos aficionados y encumbraron a equipos como el Joventut y a jugadores como él, una de las primeras estrellas mediáticas de nuestro baloncesto.

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